ENTREVISTA A JAVIER OCAÑA
«Yo no entiendo la vida sin el arte… y lo he intentado transmitir de la manera más sincera posible»
En De Blancanieves a Kurosawa (2021) Javier Ocaña propone un viaje por el cine desde una visión infantil a una más madura. Este es un libro muy personal y libre de prejuicios en el que dialogan películas de todo tipo con un objetivo: enseñar cine a los hijos, a los suyos propios, los protagonistas de esta experiencia familiar. Un diario de aventuras con las claves para aprender a transmitir el amor por el cine. En Revista Mutaciones hablamos con él.
De Blancanieves a Kurosawa no tiene intención didáctica, no es un manual de enseñanza, es más bien una crónica. ¿De dónde surge la inspiración de este formato?
La idea es mía. Soy profesor de cine, pero no quería escribir un libro exactamente didáctico. Me parecía mucho más sincero escribir una crónica personal porque a mis hijos no les he enseñado cine, yo he compartido el cine con ellos. Creo que era más natural hablar desde la experiencia del cine con los niños y no pontificar nada. Yo sí he conseguido que mis hijos sean cinéfilos, pero no puedo confirmar que otros lo vayan a conseguir.
Como explicas en el prólogo, el título de tu libro está inspirado en un capítulo de La hipótesis del cine (2007) de Alain Bergala que se llama De Pokémon a Dreyer. ¿Te han influido las ideas de otros autores que hayan tratado el cine desde una perspectiva didáctica?
No mucho. El libro de Bergala lo leí hace tiempo, cuando yo no pensaba en ningún momento que iba escribir algo parecido. Pero sí que se me quedó ese concepto. Bergala lo nombra para rechazarlo, pero a mí me parecía muy interesante porque es la estrategia que yo utilizo en clase con mis alumnos. Siempre les digo que mi objetivo es que suban un escalón con respecto al nivel que traen. Los grupos a los que enseño son muy heterogéneos, unos saben mucho, a otros les apasiona el cine pero saben menos, tanto del lenguaje cinematográfico como de historia del cine o de narrativa audiovisual. El objetivo de avanzar por niveles encaja muy bien con esa idea de De Pokémon a Dreyer. Empezar con cosas sencillas y con valores artísticos como puede ser Doraemon (1973-), Bob Esponja (1999-) o las primeras películas de los clásicos de Disney, como Blancanieves (1937).
El subtítulo, La aventura de ver cine con los hijos, indica la idea principal del libro, que es enseñar cine a los niños. Pero, como acabas de señalar, hay gente de todo tipo con pasión por aprender y entender las películas. Este libro funciona como un acercamiento al cine para casi cualquiera…
Estoy convencido de que sí, De Blancanieves a Kurosawa no es un libro solo para padres. Es un libro que puede ser para educadores en todos los sentidos, y puede ser un libro para gente adulta que ama el cine pero no ha visto tanto. Al final creo que entre las 148 películas que salen de ninguna se podría decir que es solo una película para niños. Blancanieves no es solo una película para niños, ni Mi Chica (1991) o La bruja novata (1971). Algunas tienen evidentemente como objetivo principal el público infantil, pero los adultos se lo pueden pasar igual de bien. En los primeros capítulos sí que hay películas en principio más destinadas a los niños, pero luego hay otras de todo tipo.
Los capítulos del libro están definidos por géneros cinematográficos, aunque también añades otros temas, ¿cómo fue el proceso de estructuración del libro?
Es curioso porque la estructura me salió muy de dentro, apenas la cambié. La única diferencia es que tenía previsto un capítulo para el cine infantil y juvenil de los 80, que me parece la gran época para ese cine, y luego lo eliminé porque fui metiendo películas de esos años en cada uno de los capítulos. Desde el comienzo había capítulos que tenía clarísimos: uno para los primeros acercamientos a la muerte y otro para el amor y el sexo. El resto, salvo el del formato de animación, básicamente son de géneros. Creo que la enseñanza por géneros funciona muy bien porque es clara y didáctica.
Muchas de las películas de las que hablas son bastante canónicas. ¿Has tenido alguna reflexión sobre el canon mientras escribías? ¿Has intentado evitarlo? Porque también se mencionan algunas cosas más especiales, como la productora Ealing, que muchos no conocerán.
He pensado poquísimo en el canon. Salen muchas películas canónicas en el sentido de son buenas para una inmensa mayoría, por supuesto, pero también he tratado de descubrir cosas más extrañas. Entre todas las películas, puede haber una inmensa mayoría que los cinéfilos hayan visto, pero seguro que hay unas 50 que no ha visto tanta gente. Hablando de la Ealing, se me ocurren Clamor de Indignación (1947) y Los apuros de un pequeño tren (1953). También pienso en películas como Kisses (2008), El novato (2015) o Navigator: Una odisea en el tiempo (1988). Creo que casi en cada capítulo hay pequeñas perlas que muchos pueden descubrir. En el musical está La pandilla (1992), una película que fue un fracaso de Disney y que no ha visto casi nadie y a mí me encanta. En la parte final, en el capítulo de las películas adultas, hay algunas como El ídolo caído (1948) de Carol Reed que tampoco ha visto mucha gente. Creo que hay suficientes títulos para que incluso los más cinéfilos no puedan decir que las han visto todas.
Es algo en lo que siempre se suele caer, utilizar el canon como herramienta didáctica infalible.
Yo me guío siempre por la intuición y por lo que creo que les puede apetecer a mis alumnos. Pienso por ejemplo que en este curso hemos tratado a autores como Ida Lupino, completamente fuera de lo más conocido; Valerio Zurlini, que no conoce casi nadie; también hemos visto a Terry Gilliam, que es un cineasta muy a contracorriente que siempre ha sido muy insólito; o a Luis Buñuel, que su etapa mexicana es completamente desconocida para la mayoría de los amantes del cine y para buena parte de los cinéfilos más especialistas, que igual han visto El ángel exterminador (1962) y poco más. Lo digo por experiencia, tengo alumnos muy cinéfilos a los que les ha sorprendido. Yo sigo una línea en la que mezclo el canon con cosas más insólitas y esquinadas de la historia del cine, y con el libro y con mis hijos he hecho prácticamente lo mismo.
Como has comentado, tienes experiencia como profesor, también llevas muchos años escribiendo crítica en prensa, hablas en la radio… ¿Has tenido que adaptar tu estilo de escritura o de comunicación en este trabajo?
No, el análisis cinematográfico que aparece en el libro no se diferencia demasiado de los que hago en las críticas de El País desde hace años. Quizá lo que sí me preocupaba en un principio era el intentar aglutinar el análisis artístico, la crónica personal y la visión de la vida que creo que subyace detrás de todo el análisis de las películas. Hay muchas opiniones personales, con respecto a la vida, la educación de los niños…. Mezclar esas cosas sí que suponía un reto para mí. No sé si lo he hecho bien o mal, pero me ha salido de una forma muy natural.
Uno de los aspectos más enriquecedores del libro es que trazas hilos entre distintas películas. Desde comparar Bob Esponja con la comedia de los Hermanos Marx hasta hablar de la influencia del cine negro y el metalenguaje de ¿Quién engañó a Roger Rabbit? (1988). Es esencial conocer la historia del cine y sus mecanismos para poder apreciarlo más…
Al mismo tiempo que contaba una experiencia satisfactoria y emocionante, una experiencia como padre, como persona y como ser humano… creo que era mi obligación intentar aportar cosas a cada uno de los análisis. Volví a ver todas las películas pensando en un libro como De Blancanieves a Kurosawa, buscando las enseñanzas sobre la vida y sobre las emociones que pueden tener películas que en principio solo están hechas para entretener como El halcón y la flecha (1950) o El temible burlón (1952). De ellas se pueden entresacar cosas de la historia del arte, de la historia de la humanidad, la psicología, la educación… Y esa nueva visión tenía que ir acompañada también de un análisis artístico más elevado, de ahí vienen esos hilos conductores. Relaciono Jerry Lewis con Jaques Tati, o Bichos (1998) con los episodios de samuráis de Doraemon, y luego con Los siete magníficos (1960) y Los siete samuráis (1954) o La fortaleza escondida (1958) con Star Wars (1977-2019). El propio George Lucas ha confirmado que su saga galáctica bebe del cine de Akira Kurosawa. Esas conexiones entre películas es algo que utilizo mucho en clase y en casa.
En De Blancanieves a Kurosawa subyace la idea de que el cine nos cambia. Aunque no estás convencido de que sea para mejor… Como dices, no podemos entender la vida sin el cine ni el cine sin la vida.
Yo no entiendo la vida sin el arte, para mí es importantísimo. Pero no es matemático que si tienes un gran amor por el arte vas a ser mejor persona. Lo que sí está claro es que ayuda. Era algo que yo quería inculcarles a mis hijos, que tengan la costumbre de ir al cine, de escuchar música en casa, que tengan una intuición y unas ganas de aprender con respeto a la cultura y al arte. Y lo he intentado transmitir de la manera más sincera posible.