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GOODBYE MISTER WONG

El paraíso perdido

Goodbye Mister Wong (Kiyé Simon Luang, 2020)

¿Qué ocurre cuando un paraíso perdido coincide con un paraíso en la tierra? Que el tiempo queda detenido, tanto por ser algo ya pasado como por la fisicidad inherente del espacio que, como un agujero negro, absorbe a los que lo habitan. Y Goodbye Mister Wong (Kiyé Simon Luang, 2020) es esta idea hecha película. El director, natural de Laos, donde se sitúa la acción del film, tuvo que huir del país tras un golpe de estado y situar su residencia en Francia. Es por eso que el carácter de la misma es eminentemente nostálgico: una nostalgia que, como todas las que son inherentes al recuerdo de una edad dorada, está pasada por el filtro de la idealización.

Siguiendo esta lógica las imágenes de Goodbye Mister Wong tienen dos cualidades principales. Una cualidad compositiva que las presenta como si fueran una sucesión de fotografías en movimiento, tanto por el tratamiento de la cámara, que realiza mínimos movimientos y siempre con encuadres muy bellos, como por su planitud, evitando grandes profundidades de campo. Y otra cualidad de carácter textural, pues el director rueda en fotoquímico permitiendo el grano y los colores levemente estridentes, lo que refuerza la sensación de estar asomándose a un mundo pasado. A esto se suma, como broche al apartado formal, una selección de temas musicales que funcionan como hermanos de las imágenes: canciones de época (y, en ocasiones, cantadas por los personajes) que crean el ambiente de suspensión temporal característico de Goodbye Mister Wong.

Goodbye Mister Wong (Kiyé Simon Luang, 2020)

Dentro de este marco estético, los propios personajes caminan con una ligera levedad, con el ahorro de movimientos que otorga el sopor de un lugar donde no ocurre nada (y, por tanto, cualquier cosa que ocurre es de capital importancia). La relación entre ellos es de una tensión dramática mínima, como un Rohmer con un ataque de nostalgia: los personajes principales son dos parejas que han de superar unos baches sentimentales que quedan desdibujados por la cotidianeidad del lugar, perdidos entre barcas e islotes. Tanto es así que la película abarca un año pero bien podrían haber sido minutos, o siglos. No solo las relaciones personales, sino también los conflictos de carácter más amplio se enuncian, pero no hay profundidad ni juicio hacia ellos.

Lo más interesante de Goodbye Mister Wong es, sin duda, el uso autoconsciente que el director hace de su propuesta estética. ¿Cómo representar la nostalgia en una película que se construye en torno a la misma? Para ello Kiyé Simon Laung se sirve de France, el personaje central, quien en dos secuencias prácticamente consecutivas, tiene sendos ataques de melancolía. En el primero, las imágenes, acompañadas por un poema que recita su prometido, se desprenden de su uso narrativo para adquirir uno simbólico: la protagonista está soñando, por lo que el espacio desaparece e, incluso ella mira a cámara. Luego, el color desaparece y, en blanco y negro, quedan ellos dos abrazándose: el pasado dentro del pasado. En la siguiente secuencia elimina el color y la imagen se hace menos limpia, la fisicidad de la película más patente. El paraíso perdido se condensa y vuelve al terreno que del que nació. El mundo de los sueños.


Goodbye Mister Wong (Yuko No Tenbin, Laos, Francia, 2020)

Dirección:  Kiyé Simon Luang / Guion: Kiyé Simon Luang / Producción: Thomas Ordonneau (para Shellac Films, Lao Motion Pictures) /  Fotografía: Aaron Sievers /  Montaje: Frédéric Fichefet / Reparto: Phonesavanh Vilivong, Nathalie Richard, Marc Barbé, Soula Saul, Khamhoo Phanludeth, Phourasamy Vila

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