CURTOCIRCUITO 2019: «PENÍNSULAS»
Respirar bajo el agua
Hace poco más de dos semanas que la vasca Maddi Barber presentó su segundo trabajo en la sección Zabaltegi-Tabakalera del Festival de San Sebastián pero, pese a su todavía escaso recorrido por los circuitos festivaleros, ya se ha convertido en una de las piezas española más destacadas de la temporada. O por lo menos, así lo ha manifestado el jurado que ha otorgado a Urpean lurra el Premio Penínsulas en el 16ª Festival Internacional de Cine Curtocircuito. El trabajo de Barber ha triunfado en el certamen gallego, y no solo por ser, con diferencia, el más extenso (50 minutos), sino por su crudeza reivindicativa que desentona con el recurrente humor simpático que ha predominado en la sección Penínsulas.
Tras deslumbrar el año pasado con 592 Metroz goiti –film estrenado también en el certamen donostiarra, y ganador del Premio del Público en la 15º edición de Cortocircuito-, Barber repite con Urpean lurra y se centra, de nuevo, en la memoria de aquel entorno pirenaico-navarro sobre el que se construyó el pantano de Itoiz. La comunicación entre sus dos trabajos es indiscutible, puesto que se complementan: si en 592 Metroz goiti la directora estableció una “relación directa entre la realidad de muchas personas y los animales”, es decir, de la vida por encima de la cota marcada por el agua, en Urpean lurra -como el propio nombre indica “tierra bajo el agua”- trabaja en torno a los recuerdos dolorosos, pero preciosos, de aquellos siete pueblos y de aquellas tres reservas naturales sumergidas. Barber hace uso de imágenes de archivo para mostrar con total crudeza, la lucha de diversas asociaciones ecologistas y populares, y los contrasta con la actual situación fantasmal del embalse.
Sin esa mirada tan crítica al pasado, pero con la inspiración también omnipresente de la naturaleza, ha estrenado Alejandro Pérez Huile sur Vent. La coproducción suiza-española recoge el día a día de un “solitario señor” recolector de aceitunas en una isla inundada desde hace décadas. A diferencia de la obra de Barber, Pérez intensifica los sonidos e imágenes del entorno, embelleciéndolo a través de encuadres manipulados, desfigurados, reflejados o superpuestos. La presencia humana, minimizada por los paisajes, llega incluso a ser insignificante, y de este modo, una relativa calma reina ocasionalmente en el cortometraje.
La mención especial Penínsulas ha recaído en Leyenda dorada, de Chema García Ibarra e Ion de Sosa. En ella, lo cotidiano toma un carácter fantástico sin que el espectador se dé cuenta de ello. Cualquier día de verano, en una piscina municipal cualquiera, un hombre parece estar a punto de morir ahogado, pero un milagro lo salva. La suerte –el juego de cartas-, el destino – un ritual místico-, y los sueños de los bañistas son retratados con total sencillez, sin énfasis, sin barroquismos innecesarios. Leyenda dorada, que concursó en la sección oficial de cortometrajes de la Berlinale, se nutre de la cinematografía costumbrista nacional desencadenando, con humor y sutileza, un carácter místico y de ensoñación.
De esta manera, si García Ibarra y De Sosa se adentran en la cultura popular sintiéndose a gusto al unir pequeñas historias que completan una visión particular de la sociedad actual española, Àlex Brendermühl hace justamente todo lo contrario. Lejos de los ecos costumbristas, el director de Rumbo a peor (2009) y Rifirrafe (2013) completa la trilogía con Rarotonga. Rompiendo, como en sus anteriores trabajos, los códigos convencionales de la narración clásica, lo absurdo se apodera de la huida burlesca de los tres protagonistas a la isla que da nombre al cortometraje. Sin pronunciar ni una sola palabra, los tres se entienden a la perfección, puesto que comparten la desesperada necesidad de ser diferentes, de liberarse, como la propia pieza de Brendermühl.
Pero desconcertante puede suponer, sobre todo, La casa de Julio Iglesias, de Natalia Marín (ver también Cinemajove y Márgenes). Como ya lo hizo en su pieza anterior, New Madrid (2017), la arquitectura y el urbanismo toman gran relevancia de manera visual, prescindiendo completamente de imágenes reales y utilizando proyecciones digitales tridimensionales -quizá abstractas, quizá no- de la casa del cantante. Estrenada en la sección Signs of life de la 71 edición del Festival de Locarno, La casa de Julio Iglesias se divide en dos partes en las que se narra -primero a través de una voz en off, y a continuación mediante texto escrito- la curiosa influencia de este edificio para el gobierno de Shanghai, quien quiso “construir una réplica de España”.
Más íntimo y sensorial es, sin duda, Xiao Xian, de Jiajie Yu Yan. Sumergiéndonos en la comunidad china, el relato que transcurre durante una única noche dialoga entre la delgada línea del fetichismo y el amor prohibido. Xiao Xian recibe el encargo de terminar un vestido, pero su mejor amiga se presenta de pronto en su casa para convencerla de salir con ella de fiesta. Esta acepta, y las dos se adentran en un mundo oscuro del que saldrán confundidas. Espectacularmente fotografiada –ganó el premio a la mejor fotografía en la 6ª edición del Festival de Cortometrajes REQUENA Y… ¡ACCIÓN!-, el rojo, el verde y el azul neón impactan en la sensibilidad de la trama estableciendo significados específicos ligados con la atracción, el deseo, la pasión y el erotismo.
Y qué decir de Suc de síndria. Irene Moray vuelve a adentrarse, al igual que en su ópera prima Bad Lesbian (2018), en el universo femenino a través de risas, humor y llantos. En este caso, cuenta la historia de Bárbara y Pol, dos jóvenes que se van de vacaciones para poder estar rodeados de naturaleza y amigos. En el cortometraje –que ha competido este año en la Berlinale y en Cinemajove– se debate sobre los estereotipos de género y el feminismo, sobre los miedos y traumas de una sociedad reprimida sexualmente y alienada culturalmente. Principalmente, veremos rostros, gestos, tanto de uno como de otro, reforzando el poder del fuera de campo, y es que, el formato académico encierra a la pareja en sus problemas, incapaces de expresar, liberar o afrontar sus miedos o sus deseos. Sin embargo, la libertad llega, y los desnudos cuerpos de los protagonistas se integran en total armonía con la naturaleza.
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