HIGH FLYING BIRD
Solo negocios
En una época en la que los grandes cineastas del mundo realizan las más ambiciosas producciones para Netflix, véanse los planos secuencias de la perfeccionista Roma, los inmensos paisajes de La balada de Buster Scruggs o, adivinamos, el reparto estrella con rejuvenecimiento en postproducción de The Irishman, va Steven Soderbergh y hace una película en un par de semanas grabada con un iPhone.
Sería mentira decir que High Flyng Bird compite en la misma liga que la película de Cuarón o la de los Hermanos Coen (esperemos que la de Scorsese también se sitúe más alto), pero no hace falta adivinar que Soderbergh tampoco lo pretendía. Muchos han criticado de Roma que Cuarón, además de hacer una película enorme, está diciéndote a cada segundo “date cuenta de lo genial y magistral que es mi película”. Digamos que la actitud de Soderbergh, experto en navegar a su aire entre la industria americana, es la opuesta. Al contrario que Sean Baker en Tangerine, la fotografía del iPhone de Soderbergh se relaja, se enfría. Si en la odisea callejera de dos travestis afroamericanas de Baker el color se contrastaba y la luz se desbordaba en tonos neón, Soderbergh plantea una película gris como las oficinas que la pueblan. Solo la deformación, propia de un gran angular, que ostentan las lentes de grabación de los smartphones se sitúa como punto común, digamos llamativo, que se repite en ambas propuestas estéticas de grabación en el fin de la era millennial.
Pero ¿de qué va High Flying Bird? Lo cierto es que su trama guarda un escaso interés si eres aficionado al baloncesto NBA y uno nulo si ni siquiera sabes que Marc Gasol acaba de ser traspasado a los Toronto Raptors. Es un lockout, algo así como una huelga, aún más dura que la de los taxis, solo que enfrentando a los jugadores de la NBA frente a los dueños en su eterna disputa por el reparto del pastel. En medio, como protagonista, tenemos al agente y representante del número 1 del Draft para la temporada que no acaba de arrancar. Por tanto, Soderbergh no solo utiliza el móvil para crear una estética austera con el único lujo de un pequeño plano secuencia inicial que haría reírse al Stanley Kubrick de El resplandor cual Nelson Muntz, sino que su argumento, desarrollado a través de un reparto sin grandes nombres, también es lo opuesto a lo vistoso.
Pero el director de La suerte de los Logan (2017) no está loco, hablamos de un señor que ha hecho películas tan vistosas como Traffic (2000) o Ocean’s Eleven (2011). ¿Qué consigue Soderbergh con High Flying Bird? Pues simple y llanamente ser consecuente con lo que quiere contar en su película. Su objetivo es el de exponer cómo el deporte por antonomasia de la población negra (especialmente desde los Globetrotters) ha acabado siendo controlado por una supra-asociación primordialmente blanca, la NBA. Una forma de poder, un opio para el pueblo, que ha convertido otro elemento cultural de la sociedad afroamericana del siglo XX en un bien de consumo más del país de las barras y estrellas. Al final, cada uno de los peones afroamericanos que forman el engranaje solo están haciendo girar la rueda del gran hombre blanco, ejemplificado aquí por Kyle MacLachan, en busca de una variación periódico en los porcentajes que ejemplifica muy bien el dicho de “cambiar algo para que nada cambie”.
Así, Soderbergh ha creado su película de deporte sin deporte porque, por mucho que se empeñen en decir lo contrario, todo es política, y el deporte también. Con High Flying Bird, Netflix tiene otro gran cineasta en su tablón de estrellas del equipo, además de una película grabada con un iPhone para presumir de modernez. Por su parte, Soderbergh ha disparado otra bala desde los márgenes, un producto comercialmente insostenible que guarda un veneno que quemará un poco a todos. Más que por su potencia, porque es algo que queremos olvidar. En el sistema capitalista solo existe el capital y el negocio. Los negocios tienen diferentes nombres pero no dejan de ser solo negocios dentro de un sistema, uno se llama baloncesto, otro política, cine o, por supuesto, fútbol. No hay más. Ahora me voy, que empieza el Atléti-Real Madrid.
High Flying Bird (Estados Unidos, 2019)
Dirección: Steven Soderbergh / Guion: Tarell Alvin McCraney / Producción: André Holland, Joseph Malloch, Ken Meyerk, Robert T. Striem / Música: David Wilder Savage / Fotografía: Steven Soderbergh / Montaje: Steven Soderbergh / Diseño de producción: Andy Eklund / Reparto: André Holland, Kyle MacLachlan, Zazie Beetz, Caleb McLaughlin, Michelle Ang, Melvin Gregg, Jeryl Prescott, Zachary Quinto, Bill Duke, Sonja Sohn
Pingback: Crítica de The Laundromat, de Steven Soderberhg - Revista Mutaciones