ENTREVISTA A PABLO BERGER (ROBOTS DREAMS)
“La emoción está en la mirada de los protagonistas sean de carne y hueso o de animación”
Pablo Berger aparece en la pantalla del ordenador puntual y sonriente. Montado en la vorágine de promoción de la película, transmite energía y buenas vibraciones.
¿Qué le atrajo de la novela gráfica de Sara Varon?
Soy coleccionista de libros gráficos sin palabras. Robot Dreams me sedujo desde el primer momento. Una historia que habla de la amistad, de su fragilidad y de la perdida. Me gustaron sus personajes y especialmente el final me conmovió. Me gustan los finales muy poderosos y dramáticos que mezclan emociones. Aunque no de una manera muy explicita, Nueva York estaba también presente, una ciudad con la que tengo una relación muy íntima. Había muchos elementos para hacer un largometraje que encajaba con mi forma de ver el mundo y entender el cine.
¿Cómo fue la colaboración con Sara Varon?
La primera vez que nos encontramos le presenté mis películas, le conté mis ideas y enseñé algunos dibujos. Ella quedó encantada y pronto cerramos el tema de los derechos de autor. Sara hizo seis ilustraciones, o concepts, de varios momentos de su novela gráfica. Los concepts son dibujos mucho más detallados y complejos que las viñetas de la novela gráfica. Y con ellos y el guion fuimos a buscar financiación. Sara nunca tuvo una actitud intervencionista. Para nosotros era muy importante que la autora se sintiera identificada con el proyecto. Siempre ha estado informada de nuestros pasos, visitó España para ver el trabajo y ha sido una colaboradora excepcional.
Ha declarado que le gusta la línea clara y que no dudó en hacer la película en 2D.
Sí, 2D con herramientas digitales. Yo crecí con los que se llamaba “dibujos animados” y nunca me planteé el 3D. Quería estar lo más cerca de los cómics que había leído y me gustaban.
¿Ha encontrado muchas diferencias entre una película de ficción con actores reales y otro de animación?
Muy pocas. La diferencia más importante es que en animación los procesos son más largos y precisos. Las decisiones se toman con tiempo y es más fácil buscar soluciones. No hay accidentes. Tampoco improvisación. El story board y la animática se siguen a rajatabla. No hay un director de fotografía, pero el director de arte hace sus funciones. El director de animación hace el rol del coach de los actores. El diseñador de personajes hace las funciones del responsable de casting, vestuario, maquillaje y peluquería. La diferencia es el manejo del tiempo. En un rodaje de ficción con actores, el rodaje puede durar dos meses. En una película de animación, el equivalente al rodaje puede durar, como fue nuestro caso, 18 meses, nueve veces más.
Lo que hacía que una película como Blancanieves (2012), silente y en blanco y negro, fuera aceptada y seguida por un espectador actual era sobre todo el montaje y también la música. ¿Cómo ha abordado estos aspectos en Robot Dreams?
El montaje tiene muchas similitudes. Muchos planos, planos muy cortos, ritmo. El montaje aporta punto de vista. La banda sonora presenta más diferencias. En Robot Dreams hay sonido en las calles, suena el teléfono, música pop y una banda musical muy conectada a las imágenes, muy emocional. En Blancanieves solo había una sinfonía de Alfonso Vilallonga de una hora y cuarenta minutos que acompañaba toda la película. La música sustituía al diálogo.
Usted se ha caracterizado por tener buen ojo con las localizaciones de sus películas. ¿Cómo lo ha resuelto en un film de animación?
El aspecto visual es esencial en todas mis películas. Quería hacer una película de época que se desarrollara en el Nueva York de los 80. Yuko Harami me ayudó a buscar un Nueva York de verdad. Localizar imágenes, buscar objetos que dieran sensación de autenticidad. A mí me gusta el Nueva York de Cowboy a medianoche, The French Connection, Serpico, o Taxi Driver, pero también el de After Hours, Hannah y sus hermanas y Kramer contra Kramer. Estas han sido mis fuentes de inspiración. La ciudad con la que me encontré, cuando fui a vivir allí, era el centro del mundo, una ciudad donde había una explosión de libertad e información, una ciudad donde todo era posible. Fueron años clave de mi vida, algo así como vivir en Blade Runner, y quería que esto estuviera en la película. Nueva York -sus edificios, su estructura- no ha cambiado tanto. Una mezcla de ciudad dura y Disneyland. En resumen, la película es una carta de amor a Nueva York.
¿El reto es que un perro y un robot dibujados respiren emoción?
No hay tanta diferencia entre la imagen real y la de animación. Hay que buscar emoción y la emoción está en la mirada de los protagonistas, sean de carne y hueso o de animación.
Quería hablar del Bilbao donde inició su carrera cinematográfica…
Bilbao es una ciudad donde llueve mucho, así que hay mucho cinéfilo. Enrique Urbizu, Alex de la Iglesia y otros muchos coincidíamos en el cine club de la Universidad e íbamos al cine juntos. Urbizu que ya había hecho su primera película (Tu novia está loca, 1988) y Alex, que se ocupó de la Dirección de Arte, me ayudaron mucho en mi primer corto, Mama (1988), que ganó un premio en el Festival de Alcalá de Henares y me permitió tener una beca para estudiar en Nueva York.
Algún día rodará en Bilbao…
(Berger enigmático) Quizás, no lo descarto…