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GUNDA

Puertas al campo

¿Por qué rodar una película como Gunda (Viktor Kossakovsky, 2020) en blanco y negro? Es la primera pregunta que uno se plantea al ver este documental en el que la Naturaleza llena la pantalla de principio a fin, aunque la Naturaleza que vemos no es la de Nacida libre (James Hill, 1966), ni siquiera la de Hatari! (Howard Hawks, 1962), quizás por ello el director ha preferido optar por distanciarse de esos referentes (y otros similares) rodando en blanco y negro.. El elemento natural aquí está cercado por vallas, y los cerdos, las vacas y las gallinas se encuentran hacinados en construcciones muy parecidas a barracones o jaulas, marcados por las etiquetas que les distinguen como propiedad de una explotación agrícola o por las heridas de la convivencia primaria, lo cual tiene mucho más que ver con los planteamientos de La lista de Schindler (Steven Spielberg, 1993). El plano en el que se inserta el crédito de la dirección de la película da buena cuenta de ello porque, aunque es cierto que algunos segmentos del documental alientan la belleza de los animales y del medio en el que se desenvuelven, la objetividad de la cámara de Kossakovsky (que evita una explosión de color rodando en blanco y negro) no deja de recordar que la cerda protagonista tiene que amamantar a su numerosa prole en un pequeño barracón en cuyo interior las leyes biológicas operan con frías consecuencias; o que las vacas escapan felices del establo en el momento en que se abren las puertas para poder ir a pastar; o que una gallina coja se tropieza, quizás por enésima vez, con la alambrada que ha puesto “puertas al campo”.

Gunda - Revista mutaciones 2

Aun así, la narrativa de Gunda demuestra que, a día de hoy, técnicamente es posible que nuestros ojos se coloquen a la misma altura que los de los animales. No existe el punto de vista humano. Como espectadores, nuestra empatía con la cerda se va alimentando porque a través de sus ojos vemos el desarrollo de los acontecimientos, de la misma manera que cuando un actor nos muestra sus emociones a través de los suyos. La cámara, también, despliega una habilidad sorprendente al fotografiar siempre el plano perfecto mediante travellings, panorámicas, grandes angulares, primerísimos planos, cámara lenta… Una riqueza narrativa apoyada por una exquisita fotografía que, respetando los planteamientos estéticos y formales, dará cuenta de lo sublime y lo dramático, de la cara y la cruz que esta película plantea, y ese juego de contrastes justifica la fotografía en blanco y negro. Y a ello contribuye un diseño y edición de sonido que ha erradicado la voz humana y que permite escuchar hasta los más pequeños matices de lo que significa la vida animal. Cierto es que la presencia del hombre se revela en ligeros sonidos mecánicos que resultan extraños cuando el oído se ha acostumbrado a mugidos, cacareos, gruñidos, zumbidos, silbidos, y toda la magnitud del universo sonoro de la vida natural.

En la secuencia de la gallina coja, el animal, infatigable, llega hasta la alambrada que le impide continuar y, en un plano contrapicado, parece mirar la obra del hombre como si estuviese preguntándose “¿por qué?”; a pesar de poder seguir avanzando, aunque lo haga con una sola pata, se encuentra con la inaccesibilidad a la prometedora lejanía de un paisaje que ya no es para ella. Su impedimento no es su falta de movilidad, su impedimento es el ser humano. Mientras tanto somos testigos del devenir de la vida de Gunda y su prole en la manera en que Kossakovsky lo cuenta, mediante una aparente objetividad que sutilmente manipula a través de las columnas vertebrales de su película: la imagen y el sonido. Hasta que la película llega al final.

Es difícil bucear en las lecturas de esta obra con la campaña de marketing que ha acompañado a su lanzamiento, con el (aparente) apoyo de una figura tan relevante como la de Joaquin Phoenix. Sin todo ese aparataje, la película podría estar planteando un debate mucho más enriquecedor que el que se coloca entre los extremos simplistas de si hay que comer o no jamón. Gunda está apelando a nuestra relación directa con la Naturaleza y a la manera en que sacamos provecho de ella, a nuestra posición como seres vivos dentro de una cadena orgánica que hemos decidido corromper a nuestro favor en pro de los más bajos intereses mercantilistas. Esto no es sólo un debate de moda sobre nuestros regímenes alimenticios. Se trata de la mirada incrédula de una gallina coja y del rapto de locura de una cerda ante una situación inverosímil. Es el signo de los tiempos.


GUNDA (2020, NORUEGA)

Dirección: Viktor Kossakovsky / Guion: Viktor Kossakovsky; Ainara Vera / Fotografía: Viktor Kossakovsky, Egil Håskjold Larsen / Documental

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