ENTREVISTA A MICHEL FRANCO (NUEVO ORDEN)
«Creo en las revoluciones, pero con una ideología detrás»
Dos hermanos mexicanos de clase privilegiada son secuestrados y obligados a mantener relaciones sexuales mientras son filmados. Una vez grabado el vídeo los delincuentes dejan libres a las víctimas, las cuales son incapaces de comunicar el sufrimiento que padecen, lo que deriva en consecuencias funestas. Este es el argumento de Daniel & Ana (2009), obra a competición en la Quinzaine des Réalisateurs y con la que el director, guionista y productor mexicano Michel Franco se estrenó en el largometraje. Una película que se acerca al dolor y la desgracia sin adornos, con decidida austeridad en sus recursos cinematográficos y explícitas escenas que revelan la sordidez y miseria del mundo. Tales características, posteriormente más pulidas y meditadas, se perciben en sus siguientes títulos: Después de Lucía (2012), A los ojos (2013), Chronic (2015) y Las hijas de Abril (2017). En ellos se abordan temas espinosos para la sociedad y opinión pública como son el acoso escolar, la eutanasia y el embarazo adolescente.
La de Michel Franco es una filmografía que sitúa el foco en la falta de comunicación, la diferencia de clases sociales junto a las desigualdades que genera y en la violencia. Sus filmes están marcados por la exposición descarnada del lado más oscuro del ser humano, por el casi nulo ahorro narrativo a la hora de ofrecer todos los detalles de la crueldad humana, así como por sus intensos y elaborados planos secuencia y sus sorpresivos y polémicos finales. Ningún espectador queda indiferente ante sus obras, que generan debates y levanta controversia por los festivales en los que se programan. Con seis largometrajes y 41 años, Michel Franco ha acumulado importantes premios en Cannes, Venecia o San Sebastián, así como numerosos elogios de la crítica, pero debido a su particular mirada clínica también ha cosechado la enemistad de un sector de esta, que advierten en sus películas retorcimiento y provocación, desafortunadas y caprichosas decisiones de guion y escasa piedad con los personajes.
Su último filme, Nuevo orden (2020), no ha sido menos e igualmente ha desatado la polémica desde su estreno en el pasado Festival de Venecia, donde consiguió el Gran Premio del Jurado. La cinta narra una insurrección de explotados contra explotadores que afecta a todo México. El espectador observa el estadillo de violencia e ira que tiene lugar en una boda entre ricos para a continuación presenciar el nacimiento de un golpe de Estado. “Se trata de una distopía porque plantea un hecho que no ha ocurrido y que no va a ocurrir, al menos en la forma en la que yo la planteo, aunque se retomen muchos temas históricos y actuales”, confiesa Michel Franco en la entrevista que tiene lugar en Madrid, donde se encuentra promocionando el filme que se estrena ahora en cines españoles. “Comencé a escribir la película hace seis o siete años, antes de los chalecos amarillos y otras revueltas que se han producido en el último lustro, lo que me permitió ver que la historia era importante dado que resulta factible que algo así se produzca”.
Dada la ambigüedad de su tercio final, son muchas las lecturas que pueden extraerse de Nuevo orden una vez finalizado su visionado, lo que ha provocado grandes discusiones al respecto. ¿Quiere Franco afirmar que todo intento de revolución en la actualidad va a dirigirse irremediablemente al fracaso? ¿Se trata, más bien, de una advertencia acerca de cómo no hay que preparar una sublevación? “Yo sí creo en las revoluciones, pero en Nuevo orden no existe una ideología detrás de las revueltas, simplemente hay descontento, y es por ello por lo que todo explota contribuyendo al caos. No hay una búsqueda como tal, únicamente hay hartazgo”. El cineasta vuelve a las revueltas de los chalecos amarillos en Francia para señalarlos como un mal de nuestro tiempo. “Los chalecos amarillos no tienen líderes ni ideología, no saben en quién o qué creer. Son personas de todas las edades y estratos sociales, de izquierda y de derecha, los extremos aquí se tocan. Simplemente son gente que no creen en la clase política y que dicen estar hartos. De esto trata Nuevo orden”.
Sobre la militarización, elemento clave en el filme, se muestra preocupado. “México se ha ido militarizando en los últimos años y ahora se encuentra en un punto excesivo. Viendo la historia reciente de países vecinos, y tomando como ejemplo la dictadura española es una pésima idea darle tal fuerza a la clase militar”. Y con respecto al clasismo, igualmente relevante en la trama, tampoco es optimista. “El clasismo es un problema grave en México, se pretende combatir y se habla de que ahora hay mayor conciencia que antes pero no sé si es una ilusión de las redes sociales. Dudo realmente que tal efecto esté permeando en la realidad”.
En las películas de Michel Franco la tensión se encuentra presente desde el primer fotograma y la violencia se origina en cualquier momento y circunstancia. “Me interesa la normalización de la violencia, el que se acepte como algo cotidiano, así como la corrupción, que es uno de los elementos que atrae la violencia”. El director conjetura con que dicho interés se deba quizás a que él es de México, aunque teme que esto ocurra también en otros lugares. “Aceptar que la violencia forme parte de nosotros y por ello permitir que se propague me parece un error. Conviviendo con esto de forma cotidiana en mi país es imposible discernir si la violencia proviene de los personajes de mis películas o del contexto en el que viven. Entender esto es una necesidad que tengo y por ello es un tema constante en mis obras”.
Hay en Nuevo orden un personaje crucial, se trata de Marian (encarnado por la actriz Naian González Norvind), la novia de la malograda boda y la única que parece querer alcanzar un acuerdo. “Este personaje representa la empatía que se puede sentir y el sentido de justicia que se puede tener. El problema es que ella es muy ingenua. Entender y tener voluntad de cambiar las cosas no es suficiente si no existe un entendimiento, y este no puede ser un acto espontáneo. La buena voluntad no es suficiente”, explica Franco, que añade que “lo más difícil de la escritura del guion fue escribir ocho puntos de vistas diferentes, cada uno representando un sector distinto de la sociedad o del gobierno. Buscando, además, que tuviera naturalidad. Creo que abordándolo en esta escala era la única manera que había de hacerle justicia al tema social planteado”.
Con relación a sus anteriores trabajos, en Nuevo orden se distinguen algunos cambios. Por ejemplo, en el tono empleado, que comienza como un thriller para más tarde pasar al drama y combinar elementos propios del cine político y del cine distópico. “Los géneros mezclados fueron un giro con respecto a mis trabajos anteriores, al igual que el tamaño de la película. Aunque al visionarla parece que tiene detrás mucho presupuesto, en realidad no hubo tanto dinero, pero sí hubo muchos extras y bastante posproducción”, confiesa Franco, quien manejó mayor presupuesto en Chronic, su única película en inglés, debido a que filmar en Los Ángeles resulta muy costoso. “El rodaje de Nuevo orden fue complicado, en especial los planos secuencia, las escenas de Louis Vuitton y del Ángel de la Independencia, así como imaginar y elaborar los campos militares, la quema de cuerpos.” Es destacable en el filme una fuerte carga simbólica, por los escenarios que se muestran en pantalla o por el color verde que predomina en la revolución. “Fue importante filmar en lugares icónicos de la Ciudad de México, al igual que el verde estuviera en todos lados. El verde es el color de la bandera mexicana, lo mismo que el rojo, que se aprecia en el vestido de Marian. Además, el verde también es el color militar, la otra razón por la que lo escogí”.
La Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas anunció el pasado noviembre que la película seleccionada para competir en los Premios Óscar fuera Ya no estoy aquí (Fernando Frías de la Parra, 2019) y no la de Franco, que tan buena acogida tuvo en Venecia y cuyo director es una figura conocida y respetada en Estados Unidos. “No me sorprendió que no escogieran mi película para representar a México en los Óscar, pero creo que hubiera tenido una gran oportunidad. En todo caso nunca hago películas pensando en los premios”. Ha sido precisamente en su país donde el director cree que Nuevo orden fue recibida desde otros ángulos distintos. “En todo el mundo leen la película del mismo modo, desde la crítica norteamericana hasta la de los países latinos como la de Europa. En cambio, en México es diferente. Allí hay mucha polarización y la película cayó en esa división. La gente quiso pensar que representa ciertas cosas que no son, o que se vieron reflejadas en la película, y en la mayoría de casos sin ni siquiera haberla visto ya estaban protestando. Fue tendencia días y días en redes sociales y a mí todo eso me halagó porque trascendió del ámbito del cine y se volvió una discusión social y política, que aún pervive hoy día. La película marcó mucho en México en este tiempo tan particular de pandemia que estamos viviendo”. Con todo, para Michel Franco dichas críticas no le absorbieron el tiempo, puesto que anuncia que durante estos meses ha estado sumido en la elaboración de su nuevo largometraje, actualmente en fase de posproducción.
Escuchando a Michel Franco parece claro que sus intenciones con la cinta se han logrado. Es difícil que el espectador concluya de visionar su obra sin ganas de debatirla, impertérrito. “No sé cómo contextualizar y etiquetar Nuevo orden, creo que es una película muy particular y eso me gusta, porque tampoco sé a qué películas se parecen. Cuando voy al cine parte de mi ambición está en ser sorprendido y rara vez ocurre esto”. En cualquier caso, y a pesar de las distintas lecturas que puedan realizarse de este largometraje, su cine aboga por el diálogo y la comunicación, ya que cuando esta es inexistente, la violencia estalla (véase, por ejemplo, la reacción de los personajes que se niegan a ir al psicólogo en Daniel & Ana y Después de Lucía, o el papel que juega el silencio en sus obras, que adolecen de música). E incide en las desigualdades sociales (en todos sus trabajos aparecen empleadas del hogar o asistentes) y en la pérdida de confianza en los poderes gubernamentales (tanto el poder ejecutivo, como el legislativo y el judicial) que aumentan con preocupante celeridad en una gran parte de países del mundo. Aviso para navegantes.
Pingback: Crítica de 14 días, 12 noches, de Jean-Philippe Duval. Revista Mutaciones