FESTIVAL DE SEVILLA 2019- SECCIÓN OFICIAL (II)
La experiencia de Andersson o Bellocchio junto a la lozanía de Enciso o Triet
Tras analizar en el artículo anterior los rasgos fundamentales de la última edición del festival de Sevilla y reflexionar acerca de seis importantes títulos de la Sección Oficial, aquí se reparará en los doce largometrajes restantes que completaban esta espléndida sección. Uno de los que no faltaron a la cita fue el sueco Roy Andersson -aunque en esta ocasión no estuviera presente en la ciudad-, nombre predilecto del festival que en la pasada edición fue homenajeado con una retrospectiva de su obra. Con Sobre lo infinito vuelve a sondear las complejidades del ser humano a través de su particular y cuidadísimo universo fílmico, compuesto por personajes tristes de rostros blanquecinos y mustios escenarios, bañados como siempre por el predominante color gris y el estatismo de la imagen. La angustia existencial y la desilusión recorren todo el metraje, vertebrado con el personaje de un cura que ha perdido su fe. Depurada y notable obra que consiguió el León de plata a la mejor dirección en la pasada edición del festival de Venecia.
No alcanzó la calidad de sus mejores películas Robert Guédiguian, otro cineasta veterano que igualmente ha optado por el pesimismo en su último filme, Gloria Mundi. Guédiguian no acierta con su denuncia al capitalismo salvaje narrando la historia de una familia de clase media que lucha en su día a día en un entorno social cada vez más hostil e insolidario y más precario en relación al empleo y calidad de vida. Con su cuadrilla habitual de actores y Marsella como telón de fondo, el director francés aturde al espectador con un sinfín de desgracias expuestas con escasa sutilidad y un tosco desarrollo de los personajes. No obstante, se valora positivamente su empeño por mostrar las miserias de la sociedad europea y su despiadado modelo económico. Mucho menos convencional fue la apuesta de otro realizador francés, Bruno Dumont, quien se ha propuesto no dejar indiferente a nadie ante el visionado de sus obras. En la última, Juana de Arco, sigue los pasos del conocido personaje histórico a través de sus conflictos con los clérigos y su conexión con Dios. Una película extraña y compleja de definir que se eleva en sus brillantes momentos musicales pero que arrastra interminables diálogos y una duración excesiva, en sintonía con el conjunto de la propuesta.
El premio al mejor actor recayó en Pierfrancesco Favino por encarnar al mafioso Tommaso Buscetta, conocido por lograr meter en la cárcel a numerosos miembros de la Cosa Nostra siciliana al convertirse en informante de importantes jueces. Dirigida por Marco Bellocchio, El traidor reconstruye todos los hechos con eficacia con un ritmo notable, funcionando tanto en sus partes más violentas como en las que se desarrollan los juicios. Una película sobre la mafia cuyo preciso montaje no tiene nada que envidiar a los de sus predecesoras en el subgénero. Las actrices galardonadas por sus actuaciones fueron dos. Por un lado Marta Nieto por su sufrido papel en Madre, cinta en la que Rodrigo Sorogoyen amplía su cortometraje homónimo trasladando la trama hasta Francia y convirtiéndola en un drama intimista donde la mujer del título se obsesiona con un joven que tiene la misma edad que podría tener en ese momento su hijo desaparecido. Los calculados y extensos planos secuencias (señas de identidad en la obra de Sorogoyen) y las inteligentes elipsis marcan el tono de una película que brilla en su último tercio. Y por el otro lado Zorica Nusheva, protagonista de Dios existe, su nombre es Petrunya, película macedonia dirigida por Teona Strugar Mitevska basada en un caso real acaecido en este país, en donde una joven se lanzó al río a por una cruz que es lanzada por un sacerdote cada mes de enero y que según la tradición otorga buena suerte. El problema reside en que solo los hombres pueden encontrarla y ante este sacrilegio, los habitantes machistas del pueblo le conminarán a devolverla. Interesante y fresca cinta que tiene en la actuación de Nusheva uno de sus grandes méritos.
Junto a Sorogoyen, el cine español estuvo representando por otros dos cineastas de indudable originalidad y proyección. Primeramente con el controvertido artista catalán Albert Serra, que con Liberté regresa al siglo XVIII para plasmar en pantalla un catálogo de obscenidades y perversiones sexuales a lo largo de una interminable noche protagonizada por libertinos expulsados de la corte de Luis XVI. Con una captura de la oscuridad visualmente bellísima, Liberté es excesiva, reiterativa y con ansias de polémica, pero siempre disfrutable. Serra se confirma como uno de los principales autores a nivel internacional que reflexiona sobre los límites existentes entre la película para cine y el videoarte para museo. Y con idéntica elegancia en el tratamiento de la noche y la oscuridad hallamos Longa noite, tercer largometraje del director gallego Eloy Enciso tras Pic-nic (2008) y Arraianos (2012) y nuevamente con Mauro Herce como director de fotografía. Ahora Enciso realiza su personal aportación a la memoria histórica española a través de cartas reales de víctimas del franquismo y textos de autores como Max Aub o Alfonso Sastre. Un hombre que regresa a su pueblo natal en Galicia tras la conclusión de la guerra civil es el punto de partida de una película estéticamente hermosa y desafiante en su estructura narrativa, premiada con el Boccalino D’Oro en Locarno al mejor director.
El estadounidense Abel Ferrara concursó con Tommaso, extravagante drama con tintes autobiográficos sobre un director de cine afincado en Roma que atraviesa diferentes crisis. Un autoexorcismo en el que el responsable de títulos como Teniente corrupto (1992) o Pasolini (2014) propone una redención ante los espectadores. Pese a que Tommaso contenga escenas muy poderosas, la irregularidad es la nota predominante durante todo el metraje. Da la sensación de que esta alucinatoria obra de amor, dolor, adicciones y repaso al pasado poseía las claves para una película mayor. Algo parecido le ocurre a El reflejo de Sibyl, tercer largo de Justine Triet, quien vuelve a contar con la intérprete Virginie Efira para armar un juego de espejos entre tres mujeres: una psicoanalista convertida en escritora, una actriz y una directora de cine. Cuando estos tres personajes se reúnen en una isla para el rodaje de una película es cuando el filme de Triet alcanza su mayor nivel. Los límites entre ficción y realidad en clave feminista.
La famosa invasión de los osos en Sicilia es el debut del reconocido historietista e ilustrador italiano Lorenzo Mattotti, quien adapta al cine la homónima novela infantil de Dino Buzzati. Agradable animación con tramos de gran ingenio sobre un enfrentamiento entre osos y el pueblo siciliano que ofrece lecturas políticas poco optimistas pero de bastante interés. Su plausible diseño animado y su enérgico ritmo la hacen disfrutable no solo para adultos sino también para los más pequeños. Para cerrar este análisis de la Sección Oficial, Little Joe, la notable incursión en la ciencia ficción de la cineasta austriaca Jessica Hausner. La trama tiene como epicentro la creación por parte de una científica de una planta que da la felicidad. Una vez entren distintas personas en contacto con el vegetal, tanto dentro como fuera del laboratorio, la madre de la criatura percibe que los resultados no son los previstos. Diversas interpretaciones –sociales, políticas, farmacológicas– tienen cabida sobre el virus que se propaga y expande entre los individuos, forzando quienes han sido infectados a los que aún no lo han sido para que lo hagan. Potente puesta en escena, con un formidable uso del sonido y la preponderancia de los colores verdes y rojos, con la que Hausner logra que en cada secuencia emerja el misterio.