FUEGO FATUO
Esquemas del yo fugitivo
La vida es, según Paracelso, un proceso de combustión. Si se dice que no se puede arder es como decir que no se puede vivir. Ese misterio alquímico no es tanto la naturaleza misma del fuego, sino sus distintas revelaciones dentro de las posibilidades del Yo. En Fuego fatuo (2022) João Pedro Rodrigues organiza una serie de elementos genésicos por medio de la ironía, que, bien sea en su lectura o en su concepción, insuflan movimiento y deseo a los cuerpos. Una fantasía musical que guarda un vínculo constitutivo con la memoria, señalando desde el principio el constante vaivén de quien llega a reconocer su ausencia conocimiento.
Una ausencia evidenciada en el lecho de muerte su protagonista: Alfredo (Mauro Costa), rey de una Portugal distópica, que, a través del camión de bomberos de su nieto –una suerte de Rosebud–reconstruye un momento en el que experimentó un proceso de despertar sexual y de enamoramiento que marcaría su vida. Por medio de una presentación abiertamente musical, el film no busca recrear estructuras de la época dorada del género ni realizar una deconstrucción del mismo como en las cintas de Jacques Demy, Alain Resnais o Jacques Rivette. Su intencionalidad radica en una concepción coreográfica de cuerpos extraños que orbitan fuera de su eje para expandirse y establecerse como elementos desestabilizadores de la propia narrativa. Una rebelión que el joven Alfredo materializa, en primera instancia, al abjurar del deber propio de su linaje, encontrando su vocación en el cuerpo de bomberos. Y, al mismo tiempo, dejándose envolver por el poder gravitacional del deseo a través del idilio amoroso que mantendrá con su compañero e instructor, Afonso (André Cabral). Una relación que desafiará las dinámicas de clase, raza y dominación colonial propia de la historia europea y de Portugal.
Un escenario aparentemente poco propicio para la comedia, pero que es aprovechado por Rodrigues para satirizar con total libertad temas recurrentes en toda su obra: la identidad, la sexualidad, la herencia ideológica o la crisis climática. En Fuego fatuo esa ironía parte de lo fantástico para así poder dar testimonio de las problemáticas existentes entre quien mira y quien es mirado, de quien olvida los rasgos de su propio rostro y recurre a cuanto ocurre en los espejos, en la mirada del Otro. Y lo hace por medio de una puesta en escena teatral brechtiana que recuerda al protagonista su situación en el mundo. De este modo se pone en valor aquel ideal baziniano de transfigurar la realidad en ficción; de proclamar y evidenciar su carácter ilusorio. De corresponder las rupturas intencionales de las normas de composición y escenificación concretas con el irrefrenable pulso de subversión del mundo real y el mundo representado. Una desestructuración formal que va desde el uso de planos secuencias al inicio del film, miradas a cámara o la recreación de una serie de tableaux vivant descontextualizados en los que no importa tanto su continuidad melódica como la disonancia y el distanciamiento que son capaces de generar para eliminar toda traza de verosimilitud en la trama y sobre todo en la puesta en escena.
Una fantasía musical que escenifica la búsqueda de una alternativa a la condena de lo preestablecido de un modo ligero. Constituyendo la persecución de un equilibrio que salve la dramática tensión entre acceder a la palabra con la que se escribe la verdadera Historia y difuminando la inextricable diferenciación entre realidad y fantasía; abriendo la posibilidad de poder seguir al lado de las personas y los ideales propios, es decir, de estar dentro del mito para siempre para saber que solo en la ficción muere la piel de la ficción.
Fuego fatuo (Fogo fatuo, Portugal-Francia, 2022)
Director: João Pedro Rodrigues / Guion: Paulo Lopes Graça, João Rui Guerra da Mata, João Pedro Rodrigues/ Producción: House on Fire, Filmes Fantasma, Terratreme Filmes / Música: Paulo Bragança, Oceano Cruz / Fotografía: Rui Poças / Montaje: Mariana Gaivão / Coreógrafa: Madalena Xavier / Intérpretes: Mauro Costa, André Cabral, Joel Branco, Anabela Moreira, Margarida Vila-Nova.
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