SITGES 2020 (DÍA 6): BREEDER, HISTORIA DE LO OCULTO, THE OLD MAN MOVIE
Breeder, la sesión «de ambulancia»
Breeder, de Jens Dahl
No está haciendo mucho ruido, pero en Breeder tenemos el filme «de ambulancia» del presente año. Este sobrenombre se acuñó en el festival tras los dos controvertidos pases de Martyrs (Pascal Laugier) en 2008, en los que la organización dispuso una ambulancia en la puerta por las posibles secuelas en los espectadores de la dureza y el impacto de las imágenes sangrientas. En aquella ocasión, hasta cuatro espectadores tuvieron que ser atendidos por náuseas o vómitos. Desde entonces, y aunque hasta donde tengo entendido no se necesitó de ninguna ambulancia en ninguna otra sesión de estos años, cada película de estas características recibe la etiqueta mencionada de proyección «de ambulancia». El ejemplo más claro sería A Serbian Film (Srdjan Spasojevic, 2010) otra película polémica por contener violencia extremadamente gráfica y tocar temas como la pederastia o el incesto de la manera más cafre posible.
Breeder no llega al nivel de Martyrs o A Serbian Film, pero tampoco se queda muy lejos. Dirigida por Jens Dahl, que fue coguionista de Pusher (1996) junto a Nicolas Winding Refn, la película danesa comienza como lo hacen muchas otras de terror de serie B. Una compañía farmacéutica ha desarrollado un tratamiento revolucionario que implica la experimentación y tortura de seres humanos secuestrados. Por ejemplo, Yummy (Lars Damoiseaux), presentada este mismo año en Sitges, tiene un argumento bastante similar en un principio. Pero mientras que esta última deriva en una comedia gamberra, Breeder lo hace hacia el torture porn, el gore sucio y la violencia gratuita sin sentido. La última media hora se convierte en un exploitation WiP («women in prison» o «cárcel de mujeres») en las que el guion, que ya de por sí era sencillito, pasa a un segundo plano y la película se centra en mostrar una burrada tras otra, a cada cual más salvaje, hasta terminar involucrando incluso a recién nacidos (eso sí, sin llegar a los niveles de A Serbian Film). Parece que ya pasó la moda de filmes como Saw, Hostel o Destino Final, pero el subgénero sigue vivo gracias a propuestas como Breeder. Y siempre habrá mentes enfermas como las nuestras para apreciarlo.
Fran Chico
Historia de lo oculto, de Cristian Ponce
Título argentino rodado en blanco y negro y un televisivo 4:3, cuya trama gira alrededor de la de la última emisión del programa nocturno de investigación: 60 minutos antes de la media noche.
A pesar de que la acumulación de nombres y las conversaciones vertiginosas puede perder al espectador, el pulso narrativo, aderezado por el ritmo televisivo vintage, consigue mantener a flote la historia. A la intriga por llegar al final del programa (que se ve reforzada por una cuenta atrás visible en todo momento en la retransmisión) se suman las peripecias del grupo de documentación que sigue los acontecimientos desde su sede -incluyendo las alucinaciones y visiones regresivas por la ingesta de una raíz enteógena.
El director, y también guionista, Cristian Ponce, parece situar la historia en una realidad alternativa, un pasado reinventado o alterado en el que se anuncian destinos vacacionales a Las Malvinas y se alude simbólicamente a los desaparecidos de la dictadura (los llamados «N.N.»), tanto como al borrado de recuerdos y una supuesta conspiración satanista que habría alzado al presidente del país de ese extraño 1987.
Como ya mencionamos más arriba, la acción se basa en conversaciones paralelas (las que acontecen en el plató de televisión y, fuera de este, las discusiones sobre el plan a seguir, las sucesivas llamadas telefónicas del grupo de colaboradores), remarcadas con movimientos de cámara, al estilo del thriller político de Alan J. Pakula en los 70 y la recreación del lenguaje televisivo. Pese a la austeridad de la producción, que basa la mayoría del metraje en interiores, destaca la capacidad para crear una imaginería propia, catódica, extraña y pesadillesca.
Película excéntrica que no agradará a todo el mundo pero afanada en la intención de llevar hasta el final su propia propuesta. Su entidad de relato como plano tangente a la realidad se demuestra en un peculiar efecto: el de el estiramiento del formato del 3:4 al panorámico, en momentos muy concretos del relato.
Con German Baudino (Abrakadabra, Luciano y Nicolás Onetti, 2018), Nadia Lozano, Agustín Recondo, Casper Uncal, Lucia Arreche y Héctor Ostrofsky.
Manuel M. López
The Old Man: The Movie, de Oskar Lehemaa y Mikk Mägi
¿Alguna vez te has preguntado como sería el cine de Aardman Animation si estuviera hecho en Estonia? The Old Man: The Movie responde a esa pregunta… más o menos. Tras alcanzar un importante éxito en YouTube con una serie de piezas breves en torno a un granjero y sus tres nietos, Oskar Lehemaa y Mikk Mägi decidieron expandir el formato con este largometraje, en el que sus personajes tienen que dar con una vaca fugitiva y ordeñarla antes de que sus ubres se llenen tanto que acaben explotando y provocando un lácteoapocalipsis (el termino es de la película, no mío). Y si al principio podría parecer que Chicken Run (Peter Lord y Nick Park, 2000) o La oveja Shaun (Mark Burton y Richard Starzak, 2015) son aquí el referente, con sus juegos de palabras, su imaginación desbordante y sus clímax aparatosos, esa impresión desaparece rápidamente. La plantilla bien puede ser la de Aardman (y a ratos la influencia se nota), pero el tono es radicalmente opuesto. El humor de The Old Man: The Movie no escatima en chistes sexuales, gore y, por encima de todo, pedos. Pedos por doquier. Y no de los que podemos encontrar en Buenos días (Yasujiro Ozu, 1959), que son como una risilla discreta, sino de los más escandalosos y orgullosamente groseros, esos que hacen que un grupo de adolescentes borrachos empiecen a reír como maníacos. Toda la película es, de hecho, bastante niñata, y a pesar de que a ratos da la sensación de ser una serie de sketches empalmados (otra palabra que haría reír a los directores), resulta simpática por su espíritu gamberro, en especial si te hacen gracia esos “momentos de la vida” en los que uno masturba a un árbol gigante o se ve obligado a salir de un oso a través de su culo… propulsado por un pedo, obviamente.