ENTREVISTA A CHARLOTTE LE BON
«…el amor crea fantasmas, recuerdos que embrujan.»
Falcon Lake, el debut de la actriz francocanadiense Charlotte Le Bon en la dirección, es una película que se mueve entre los códigos del fantástico contemporáneo y las formas de ciertas cintas actuales que podrían calificarse como similares. En Revista Mutaciones pudimos ver la película en la pasada edición del Festival de Las Palmas y tuvimos la suerte de hablar con su directora sobre las claves que conformaban su opera prima.
Resulta interesante cómo la película sigue en mayor medida las experiencias, los impulsos y los deseos de Bastien, un chico adolescente, ¿cómo afrontaste esa mirada masculina en la película?
Creo que la película no está planteada desde una mirada masculina. O al menos no desde una mirada estereotípicamente masculina. Principalmente por el hecho de que yo misma soy una mujer. De algún modo es un elemento de la película que causa algo de sorpresa: el hecho de que esté rodada siempre desde el punto de vista de Bastien, un chico de 13 años, y yo sea una mujer de 37 años. Pero para mí era algo esencial no tanto el representar una mirada masculina, sino más bien reproducir la experiencia masculina desde otro enfoque. He tenido amigos que me han contado historias acerca de sus relaciones cuando eran más jóvenes que eran muy similares a las de mis amigas. Mi intención era mostrar que las vivencias que un chico o una chica puedan tener en la adolescencia son más parecidas de lo que la sociedad -tan ofuscada en separar los roles de género en algo binario- pueda imponer. O que en la mayoría de los casos, son las diferencias impuestas por los roles de género “clásicos” las que terminen generando toxicidad o problemas en el comportamiento.
Encuentro en esa representación de la mirada y el deseo uno de los pilares principales de la película, ¿cómo se relaciona esto con el universo fantástico que plantea?
Todo lo que rodea al género en la película es cuestionable en primera instancia. Como la mayoría de historias de fantasmas, tiene algo de rechazo e incredulidad, que da paso a la fe en lo etéreo. El deseo inconcluso de Bastién acaba convirtiéndose en una mirada no correspondida. Algo que está, pero no está. Como un fantasma. Prefiero no dar ningún detalle específico ni ninguna respuesta clara al respecto, porque creo que es uno de los elementos más metafísicos de la película. Así quise que fuera. Al final el amor crea fantasmas, recuerdos que embrujan. Que sean reales o no depende de cada uno.
La película está rodada en 1:37, un formato muy particular. ¿Existe en ese formato un primer acercamiento a esa fantasía inherente?
Quise rodar en un formato tan compacto porque al fin y al cabo es una película sobre la intimidad y sobre lo intimidante que puede resultar la intimidad. Uno de mis deseos a la hora de rodar era encontrar una disrupción entre la distancia que separaba a los personajes, y la enormidad del escenario que les rodeaba. El formato 1:37 prácticamente obliga a los personajes a juntarse en el encuadre, de modo que cuando hay un movimiento, tanto si es para acercarse o alejarse, es algo que siempre va a llamar la atención. Esa intimidad va ligada a los elementos fantásticos del guion. Es algo místico y nuevo, aterrador pero atractivo. Me alegra ver que pude plasmar esos sentimientos también a través del formato.
La naturaleza, los espacios abiertos, los encuadres vacíos… También son elementos que subrayan ese ambiente de fábula en Falcon Lake.
Algo que tuve presente desde que empecé a adaptar el cómic, es que quería dar especial protagonismo a la ambientación, al escenario. La película está repleta de planos aislados del bosque, del lago, de caminos y arboledas, todos ellos vacíos, como si faltara algo en esas imágenes. Al tratarse de una historia de fantasmas en la que más bien se discute su presencia, quise que esos momentos fueran motivo de ambivalencia, de debate.
Por último, quisiera preguntarte acerca de la parte sonora de la película. La música, el sonido y los silencios son piezas que van ligadas tanto a los espacios como a los personajes. ¿Cómo ideaste el universo sonoro de Falcon Lake?
Mi experiencia con la parte sonora de la película fue algo particular. Mi primer corto, Judith Hotel (2018), tuvo un trabajo sonoro mucho más austero que Falcon Lake. Principalmente por falta de medios, no por otra cosa. Llegué al rodaje de la película con una idea muy diferente de lo que acabó siendo el sonido. Encontré en los sonidos del bosque un complemento a los silencios que separan la relación entre Bastien y Chloé. Aprendí a respetar esos silencios, el tempo que marcan, el ritmo que plantean. La música es una parte disruptiva de esta idea: si los silencios suponen la base del vínculo entre los personajes, la música rompe la calma, les desestabiliza. De ahí que los momentos musicales más llamativos de la película sean aquellos que suponen una separación entre ellos dos.