ENTREVISTA A FRANÇOIS OZON (MI CRIMEN)
«Existía una voluntad de romper con los clichés sobre la rivalidad femenina que se ha retratado en el cine patriarcal».
Mi crimen está basada en una obra teatral de los años 30. ¿Cómo has mezclado el trabajo de adaptación con los referentes cinematográficos más directos?
Cuando hago una reconstitución que remite a una época lejana – que además no he conocido (no es lo mismo que reconstituir los años 80 en Verano 85) – , suelo mirar películas e imágenes de archivo con mi equipo (fotografía, arte, vestuario…). Es genial porque hay mucha documentación. Las buenas películas de los años 30 en Estados Unidos son las de Lubitsch, en Francia las de Sacha Guitry o Renoir. Nos nutrimos de la cinematografía que existía en aquel entonces. Esto nos ayuda tanto para los decorados como para el diseño de vestuario…
La primera etapa consiste en una reconstitución que debe ser la más fiel posible. En la segunda, empiezo a tomar algunas libertades, a estilizar esta reconstitución y, sobre todo, lo importante es que acabe haciéndose eco del mundo de hoy.
Porque lo interesante en las comedias es que tengan cierta profundidad. En las comedias que me gustan hay varios niveles de lectura y no son únicamente un entretenimiento divertido. También hay momentos más dramáticos y otros con una reflexión más profunda: en realidad, la comedia permite muchas cosas.
Hablemos ahora más concretamente de la estética de la película y tu voluntad de alejarte del realismo para ir hacia la estilización. ¿Cómo trabajaste con Manu Dacosse (director de fotografía), Jean Rabasse (director de arte) y Pascaline Chavanne (diseñadora de vestuario)? ¿Cuáles fueron las principales directrices que les diste?
Como he dicho, primero empezamos con las imágenes de archivo. ¿Cuál era la estética de los años 30? Y después empezamos a mirar la realidad que nos rodea. Entre los elementos de los años 30 que sobreviven en París, ¿cuáles son los que podemos utilizar? Y entonces te das cuenta de que no quedan muchas cosas interesantes, hay que buscar ideas. O rodamos en plató. O te alejas: por ejemplo, la villa Empain, que se parece a la casa de un productor de Hollywood en los años 30, está en Bruselas. Las calles de Paris, las rodamos en Burdeos. Tuvimos que buscar soluciones. A mí me encanta la calle de París en “Victor, Victoria”: me dijeron que no teníamos los medios para construir un plató así. Esta estilización, en la que jugamos con la realidad, me gustó mucho.
Sueles decir que es la última película de una trilogía después de Ocho mujeres y Potiche. Consideras que ésta se centra sobre la sororidad. ¿Había una “intención” política detrás?
Es verdad todo lo que dices sobre la trilogía, pero esto es un comentario o una reflexión que me hago a posteriori. No había necesariamente intención política, pero sí que existía una voluntad en Mi crimen de romper con los clichés sobre la rivalidad femenina que se ha retratado en el cine patriarcal (del que considero que he formado parte también, de alguna manera). Ocho mujeres estribaba en la rivalidad femenina, exacerbada por el juego de las actrices elegidas en el casting : era un placer culpable para mí.
Aquí, tenía ganas de hablar de la solidaridad femenina: obviamente esto remite al combate feminista actual. Pero me parecía interesante tratarlo en esta historia en que los hombres abusan de su poder, no son muy inteligentes. Son las mujeres las que manipulan, son brillantes y consiguen seguir adelante.
Pero no quería construir el proyecto de manera política como un manifiesto. Esta película, la hice con la idea de placer y diversión del espectador como punto de partida.
Siempre te ha gustado mezclar las “familias” de intérpretes. Aquí las protagonistas son Rebecca Marder y Nadia Tereszkiewicz, dos jóvenes actrices. Y, por otro lado, están cuatro intérpretes con larga experiencia (Huppert, Luchini, Dussolier, Boon). Cuando hay secuencias en las que coinciden, ¿cuál es tu manera de trabajar en cuanto a la dirección de actores?
Con Ocho mujeres entendí que no había una única manera de dirigir a los intérpretes. Es preciso adaptarse a cada uno o cada una. Todas y todos tienen deseos y necesidades diferentes. Y no necesariamente son los más intelectuales los que más reflexionan sobre su papel.
Los hay que necesitan más psicología, otros que necesitan hablar y compartir. Algunos prefieren concentrarse en los aspectos técnicos. Mi trabajo como director es adaptarme a ellos y ofrecerles lo que necesitan para que den lo mejor de sí mismos. Por lo tanto, no dirijo de la misma manera a Dany Boon o a Isabelle Huppert. La personalidad de cada uno te obliga a trabajar de manera distinta. Me gusta trabajar en confianza, disfrutando también e intercambiando. Sin embargo, fue complicado encontrarme frente a las ocho actrices a la vez en Ocho mujeres : tuve el cerebro a punto de explotar en algún momento. Esta vez eran sólo dúos o tríos.
Con Nadia y Rebecca habíamos ensayado muchísimo antes de rodar. Con Isabelle habíamos hablado mucho del personaje, teníamos ideas muy precisas sobre el ritmo. Fabrice conocía todas sus secuencias de memoria, incluso sabía el texto de los demás. Tuve la sensación de encontrarme con grandes intérpretes, así que fue muy agradable.
Hay también en Mi crimen una crítica de la justicia con la elección de los 3 actores que interpretan los papeles de los magistrados (Luchini, Prevost, y Fau). ¿Era uno de los temas que querías abordar?
La secuencia del juicio no aparecía en la obra original. En cambio, en una larga secuencia, se asistía a la deliberación de los jurados. Era bastante divertida porque contenía varios diálogos llenos de humor. Pero necesitaba la intervención de veinte personajes que desaparecían después. Por eso, mantener esta secuencia no tenía mucho interés.
Me encantan las películas que tratan de juicios. Siempre había soñado con filmar un juicio. Como es una película que habla de lo que significa ser actriz e interpretar, necesitaba que el juicio fuera bastante teatral. También es verdad que, muchas veces, pasa así en la realidad, porque cada uno interpreta un papel.
Podía permitirme elegir a actores que tenían mucha labia y una manera de hablar muy reconocibles para el público. Es el caso de los tres a quienes citas. Aunque eran papeles secundarios, estaba encantado de que Prevost y Fau aceptaran la propuesta.
La secuencia del juicio es el corazón de la película: hay un cambio de dirección en la narración, porque Madeleine, que era una actriz mediocre, se transforma en una gran actriz gracias al texto que le susurra Pauline. Es el punto de inflexión de la película.
¿Cuál es tu siguiente proyecto o tus siguientes proyectos?
Vivo película tras película y no me suelo proyectar. Sólo sé cuál será la próxima así que estoy trabajando. Sigo el principio de Truffaut que decía que había que hacer una película contra la anterior. Será una película mucho más pequeña a nivel de producción. También estará mucho más anclada en la realidad que Mi crimen. Será menos comedia y tendrá menos diálogos. No te puedo contar más de momento.
Pingback: Entrevista a las actrices de 'Mi crimen' (2023). Revista Mutaciones