FELIZ AÑO NUEVO, COLIN BURSTEAD
Feliz año nuevo, ángel exterminador
Parafraseando la máxima que asegura que los amigos son la familia que uno elige, podríamos decir que nuestros familiares son los enemigos a los que jamás estuvimos en posición de rechazar hasta que fue demasiado tarde para expulsarlos de nuestras vidas. Un extremo que podría aplicarse a los miembros del extenso clan protagonista de Feliz año nuevo, Colin Burstead, dirigida y guionizada por Ben Wheatley para la cadena BBC, que en su planteamiento inicial se diría la enésima aproximación cinematográfica a la unidad familiar vista como el origen de todo mal. Una institución vaciada del amor y la fraternidad que, siempre en teoría, debería dotarla de verdadero sentido, pero que se ceba y alimenta de sus desgraciados miembros a cada nueva festividad o celebración. Aunque si bien es cierto que hay ecos en Feliz año nuevo, Colin Burstead de algunos de los lugares comunes cartografiados con anterioridad por películas como Celebración (Thomas Vinterberg, 1998), también lo es que este enfadado filme coral de Wheatley destaca por su capacidad para componer una lograda, y muy sombría, sensación de claustrofobia que la hace más entretenida de lo que sería de esperar, teniendo en cuenta lo manido de su punto de partida y posterior desarrollo.
Feliz año nuevo, Colin Burstead narra, a grandes rasgos y sin sorpresas en el horizonte, la reunión de la familia Burstead para celebrar la entrada del nuevo año en una mansión propiedad de un Lord inglés venido a menos (Richard Glover), de difícil acceso y prácticamente en medio de la campiña inglesa. Un evento organizado por el orgulloso Colin Burstead (Neil Maskell) al que su mujer Val (Sura Dohnke), sus padres Gordon (Bill Patterson) y Sandy (Doon Mackichan), su hermana Gini (Hayley Squires) y una larga lista de parientes acuden a contra cuerpo, siendo incapaces de expresar su rechazo frontal a tener que compartir techo en medio de la nada. Pero la situación, solo sostenida por el miedo a desentonar ante la armonía familiar que se le presupone a una festividad como la que celebra la llegada del 1 de enero, se enturbia todavía más cuando Colin se entera de que Gini ha invitado a su hermano menor y oveja negra de la familia, David (Sam Riley), quien lleva cinco años desaparecido de la vida de los Burstead por motivos que, al igual que el resto de reproches y trapos sucios demasiado tiempo ocultos, irán ventilándose de forma harto opaca durante el desarrollo de Feliz año nuevo, Colin Burstead.
Un grado de crispación interna que se traduce en una puesta en escena casi siempre alterada por alguno o varios de los elementos que la componen, ya sea su fotografía, obra de Laurie Rose y cromáticamente saturadísima en algunos momentos, el abrupto montaje del propio Wheatley, que trocea continuamente el espacio por el que su nerviosa cámara parece moverse con total libertad, siempre temblorosa y al borde del colapso nervioso, o una sobresaturación de diálogos que en su omnipresencia sonora ponen a prueba la capacidad de retentiva del espectador. Esta estrategia no resulta especialmente original de cara a plasmar el estado de permanente tensión en el que conviven, peor que mejor, los Burstead, pero se resuelve hábilmente por parte de Wheatley al convertir lo que podría haber sido simple ruido de fondo en nervio y asfixia vital. Y es que la algo histérica armonía formal pergeñada por Wheatley en esta Feliz año nuevo, Colin Burstead contribuye enormemente a transmitir la impresión de ahogo que parece haber hecho prisioneros a los invitados a la fiesta, quienes se mueven constantemente arriba y abajo sin un destino claro y hacen de su compulsivo consumo de alcohol y tabaco (revestido de falsa sofisticación a base de vaporizadores y gin-tonics) la única forma de mantener un mínimo de compostura… y también la excusa perfecta para perderla en cuanto lo ven conveniente.
Elementos que, tal y como los articula Wheatley, confluyen en una conseguida atmósfera de claustrofobia no solo hecha de tradiciones mal entendidas, medias verdades y secretos familiares si no también de una puesta en escena que hace de Feliz año, Colin Burstead un inesperado cruce de caminos entre películas tan distantes entre sí como puedan ser Los amigos de Peter (Kenneth Brannagh, 1991) y El ángel exterminador (Luís Buñuel, 1962), con ecos del anterior filme del realizador, High Rise, estrenado en el 2015. Si en aquella interesante adaptación de Rascacielos, excelente novela firmada por J. G. Ballard (1930-2009) en 1975, los inicialmente civilizados habitantes de un descomunal rascacielos parecían dar rienda suelta a sus más desaforados impulsos violentos y sexuales hasta convertir la civilizada convivencia inicial en el edificio en algo más próximo a una cruenta guerra de guerrillas, la claustrofóbica velada de los Burstead parece siempre al borde de la violencia gratuita, ya que el espectador nunca acaba de comprender muy bien el porqué de tanto desprecio mutuo hasta prácticamente el final de la película.
Una misantropía tonal, no exenta de cierto humor desesperado, en el retrato de esta disfuncional familia que cuaja definitivamente gracias a un guion, modelado por las numerosas improvisaciones del buen equipo actoral de la película, alérgico a lo explicativo hasta niveles próximos a la opacidad narrativa. En gran parte, Feliz año nuevo, Colin Burstead dibuja los contornos de los conflictos que distancian a los Burstead desde tiempo inmemorial, pero a duras penas entra a definirlos ni que sea a través de sus diálogos. Los motivos, por ejemplo, por los que Colin odia tan agresivamente a David son un misterio para el público, como también lo es el que el primero se niegue a prestarle dinero a su padre de forma tan categórica como lo hace. Debido a esta falta de transparencia, y a lo libre de su plasmación formal, Feliz año nuevo, Colin Burstead se convierte en una película expositiva hasta el naturalismo, pero también fría y hasta cruel, poblada por personajes sin apenas matices y aparentemente despreciables, que se maltratan entre ellos sin una razón clara que permita al público poder empatizar con ellos hasta el final del filme. Esta aparente falta de elaboración podría atribuirse a lo reducido del metraje del filme, de apenas una hora y media, o a la desorbitada cantidad de personajes que aparecen en él. Pero también puede leerse como una estrategia dramática que parte de la misantropía para abrazar finalmente lo emotivo, cuando en los últimos minutos de la película, gracias a la previa acumulación de pequeñas y grandes mezquindades sin motivo aparente, la explicación de todo lo que hasta entonces había quedado oculto al público adopta la forma de una lograda catarsis, inesperadamente emocionante pese a su previsibilidad.
Mérito de Wheatley, y del buen equipo actoral, es el que hasta que esta emotiva reconciliación se produce el espectador no se desentienda de lo que está viendo, convertido en convidado de piedra en una pieza de cámara que, en ausencia de la crueldad y atmósfera de la que hace gala este Feliz año nuevo, Colin Burstead sería un rutinario fresco de las hipocresías sociales y familiares británicas en tiempos del Brexit. A cambio, y sin por ello descartar la parábola sobre las tumultuosas relaciones entre Reino Unido y la Unión Europea, y entre los propios británicos, que se adivina bajo las imágenes y desenlace final de Feliz año nuevo, Colin Burstead, la película logra esquivar tanto el aburrimiento como el corto vuelo de una lectura más o menos coyuntural sobre lo que narra, gracias a una enérgica puesta en escena que quizás habría merecido de un desarrollo argumental menos rutinario y unos personajes más elaborados… aunque parece que Wheatley se encuentra enfrascado en enmendarse a sí mismo convirtiendo el filme en el capítulo piloto de una serie televisiva que contará con los Burstead y sus invitados como protagonistas ¿Logrará su propósito? Es principios de año. Ustedes dirán.
Feliz año nuevo, Colin Burstead (Happy New Year, Colin Burstead, Reino Unido, 2019)
Dirección y guion: Ben Weathley/ Producción: Michael S. Constable y Andrew Starke/ Fotografía: Laurie Rose/ Montaje: Ben Wheatley/ Diseño de Producción: Alexandra Slade/ Música: Clint Mansell/ Reparto: Neil Maskell, Sura Dohnke, Hayley Squires, Sam Riley, Charles Dance, Nicole Nettleingham, Doon Mackichan, Bill Paterson, Mark Monero, Richard Glover, Sudha Bhuchar, Vincent Ebrahim, Sinead Matthews, Sarah Baxendale, Joe Cole, Peter Ferdinando, Asim Chaudhry, Alexandra Maria Lara.