ESPÍRITU SAGRADO
Ojos que no ven…
Espíritu sagrado (Chema García Ibarra, 2021) debe mucho a la mirada. La de los personajes, quienes desde su primer cortometraje, El ataque de los robots de Nebulosa-5 (2008), se presentan como ciudadanos en el límite de lo socialmente aceptable debido a sus creencias. Lo extraterreste, lo paranormal, lo conspiranoico: los habitantes del imaginario del director ilicitano viven (si bien, cada vez menos) en los márgenes de nuestra sociedad. Y no sólo por sus creencias, sino también por sus capacidades intelectuales o su imposibilidad de adaptación. La virtud de Ibarra es darles voz y hacer que los miremos para poner en cuestión nuestros prejuicios. O si no, ¿qué pinta ese magnífico plano de los dos protagonistas mirando un ensayo para las procesiones de semana santa justo después de haber conversado acerca de espíritus ancestrales que habitan entre nosotros? Si sus creencias son risibles también lo son las canónicas, parece querer decir. No busca, sin embargo, hacer una crítica fácil y vaga: el director siempre ha jugado con la posibilidad (es una de las mejores partes de su cine) de que todas esas ideas, a priori ridículas y excéntricas, sean ciertas. Y así, el sutil comentario no reside en la imposibilidad de una creencia, sino en los sesgos con los que miramos al otro.
También es importante, pues, la mirada que propone al espectador de la película. Una mirada al mismo tiempo cómica y amarga (el cariño y la dureza con la que trata a sus personajes es ejemplo de ello) que gracias al talento de Ion de Sosa, colaborador habitual, se ve conformada por planos grabados tanto en 35mm como en 16mm. Estas imágenes que dan forma a la trama de la película tienen vida y textura: son excéntricas como sus habitantes. Además, el montaje es sutil y elíptico, dejando que el espectador se alimente en cada momento de unas pocas migas del argumento, al mismo tiempo que las imágenes le cuentan historias profundas sobre los personajes. Se vale pues de planos fijos, llenos de detalles, y sólo comienza a mover la cámara cuando la trama lo requiere. Cuando el thriller va oscureciéndose los modos de rodar se hacen más complejos pero en ningún momento excesivos, siempre usando el apunte justo, manteniendo las posibilidades narrativas y meta-narrativas de cada plano.
Todo este planteamiento argumental y formal se ve bien resumido en una secuencia donde la niña protagonista y su tío acuden a una conferencia sobre temas espirituales. Dicha secuencia, después de presentarnos partes de la conferencia, que trata temas que podrían considerarse absurdos, concluye con un plano del rostro de ella, de su mirada encendida por la magia que ese discurso produce en sus oídos. Lo importante en Espíritu sagrado no es el contenido de la creencia, sino la necesidad de ella y también los peligros que puede acarrear. Parece hablar, en última instancia, del cine como necesaria representación: ese plano final de la película, que bromea con todo aquello que ha supuesto el eje central de la vida del protagonista. Un ascenso de lo representativo que, sin embargo, no puede dejar de ocupar la pantalla de forma majestuosa.
Espíritu sagrado (Chema García Ibarra, España, 2021)
Dirección: Chema García Ibarra /Guion: Chema García Ibarra /Fotografía: Ion de Sosa /Reparto: Nacho Fernández, Llum Arques, Joanna Valverde, Rocío Ibáñez /Producción: Coproducción España-Francia-Turquía; Apellaniz & De Sosa, Jaibo Films, La Fabrica Nocturna Cinéma, Teferruat Film
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