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FESTIVAL DE VENECIA 2023

De política, amor y reivindicaciones múltiples

No cabía duda de que el Festival de Venecia se iba a ver afectada por la huelga de guionistas e intérpretes en Estados Unidos. Todo empezó durante el verano, cuando Alberto Barbera, director del festival, cambió la película de inauguración: había anunciado que Luca Guadagnino presentaría Challengers y finalmente tuvo que conformarse con una mediocre Comandante de Edoardo De Angelis. Encabezada por Pierfrancesco Favino, esta superproducción italiana de más de 15 millones, cuenta un momento importante de la historia italiana durante la Segunda Guerra Mundial. La película parecía un enaltecimiento de la grandeza de Italia escondido bajo discursos sobre la fraternidad.

La gran mayoría de los actores y las actrices de Hollywood no pudieron venir a presentar las películas por su compromiso con el sindicato SAG-AFTRA. Fue el caso de Emma Stone, magnífica en Pobres criaturas (Poor Things) de Yorgos Lanthimos, el indiscutible León de Oro. La película no sólo convenció al jurado presidido por Damien Chazelle: también obtuvo la media más alta de la prensa. El reparto cuenta también con las grandes interpretaciones de Willem Dafoe y Mark Ruffalo pero tampoco pudieron acudir al evento. Emma Stone es Bella Baxter, una joven que vuelve a la vida gracias al brillante científico Dr. Godwin Baxter (Dafoe). Bajo su protección, Bella está ansiosa por aprender y acaba escapándose con Duncan Wedderburn (Ruffalo como abogado libertino) en una aventura vertiginosa. Con su humor negro habitual, el director griego lleva un poco más allá su estética de ópticas angulares y, junto a un diseño de producción mucho más ambicioso que en sus filmes anteriores, nos sumerge en su Frankenstein más personal, utilizando el punto de vista de la protagonista: “esta mente que experimenta el mundo tan libremente.”

Entre los asistentes más luchadores por los derechos del gremio se encontraba Jessica Chastain, presente para promocionar Memory de Michel Franco. En la rueda de prensa la actriz tuvo un discurso claro sobre la necesidad de las negociaciones con las plataformas y la lucha contra la Inteligencia Artificial. Como de costumbre, el director mexicano volvía a incomodar al público con su nueva película mediante un ambiente enrarecido para seguir reflexionando sobre los límites del ser humano. Con un guion brillante que desvela la información a cuentagotas, el director mexicano pone el espectador en  constante duda sobre lo ocurrido en el pasado y por lo tanto su posicionamiento ético al respecto vacila durante el metraje. La película se llevó la Copa Volpi al Mejor Actor por Peter Skarsgaard que consigue una química indudable con Chastain a medida que va avanzando la película: él no puede recordar, ella no puede olvidar. Franco abre una reflexión inquietante sobre la memoria, el recuerdo y todas las zonas oscuras que contienen.

Las películas con un fuerte contenido político fueron numerosas, empezando por El Conde de Pablo Larraín. El director chileno es uno de los sospechosos habituales de la Mostra de Venecia donde ya ha presentado varias de sus películas; esta vez ganó el premio a Mejor Guion. Esta comedia negra imagina un universo paralelo en que Augusto Pinochet es un vampiro que vive escondido en una mansión en ruinas en el frío extremo sur del continente. Como explicaba Pablo Larraín: “queríamos evitar la empatía del público. Pinochet nunca enfrentó la justicia y esa impunidad lo hizo eterno”. Esta propuesta alegórica tiene una premisa brillante, pero también es verdad que en algunas secuencias se estanca y acaba teniendo un punto redundante. La fotografía en blanco y negro deslumbra y el tono de humor negro junto a la atmósfera enrarecida de la mansión provocan una mezcla de ansiedad y estupefacción en el espectador: el horror de la dictadura que está viendo en pantalla podría volver en cualquier momento.

Dos de las películas de la Selección Oficial trataban el tema candente de las fronteras y la inmigración. Y, como parecía (demasiado) obvio, las dos se llevaron premios. Io capitano se alzó con el premio a Mejor Director para Matteo Garrone y el Premio Marcello Mastroianni al actor emergente para Seydou Sarr. La película cuenta la historia del viaje de aventuras de Seydou y Moussa, dos jóvenes que abandonan Dakar para emprender camino a Europa. Esta odisea contemporánea a través de los peligros del desierto, los horrores de los centros de detención en Libia y los peligros del mar busca el carácter épico de la aventura. La reivindicación política y social se basa en orientar la cámara para contar la historia desde el punto de vista de Seydou. Garrone insiste en que “ofrece así una suerte de contraplano respecto a las imágenes que estamos acostumbrados a ver desde nuestra perspectiva occidental, en un intento de dar por fin voz a quienes habitualmente no la tienen.” La empatía con los dos protagonistas crece durante el metraje, a pesar de su ingenuidad. El equilibrio de una propuesta semejante es muy difícil de encontrar pero la película de Garrone lo consigue, a diferencia de Green Border. La directora Agnieszka Holland quiere desafiarnos a reflexionar sobre las decisiones morales que recaen sobre la gente común todos los días. Recalcaba que “no tiene sentido dedicarse al arte si no se lucha por hacer preguntas sobre cuestiones importantes, dolorosas, a veces irresolubles.” Pero sus decisiones de puesta en escena, con secuencias de “pornografía emocional”, exhibiendo las miserias de los refugiados que intentan llegar a la Unión Europea en la llamada “frontera verde” entre Bielorrusia y Polonia, provocan lo contrario.

Evil Does Not Exist, de Ryusuke Hamaguchi
Evil Does Not Exist, de Ryusuke Hamaguchi

No menos política era Evil does not exist de Ryusuke Hamaguchi, una reflexión sobre el enfrentamiento del ser humano con la naturaleza donde el equilibrio ecológico y la forma de vida humana amenazados se tiñen de la poesía personal de su director. Cuando dos representantes de una empresa llegan al pueblo donde viven Takumi y su hija Hana para celebrar una reunión sobre la construcción de un glamping, queda claro que el proyecto tendrá un impacto negativo en la vida de los habitantes. El director, previamente oscarizado de Drive My Car, se llevó ahora el Gran Premio del Jurado por esta fábula con un inquietante y misterioso final. Sin embargo tenemos la sensación de que en ciertas secuencias la película se queda en un didactismo narrativo quizás evidente.

El título Kobieta Z (Woman of…) es una referencia deliberada a Andrzej Wajda y a su cine político. Ambientada en el panorama de la transformación polaca del comunismo al capitalismo, la película de Michael Englert y Małgorzata Szumowska abarca 45 años de la vida de Aniela Wesoły como mujer trans. “Su laborioso viaje hacia la libertad nos pareció simbólico, convirtiéndose en una metáfora de la transición de Polonia”, explicaba la directora. Verdadera obra política, la película no juzga ninguna de las actitudes presentadas. El elemento más significativo es el tono humanista dentro de la conmovedora historia de los personajes principales. Como elemento de lucha política, la película estaba protagonizada por muchas personas transgénero y el equipo de producción estaba compuesto por gente de la comunidad LGBTQ+.

También de la búsqueda de identidad y de libertad como mujer nos habla Priscilla de Sofia Coppola. La adolescente Priscilla Beaulieu (Mejor Actriz para la joven Cailee Spaeny) conoce a Elvis Presley en una fiesta cuando el hombre ya es una superestrella del rock and roll. Desde entonces su vida se convierte en algo completamente inesperado. Sofia Coppola cuenta “como artista, es importante mostrar el mundo a través de los ojos de mi personaje sin juzgarlo. Esta película examina cómo Priscilla se convierte en quien es y qué significa la feminidad para ella y la generación posterior.” La directora se esfuerza por traducir esta progresiva alienación en imágenes, eligiendo encuadres que transmiten la sensación de encierro. Sin embargo, no consigue atraparnos y transmitir la soledad como lo hizo por ejemplo Pablo Larrain en Spencer.

En otra línea de cine político, es difícil quedarse indiferente ante las tesis presentadas en el libro de Isabel Wilkerson (Casta: el origen de lo que nos divide, 2020) que investiga la génesis de la injusticia y describe el racismo en los Estados Unidos como evolución del sistema de castas. Sin embargo, la directora Ava du Vernay elige en Origin machacar a base de frases su programa pedagógico con un didactismo que acaba resultado contraproducente.

El cine italiano presentado en la competición también podía verse como lecturas políticas sobre el mundo de la corrupción, la redención o la búsqueda de identidad. Aparte de la película de Garrone, el resto eran flojas o incluso malas. Provenían de directores habituales de la Mostra pero que no consiguen hacer una carrera internacional. Finalmente l’alba de Saverio Costanzo propone el viaje nocturno de la joven Mimosa que, en la Cinecittà de los años cincuenta, se convierte en mujer. “Al amanecer, emergerá transformada y descubrirá que la valentía se trata de descubrir nuestro verdadero yo.” Más allá del viaje iniciático, la película no consigue transmitir en ningún momento lo que se propone.

Por su parte, Adagio, el thriller futurista de Stefano Sollima, historia de redención imposible liderada por un irreconocible Pierfrancesco Favino y un envejecido Toni Servillo, atrapaba en ciertos momentos. Manuel tiene dieciséis años y trata de disfrutar de su vida, mientras cuida de su anciano padre. Sometido a chantaje, decide huir, viéndose envuelto en asuntos que le superan: peligrosos chantajistas lo persiguen para deshacerse de él. El niño tendrá que buscar la protección de dos antiguos delincuentes, viejos conocidos de su padre. La película no merecía estar en selección oficial de un festival de categoría A.

De inframundo también trata Enea de Pietro Castellito, una de las peores películas de la competición. Junto al tráfico de drogas y las fiestas, Enea y Valentino comparten su juventud en una época muerta y decadente. Son amigos de toda la vida, víctimas y perpetradores de un mundo corrupto. La idea de crear una narrativa en la que el punto de vista del espectador corresponda a la perspectiva de quienes soportan el narcotráfico no funciona. El humor tosco y de muy mal gusto de algunas secuencias es a veces insoportable.

A pesar del siempre impecable trabajo del actor Franz Rogowski, Lubo se hace eterna con su duración (3 horas). Seguimos a un músico callejero llamado en 1939 por el ejército suizo para defender las fronteras del país contra la invasión alemana. Poco después se entera de que su mujer ha muerto y de que los gendarmes se han llevado a sus hijos pequeños en el marco del programa de reeducación de los “niños de la carretera”. “El desarrollo de los acontecimientos muestra cómo principios sin sentido y leyes discriminatorias engendran un mal que se extiende como la pólvora en el tiempo.” decía el director Giorgio Diritti. El guion tiene muchas debilidades y le cuesta avanzar en numerosos momentos.

La Bête (The Beast), de Bertrand Bonello con Lea Seydoux
La Bête (The Beast), de Bertrand Bonello

Entre las otras películas muy esperadas se encontraba  La Bête (The Beast) -La Bestia en español- de Betrand Bonello. Fue sin duda una de las mejores películas del festival y hubiese merecido entrar en el palmarés. Libremente adaptada de La bestia en la jungla, la novela de Henry James, la película cuenta con una gran interpretación de Léa Seydoux. Para deshacerse de sus emociones humanas, convertidas en una amenaza, Gabrielle debe purificar su ADN volviendo a sus vidas pasadas. Allí se reencuentra con Louis, su gran amor. Pero está abrumada por el miedo, una premonición de que una catástrofe se avecina. “Quería pintar un retrato de una mujer. Luego confrontarlo con el cine de género para hablar, quizás, del más desgarrador de los sentimientos, el miedo al amor”, explicaba Bonello. Al correr el riesgo de mezclar temporalidades (transcurre en los años 1910, 2014, 2044), el cineasta francés sabía que perdería a algunos de sus espectadores en el camino. Pero esta narración fragmentada es justamente la que fascina y aterra a la vez en esta mezcla de géneros con un tono melancólico.

Del amor y sus errores habla también Hors saison de Stéphane Brizé. “Quería detenerme en ese momento en el que reflexionamos sobre decisiones equivocadas, encuentros fallidos, puertas que nunca abrimos, momentos de la vida en los que decidimos tomar un camino en lugar de otro”, comentaba el director francés. Mathieu, un actor famoso de cincuenta años, y Alice, profesor de piano, se reencuentran en un pequeño balneario del oeste de Francia, quince años después de separarse. Cada uno siguió su camino y poco a poco sanaron. La película consigue encontrar el precario equilibrio entre lágrimas y sonrisas, gracias a dos intérpretes en estado de gracia: Alba Rohwracher nunca ha estado tan luminosa y Guillaume Canet consigue uno de sus mejores papeles como personaje melancólico. El paisaje lluvioso y nublado del norte de Francia añaden la tonalidad grisácea de este reencuentro.

Alrededor de dos parejas giran los esperadísimos biopics de Michael Mann, Ferrari, y de Bradley Cooper, Maestro. En la primera, el expiloto Enzo Ferrari está en crisis. La quiebra amenaza la fábrica que él y su esposa, Laura, construyeron diez años atrás y su volátil matrimonio se ve afectado también por la pérdida de su hijo. Mientras, Ferrari lucha por reconocer otro con Lina Lardi. La puesta en escena de Michael Mann para las carreras de coche es indudablemente eficaz pero el guion no acaba de encontrar el equilibrio. Entre las interpretaciones, Penélope Cruz, en uno de los mejores papeles de su carrera, eclipse a Adam Driver que compone un personaje demasiado hierático. Maestro narra la relación amorosa entre Leonard Bernstein y Felicia Montealegre. “En nuestra casa se escuchaban muchos álbumes de ópera y música clásica. Pasé horas dirigiendo una orquesta imaginaria lo mejor que pude cuando tenía 8 años”, decía Bradley Cooper. El director y principal protagonista no convence a pesar de ciertos momentos musicales y de una estética convincente. Muy clásica en la forma, la película cae en la emoción fácil y el sentimentalismo en su última parte. Lo más destacable es la interpretación magistral de Carey Mulligan. 

Durante un congreso de física en los Alpes suizos, Johannes desarrolla una fascinación especial por Karin, una joven pianista de jazz y se ve arrastrado a una siniestra historia en The Theory of Everything: recuerdos falsos, pesadillas reales, amor imposible y un misterio oscuro y rugiente escondido debajo de la montaña. Cuando uno de los físicos es encontrado muerto, dos inspectores investigan un caso de homicidio. “Lo que me atrajo fue una imagen-memoria del cine, a la vez extraña y entretenida, algo así como si Hitchcock y Lynch hicieran el amor en la alfombra del vestíbulo de un viejo hotel” explicaba Tim Kröger. Una obra original con una estética destacada en que la música recuerda mucho a Bernard Hermann y la fotografía remite a obras de los años 40 y 50.

Ferrari, de Michael Mann con Adam Driver
Ferrari, de Michael Mann

Hasta del amor por los animales encontraba su hueco en la Mostra.»Cuando el hombre se enfrenta con problemas, Dios le envía un perro». Con esta frase de Alfonso de Lamartine empieza Dogman de Luc Besson. Un niño, golpeado por la vida, encontrará su salvación gracias al amor de sus perros. La inspiración vino, en parte, de un artículo que leyó el director francés sobre una familia francesa que arrojó a su propio hijo en una jaula con cinco años. La película tiene como mérito una interpretación camaleónica de Caleb Landry Jones. Encarna la complejidad del personaje y tiene una secuencia memorable haciendo de Edith Piaf en un cabaret. Más allá de esto, todos los excesos (narrativos, estéticos…) de las películas del director están concentrados.

La puesta en escena de Nikolaj Arcel en Bastarden, da cabida tanto a escenas íntimas como a los estallidos de violencia necesarios para que el espectador pueda adentrarse en un mundo tan hostil. En 1755, el empobrecido capitán Ludvig Kahlen se propone conquistar el inhabitable páramo danés con un objetivo aparentemente imposible: construir una colonia en nombre del rey. A cambio, recibirá un nombre real que desea desesperadamente. Pero el gobernante de la zona, el despiadado De Schinkel, cree que esta tierra le pertenece, jura venganza y hace todo lo que está en su poder para ahuyentar al capitán. Quienes lo rodean intentan recordar a Kahlen- interpretado por un gran Mads Mikkelsen- que la obsesión del éxito social no es necesariamente capaz de traerle la felicidad, pero él persiste en su búsqueda.

Del frío nórdico pasábamos a la frialdad de la propuesta de El asesino (The Killer) de David Fincher. Cuesta entrar en la película a pesar de su gran prólogo. Después de un fatídico casi accidente, un asesino lucha contra sus empleadores y contra él mismo en una persecución internacional que, según él, no es personal. David Fincher comentaba: “Sentía una divertida curiosidad por el género de la venganza como sistema de transmisión de tensión.” La presencia de dos estrellas como Michael Fassbender y Tilda Swinton, brillantes en sus respectivos papeles, y la puesta en escena milimétrica del director no bastan para enriquecer un guion que parece concentrar en un tiempo demasiado corto los cómics que adapta.

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