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ÉRASE UNA VEZ EN NAVIDAD

Reflejo y resonancia

Echo. Revista Mutaciones

Tanto en la primera como en la última escena de Echo, de Rúnar Rúnarsson (mal titulada en España como Érase una vez en Navidad) el músico Kjartan Sveinsson, ex-miembro de la banda islandesa Sigur Rós, abre y cierra esta experiencia con la Parte IV de su ópera personal titulada Der Klang der Offenbarung des Göttlichen, que más o menos se podría traducir como “El sonido de la revelación divina” en castellano. La pieza crea, a través de su orquesta y coro angelical, una sensación de trascendencia que curiosamente no representa las sensaciones que dejan la mayoría de fragmentos que conforman este navideño mosaico de cotidianidad y humanismo, influenciado en forma por el Roy Andersson de la Trilogía de la vida (Canciones del segundo piso, La comedia de la vida, Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia) y de Sobre lo infinito (2020).

La carrera como cineasta de Rúnar Rúnarsson va de sus éxitos en festivales a su limitado recorrido en cartelera, tanto nacional (Islandia) como internacional. De ser nominado al Óscar por su cortometraje The Last Farm (2004), a ganar la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián por Gorriones (2015). Echo supone un antes y un después, ya que con ella abandona la puesta en escena intimista y céntrica a sus personajes protagonistas. Esta queda sustituida, como se ha mencionado antes, por un estilo similar al del sueco Roy Andersson, uno de los cineastas europeos con más personalidad de los últimos veinte años, caracterizado por sus planos fijos y generales, y estructurado de forma yuxtapuesta a través de microhistorias puntillistas de poca duración, a veces interconectadas, a veces independientes. Es importante recalcar que las similitudes acaban aquí, pues pese a esta metamorfosis en la puesta en escena, el fondo de Rúnarsson permanece intacto, y se contrapone plenamente al de Roy Andersson. Si este reflexionaba sobre la existencia y las etapas más oscuras del siglo XX en clave poética (incluso onírica) a través de sus tableau vivant de influencia teatral y su característico cinismo y negro sentido del humor, la propuesta del islandés es una con los pies en la tierra.

Echo. Revista Mutaciones

Rúnarsson describe su película como una hija del cine de Roy Andersson y del neorrealismo italiano de Vittorio De Sica. Superficialmente, las escenas o viñetas de Echo se ven ubicadas temporalmente en las dos semanas más importantes de la Navidad islandesa. Momentos que capturan lo mundano y lo familiar y que, inevitablemente, resuenan con cualquiera de nosotros: una joven dándole de comer a su abuelo o unas niñas bailando bajo la fascinada mirada de la madre de una de ellas. La súplica de un padre por un puesto de trabajo mientras sus hijos corretean en las proximidades o el cántico de un villancico en Nochebuena. La reflexión sobre la muerte de una anciana junto a su nieto en una visita al cementerio, la disculpa de una joven a una antigua compañera de clase, la partida de Monopoly de unos viejos amigos y las discusiones familiares y los petardos de Fin de Año.

La caleidoscópica mirada de Rúnar Rúnarsson da la sensación de documental costumbrista en ocasiones, y es evidente la inconexión que existe entre la mayoría de estas “viñetas” realistas. Rara vez una responde a la que ha venido anteriormente, y cuando lo hace comparte más la temática que la ubicación (los obreros en huelga/el anciano herrero que escucha la radio o la madre enseñando a su hijo el canto de los pájaros/el niño en el ataúd). Las preocupaciones del cineasta islandés no son pocas, y las que tienen una presencia capital en Echo le vienen acompañando desde sus inicios como director de cine, en especial las de la paternidad, el envejecimiento y la pérdida familiar. Todos estos temas se complementan con ideas más secundarias pero igual de pertinentes y constantes para con su discurso, ya sea la “deshumanización” de las festividades por la presencia de las nuevas tecnologías o la necesidad de mostrar la rutina navideña de todo tipo de individuos o colectivos, independientemente de su clase social, trabajo o condición personal.

Echo. Revista Mutaciones

Érase una vez en Navidad es una traducción muy poco acertada para Echo porque desvirtúa lo que está intentando contar Rúnarsson. Echo no es un compendio de historias o cuentos. Son fotografías que retratan una realidad atemporal. Unas capturan momentos de gran belleza y otras momentos de dolorosa aflicción. Es una película sencilla (que no simple) y emocional, un paréntesis relevante en la carrera de Rúnar Rúnarsson que anexiona con sabiduría su propio estilo con el de Roy Andersson, y que meramente aprovecha el escenario navideño para hacer resonar, cual eco, la idiosincrasia de todo un país y, por extensión, la de toda la humanidad.


Érase una vez en Navidad (Bergmál. Islandia, 2019)

Dirección: Rúnar Rúnarsson / Guion: Rúnar Rúnarsson, Live Hide, Lilja Ósk Snorradóttir / Producción: Birgitte Hald, Bo Ehrhardt, Rúnar Rúnarsson, Snorri Þórisson, Lilja Ósk Snorradóttir, Einar Sveinn Þórðarson, Elli Cassata y Live Hide / Música: Kjartan Sveinsson / Fotografía: Sophia Olsson

Un comentario en «ÉRASE UNA VEZ EN NAVIDAD»

  • Me encanta la crítica de era se una vez ahora deseando de ver la peli

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