ENTREVISTA CON AMARNA MILLER
«El porno es un género diferente y tiene que experimentar para crear su propio lenguaje cinematográfico»
Se suele presentar a Amarna Miller como actriz porno. Y lo es. Pero también es directora, editora y productora desde los 19 años. En la revista nos interesamos por las visiones cinematográficas diferentes y alternativas, por lo que conocer las inquietudes de una cineasta tan particular, con referentes que van desde el videoarte a la fotografía, de Buñuel a David Lynch, era una oportunidad que teníamos que aprovechar.
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Comenzaste como directora y editora muy joven, con tu productora Omnia X y con tu TFG (Trabajo de Fin de Grado) Pecata Mundi. ¿Cómo surgió la idea del TFG y cómo fue el proceso de llevarla a cabo?
Empecé con Omnia X a los 19 años y ahí ya dirigí mi primera escena porno. Pecata Mundi fue un poco más tarde, más o menos con 21 años, cuando terminé la carrera, por lo que ya tenía algo de experiencia. Yo estudié Bellas Artes, especializándome en fotografía y videoarte. Todos los proyectos que hice durante la carrera fueron casi para complacer a mis profesores, no eran cosas que me interesaran demasiado. Por eso cuando llegó el proyecto de fin de carrera dije: “Hasta aquí hemos llegado. Necesito hacer algo que me represente”. Como estaba dirigiendo pornografía con Omnia X y ya había comenzado mi carrera como actriz, la elección estaba clara, así que pensé: “Al que no le guste, que no mire.”. Se lo propuse a mi supervisor del TFG, un tío súper cañero llamado Enrique Corrales, y nos lanzamos a la piscina. Cuando lo presenté en el primer Tribunal mi idea era más light, era una serie de entrevistas a figuras de la pornografía española, pero los profesores me animaron a lanzarme del todo. Creo que pensaron que no me iba a atrever. Pero lo hice y, claro, tú imagínate, voy a presentar Pecata Mundi con la sala llena de gente y de repente aviso para que se salgan los menores de edad porque voy a mostrar material pornográfico. Tendrías que haber visto las caras de mis compañeros. Pero bueno, al final salió genial. Saqué un 9.5 sobre 10 así que creo que los profesores se quedaron encantados. No hubo ningún problema.
Con Pecata Mundi lo que quería hacer era un vídeo que explicase el in crescendo que significa un orgasmo femenino, tomando referencias de artistas como Pipilotti Rist o de cineastas más mainstream como Gaspar Noé, el director franco-argentino. Pecata Mundi está súper influenciada por la que es mi película favorita, Enter the void (Gaspar Noé, 2009). Consistía en representar de manera onírica y estética lo que supone para mí el orgasmo.
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Los efectos de la imagen de Pecata Mundi, así como la música y el montaje, parecen sustituir la falta de narrativa con un discurso propio. ¿Te lo planteaste así?
Básicamente quería unir la narración típica de la cinematografía con una estética muy artística, y a la vez romper con el lenguaje narrativo que suele usar habitualmente la pornografía. Es decir, en una escena porno normalmente no existen elipsis temporales, todo es un plano secuencia o intenta imitar a un plano secuencia en tiempo real. Desde que los actores entran por la puerta les ves desde desabrocharse los zapatos hasta hacer las cosas más estúpidas. Es algo que me molesta de la pornografía. Creo que es un error, pero se suele desprestigiar a la pornografía con frases como “es que el porno no tiene argumento” o “es que no tiene el lenguaje que tiene el cine”. Mi opinión es que el porno es un género diferente y, por lo tanto, necesita crear un lenguaje diferente. Y para ello tiene que experimentar. En Pecata Mundi quería explorar lenguajes que no se utilizan en la representación de sexo explícito con una estética más cinematográfica. Hago un montón de elipsis temporales, aparecen glitches en los que el tiempo se traba durante unos segundos, loops repetitivos que juegan con la anticipación del espectador… Mi intención era experimentar, hacer algo novedoso en el ámbito pornográfico.
Se compara a la pornografía con el cine convencional creyendo que el porno tiene que seguir una narrativa, que tiene que contar una historia. Pero si el fin último es excitar al espectador, lo más importante debería ser la estética. Es decir, que el espectador se pueda sentir sexualmente atraído a través de la imagen. La narrativa puede ser interesante, pero no exigida. Por ejemplo, ahora estoy pensando en David Lynch, que tiene una narrativa “metanarrativa”. Por un lado te está contando una historia pero por debajo te está contando otra absolutamente diferente que tiene mucho que ver con la estética, con lo surrealista, con lo abstracto… Con lo que tú te puedas imaginar. Yo intenté tirar de ese hilo, contar la historia que quería mostrar pero al mismo tiempo hacer un metalenguaje con la iconografía religiosa, con los colores, los glitches, el ritmo in crescendo de la música, las imágenes superpuestas… Lenguajes diferentes que no se suelen asociar a la industria pornográfica.
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Siguiendo un poco con el tema, cuentas entre tus referentes a Gaspar Noé, Pipilotti Rist o Antoine D’Agata, personalidades más relacionadas con el cine de autor, el videoarte y la fotografía que con el cine más “comercial”…
Noé, Rist y D’Agata son absolutamente necesarios. Lynch, del que hablábamos antes, también. Como consumidora de cine me gustan muchos estilos diferentes, desde David Lynch a Ang Lee, por ejemplo, que son como opuestos. En cambio como creadora, detrás de las cámaras, me interesa mucho la experimentación estética. Quizá porque vengo de Bellas Artes y se me ha enseñado que experimentar es bueno. Experimento con la forma más que con el contenido. En el cine pornográfico se intenta copiar la narrativa del cine convencional sin los mismos presupuestos, o sin poder repetir la toma 30 veces, y así es imposible. Ya que no se puede competir a nivel narrativo, mi apuesta es competir a través de la imagen construyendo juegos, trampantojos, vueltas de tuerca a nivel visual. En ese sentido me identifico también con creadores como Val del Omar y Buñuel, o el anime japonés de Akira (Katsuhiro Otomo, 1988) y el estudio Ghibli. Pablo Larraín tiene unas locuras de montaje que me flipan. En el campo del videoarte también tengo referentes como Chris Cunningham, Bill Viola y Marina Abramovich, y ahora que vivo en Los Ángeles soy miembro del MOCA (Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles) y del LACMA (Museo de Arte del Condado de Los Ángeles) y voy a visitarlos siempre que puedo. Como creadora me siento un poco entre medias de todos ellos y de la cinematografía “convencional”.
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En Eclipse deconstruyes una escena porno, aparentemente convencional, a través de la técnica cinematográfica (primeros planos, edición…). Lo interpreto por un intento de acercamiento, de inmersión, frente a las escenas prefabricadas y sin alma de las productoras habituales. ¿Es así?
En Eclipse desarrollaba lo que hablábamos antes, romper con el plano secuencia. En el porno estamos acostumbrados a esa idea y me parece un poco rancia. Mi idea era rodar una escena a modo de guerrilla, sin mucho presupuesto ni muchas locuras técnicas, pero luego jugar con el montaje como si fuese un patchwork, con un orden no necesariamente en orden cronológico. La intención, efectivamente, era dar una sensación muy cercana, muy íntima. Muchísimos primeros planos mostrando pequeños detalles (el sudor, las miradas) del placer de los actores, en este caso Mickey Mod y yo. Plasmar la química por encima de los planos ginecológicos de la pornografía más mainstream. A mí como espectadora, muchas veces me excita más un beso apasionado que ver cómo follan de manera mecánica.
Una cosa muy importante de este vídeo es que intenté que la representación de la actriz y del actor estuviera muy equilibrada. En el porno normalmente la cámara siempre enfoca a la actriz, hasta el punto en el que hay veces que el actor ni siquiera aparece en plano y a nadie le parece extraño. Imagínate que estás viendo una película de acción y la cabeza del actor está todo el rato fuera de la pantalla. A todos nos sorprendería, ¿verdad? Como en la pornografía se tiende a cosificar a los cuerpos y el espectador que paga por ver porno es, usualmente, masculino y heterosexual, todos los planos van siempre hacia el cuerpo y la cara de la chica. El hombre queda reducido, dicho mal y pronto, solo al pene, porque el espectador quiere identificarse con el actor. En Eclipse quería hacer todo lo contrario. El chico está siempre en pantalla y hay planos en los que solo aparece su cara. Aunque parezca algo lógico, el reto era representar en igualdad de condiciones el placer de los dos protagonistas.
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En Nit directamente eliminas el contenido explícito, aunque la fuerza de las imágenes pueda ser tan sugerente o más…
Nit es un vídeo de fetichismo sobre una mujer fumando. Silvia Rubí, la actriz protagonista, siempre ha estado muy metida en el ambiente fetichista. Ella trabaja como mistress, con BDSM, etc., y el smoking fetish está muy relacionado con estos temas de dominación. El smoking fetish tiene mucho que ver con la forma con la que se expulsa y se traga el humo, con cómo tira la ceniza, cómo sujeta el cigarrillo con los labios… es como un ritual en torno al acto de fumar que excita al espectador. Por lo tanto es cierto que eliminé el contenido sexual, pero no el contenido erótico. Como el objetivo es excitar al espectador, yo catalogaría el video como pornografía, desde luego. Porque la intencionalidad del vídeo es pornográfica.
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¿Crees que el espectador medio preferiría este tipo de escenas que apuestan por lo diferente? ¿Conoces a más director@s que opten por ellas?
Creo que al espectador medio sí que le gustan estas escenas, lo que ocurre es que hay que acostumbrar al consumidor de pornografía de que tiene que pagar por lo que consume, que es el gran problema de la industria. La cuestión es que, tal y como estamos ahora mismo en el negocio, solo lo hace un tipo de público muy reducido y de un perfil muy marcado: hombre, heterosexual, occidental, mayor de 40 años… No quiero generalizar, pero creo que este tipo de nicho opta por lo seguro, por el porno más hegemónico, porque sabe que les excita. El espectador que se plantea este tipo de cuestiones suele ser más joven y no suele gastar dinero en contenidos pornográficos, o porque no tiene o porque no quiere. Nos encontramos en un círculo vicioso. El ejemplo más claro lo tengo en mi web. Las escenas como Eclipse o Pecata Mundi no tienen nada de éxito, las que más se venden realmente son las escenas más tópicas que, casi siempre, están mucho menos curradas. Quizá deberíamos replantearnos la manera que tenemos de consumir porno y pagar por lo que realmente merezca la pena ver, pero esto es como cualquier industria.
En mi faceta como creadora planteo a las mujeres como entes empoderados, como el centro de la escena, pero sin olvidarme tampoco del varón, que en el cine porno se suele representar como una máquina taladradora. Por un lado, al trabajar como actriz, entiendo que cansa interpretar siempre el mismo papel. Por otro, creo que al porno le hace falta una variedad de visiones. Hay montones de nichos de mercado que no están representados en el porno mainstream. Por ejemplo, ¿cómo sería la visión de una directora lesbiana, un hombre transexual, alguien que se considere queer…? Pero casi todo el porno que se comercializa está producido por una sola empresa, y no creo que se plantee cambiar las cosas. De todas maneras esto es un negocio, y se rige por la oferta y la demanda. Si tú quieres que la oferta sea más amplia, tienes que demandarla.
Hay una productora inglesa que querría recomendar, ya que para mí es un gran referente. Su nombre es Four Chambers y son una pasada, están mezclando la estética y la imagen del videoarte con la representación explícita del sexo. Creo que su directora, Vex Ashley, es la mejor que existe hoy en día en la industria.
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¿Te molestan las etiquetas? ¿Te sientes estereotipada como artista?
Las etiquetas me parecen necesarias. Es decir, tenemos un lenguaje y necesitamos referirnos a las cosas de cierta manera. Otra cosa es el estereotipo, el encasillamiento. En ese sentido sí que me siento muy encasillada. Al fin y al cabo, como imagen de marca, todo lo que los medios han mostrado de mí ha sido en plan “la actriz porno que –lo que sea-”: “La actriz porno que lee libros”, “la actriz porno feminista”, “la actriz porno que sale en la tele y en películas normales”, etc. Creo que es una letra escarlata que me va a perseguir durante toda mi existencia. María Lapiedra, una modelo erótica que solo ha rodado una escena porno en toda su vida y a la que siempre mencionan o rotulan en la TV como “ex actriz porno”, me decía en una entrevista que no sabía cómo era capaz de soportarlo. La gente habla siempre de Sasha Grey como el referente, una persona que ha rodado con Vigalondo y con Soderbergh, que ha dado el paso al cine convencional. Pero realmente siempre se refieren a ella como “la actriz porno que dio el salto al cine convencional”. Incluso se habla de que usó el porno para hacer fama y poder dedicarse a otras cosas.
Todo esto me cansa muchísimo. Todos somos personas complejas con diferentes gustos y diferentes cuestiones a las cuales dedicamos nuestro tiempo. Me siento orgullosa de ser actriz porno y de tener esa etiqueta, lo soy desde hace 8 años y me gusta mucho mi trabajo, pero es cierto que cansa que se te denomine como únicamente eso. Como si no existiesen otros rasgos en mi personalidad. Uno de los motivos por los que abrí mi canal de YouTube en noviembre del año pasado es porque así tengo, por fin, una plataforma en la que puedo ser yo misma y lanzar los mensajes que yo quiero lanzar. En las entrevistas mi discurso siempre está ceñido a la pornografía, pero lo que quiero transmitir en realidad es un estilo de vida, hablar de libertades personales, de elegir tu propio camino le pese a quien le pese.
Fran Chico
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