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ENTREVISTA A ELENA MOLINA (REMEMBER MY NAME)

“Me parece muy bonito, casi mágico, detectar esa parte cinematográfica que tienen algunas personas y que a veces solo la cámara sabe traducir»

“Señoras y señores, silencio, el espectáculo va a comenzar”. Un arranque azulado entre focos y un sol punzante entre vallas, da apertura a la última película de Elena Molina, Remember my name (2023), que este año se ha alzado con la Biznaga de Plata Premio del Público del 17º Festival de Málaga. Lo que Elena Molina proyecta de entrada como una función, transporta a una realidad tan cruda como esperanzadora. El filme, que pronto se podrá disfrutar en salas españolas este otoño, y que ya ha sido protagonista en Pompidou, recoge la transición de vida de chicos y chicas antes de la edad adulta en Melilla, a la par que la evolución de la propia directora y sus aspiraciones. El género documental encaminado a la ficción narrativa, es el viaje que nos ha compartido Molina como directora y como persona humana implicada detrás de los proyectos. El cine como educación social a una escala más amplia tal y como ella firma, nos recuerda la importancia de continuar apoyando el arte audiovisual como una herramienta de crecimiento y salvación.

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Elena Molina. 2023, Quique Adán ©

¿Cuál es el origen de la conciencia social que proyecta tu filmografía?

La verdad es que nunca me he planteado si hay un origen, un porqué o una intención definida. Mi abuela materna migró a Madrid para servir cuando era una niña y se partió el lomo para sacar adelante a sus hijos, recuerdo aprender a leer juntas en su minúsculo balcón de Hortaleza. Durante mi adolescencia, mi madre trabajaba en uno de los principales centros de menores de Madrid y tuve un contacto muy cercano con ese mundo. En el Instituto empecé a hacer teatro, a vincularme a grupos de poesía, filosofía, política y activismo. Supongo que todo eso fue dejando poso y a la hora de elegir carrera, decidí estudiar Comunicación Audiovisual porque lo entendía como educación social a una escala más amplia. Allí descubrí el cine de Patricio Guzmán y me tiré de lleno a contar historias. Siempre me ha preocupado cómo la representación puede crear o romper estereotipos y descubrí que el cine documental me ayudaba a acercarme y a enfrentar la realidad.

All I need is a ball y Remember my name, guardan una comunicación latente entre ellas.

En realidad, surgen de lugares muy diferentes. A Paloma Pujol – protagonista de All I need is a ball– la conozco desde el instituto, era una de mis mejores amigas. De hecho, la película surge como un homenaje a ella y a las amigas que te apoyan incondicionalmente en tus sueños aparentemente imposibles. Sí, es verdad, que comparte con Remember my name que, los protagonistas y las protagonistas consiguen romper el corsé del estereotipo, salir de ese lugar y ocupar un escenario, pero es una coincidencia inconsciente. En ambas pueden decir Yo tengo un nombre y soy esto.

Desde el documental, partes de un lugar con estas personas y juntas llegasteis a otro camino.

En el caso de Paloma, ella ya era la campeona del mundo y tenía medio sueño cumplido, pero cuando me contó que se sentía muy sola y no encontraba a otras chicas con las que poder compartir ese deporte, me dejó a cuadros. Mi propuesta fue que, quizás a través del corto, pudieran animarse otras chicas, ¡y lo conseguimos! En el caso de Remember my name, fue un “coup de coeur” con los protagonistas. Había algo más visceral que racional, quería pasar más tiempo con ellos. Poco a poco se fue dibujando la idea de la película y jugar con la metáfora de estrenar en el escenario y en la vida adulta al cumplir los 18 años. El programa de Got Talent apareció después. En ambos casos había una conexión emocional muy fuerte y la necesidad de acompañarles desde el anhelo de ocupar espacios que parecían restringidos. En ningún caso me gusta utilizar la fórmula “darles voz” pues ellos y ellas voz ya tienen.

Con lo que respecta al lenguaje al principio de tu trayectoria tus primeras piezas hablaban a través de planos más generales y a medida que has ido acompañando historias, te has ido apoyando en el primer plano, acercándote más a las personas. Parece que has partido en un primer momento desde la observación hasta entrar en sus vidas.

En los primeros cortos era más inexperta. No tengo formación como directora de fotografía pero me tiré a grabar con una cámara que conseguí comprar con los primeros ahorros. Me dejaba llevar más por el instinto y las ansias de contar historias. Poco a poco he ido depurando y ahora soy muy esctrucat conmigo misma y la forma. Creo que cada historia tiene una forma que acompaña su narrativa, que el qué no tiene que desbancar nunca al 100% el cómo, ni viceversa. Por eso me interesa tanto el lenguaje cinematográfico, los recursos son casi infinitos y planificar es clave para conseguir llegar acercar la historia y el público.

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Partías desde la intuición y la toma de decisión inconsciente. Es cierto que en Yungay 7020 (2021), hay planos muy abiertos, pero están llenos de personas donde puedes conocer su entorno y su mundo.

En Yungay 7020 estaba todo mucho más pensado y planificado, hay un trabajo mucho más depurado que en los primeros cortos. Trabajamos mucho con Raquel Calvo antes del rodaje. En All I need is a ball hay un juego con el lenguaje con el que se comunican las chicas: Instagram , Wsp, etc, que  se hizo fundamental en el planteamiento visual y en esa obsesión de acercarme más a los protagonistas. Es esa búsqueda de captar el gesto lo que más me acercaba. En All I need is a ball es muy interesante cómo ha ido evolucionando la imagen a raíz de la evolución de los smartphones: Los selfies, las videollamadas, o las stories hacen que el primer plano ocupe mucho espacio en nuestras vidas.

La actualizada tecnología le aporta una visión realista a la historia.

Todo el archivo que utilizamos es real. Aunque es mucho más romántico el súper 8, por ejemplo, me interesaba captar el momento contemporáneo. Y aquí de nuevo el tema antropológico de los espacios, pues en unos años, estas serán las imágenes de archivo. En el corto tiene mucho peso narrativo y me pareció interesante incorporarlo. En Remember my name no quise utilizar otros formatos, ni siquiera utilizar las cámaras de Got Talent, no quise perder el punto de vista de esa cámara amiga que es una más del grupo, siempre al lado de los personajes. Utilizar las propias cámaras del programa, para mí traicionaba la posición y el pacto entre nosotras para dar paso al punto de vista del espectador o espectadora de televisión, de lo que yo huía.

¿Es una toma de decisión consciente que no se pueda ver la primera vez la actuación?

Sí, tiene mucho que ver con All I need is a ball, donde no ves la competición si no el después. En Remember my name no quise cortar el segundo baile para no frustrar al espectador. Le di más importancia a la preparación del espectáculo, a ese paralelismo con el momento antes de cruzar la valla y posteriormente al momento crucial de cumplir 18 y a enfrentarse el vacío. Lo que importa es cómo llegan hasta ahí. En la segunda parte, sí lo dejé para ver cómo uno de los mayores se enfrentaba al salto al vacío.

Yo no quise montar en un principio la entrevista que hacen en el programa de TV a los protagonistas porque a pesar de haber hablado con ellos y ellas de sus historias, siempre ha sido fuera de cámara y me he negado a hacer preguntas que les pudieran incomodar. Cuando les entrevistaron yo no sabía que eso iba a ocurrir y me puse muy nerviosa porque me pareció violento como se abordó. Sin embargo, en el montaje nos dimos cuenta de que era muy potente verlo desde esa cámara amiga y añadir un nivel de profundidad más.

Se puede percibir a veces en ese tipo de entrevistas que hay un punto violento porque sabemos que detrás de ello se puede buscar la lágrima fácil o el morbo de la historia. Pero al hacer esa entrevista desde tu punto de vista y no desde la cámara de la televisión, pudiste conseguir reflejar la reflexión a qué se exponen estas personas y retratar otra verdad.

La película huye en todo momento de la morbosidad de este tipo de programas y la información fue muy seleccionada en montaje para guardar la intimidad de cómo fue la separación de las familias. Yo en todo momento he tenido muy claro que la película no podía culpabilizar ni estigmatizar a las familias y sus decisiones si no todo lo contrario, humanizar, acercar. Era importante equilibrarlo para que formara parte de esa realidad de lo que vives con ellos y ellas. Son historias de vida.

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Son historias muy duras y no te centras en la intensidad del drama. Transmites que ha habido sufrimiento y no decoras con música o elementos que subrayen. De hecho, en general, en toda tu trayectoria lo haces.

Me gusta que a través de la risa y la ironía se puede conectar con emociones que son importantísimas y a veces te ayuda a empatizar con la historia. Creo que la pornopobreza y estas imágenes de las que se abusa en los medios no ayuda, al contrario, crea inmunidad y finalmente incluso invisibiliza. No lo veo constructivo y creo que fomenta estereotipos. La película no va sobre una valla o niños inmigrantes. La película es la historia de la adolescencia de Hamza, de Mounia, la relación entre ellos, la importancia de crear lazos, la oportunidad de poder relacionarse y crear un sueño, de nuevo como All I need is a Ball. Tenía miedo de que el tema de Got Talent se comiera la trama. No es una película de unos menores no acompañados.

¿Qué camino hubiera tomado la película sin el suceso del programa?

El click que a mí me hizo creer en esta película fue mucho antes de que apareciera Got Talent. Me interesaba compartir su adolescencia y el enfrentamiento a los 18 desde el mundo de la danza. El choque entre los mundos en los que viven. Imagínate tener 15 años y vivir en el centro de monjas, bailando Beyoncé y Rosalía y con las expectativas de tu familia a cuestas, no me parecía nada fácil ya que quería transitar esos años con ellas.

El documental, desgraciadamente, tiene un público más reducido. ¿Por qué has optado por este género?

El circuito del documental es mucho más reducido que el de películas de ficción pero desde que empecé a trabajar sí he visto un incremento de público y se ha reconsiderado mucho más este género. Es difícil llegar a públicos nuevos si no hay apoyo desde la distribución, y ahora con las plataformas hay un falso engaño de acercamiento del documental al público. El cine documental es tan amplio, que a veces la palabra se queda chiquita y cada persona entiende una cosa diferente. A mí me gusta hablar de películas, sin etiquetar tanto. Lo más importante para mí es el compromiso con lo retratado, lo que me ha llevado siempre a tomar decisiones éticas por encima quizás de artísticas en ciertos momentos. Ahora mismo necesito dar un paso más allá y ser más fiel a mis decisiones narrativas y estéticas sin que la ética y la pasión tengan que condicionar primero. Pero igual que te decía que no hubo un click o una decisión firme, me he ido dejando llevar por las historias que me han atrapado y no he conseguido seguir adelante sin acompañarlas.

¿Cómo es para ti la dirección de no actores-actrices?

Me apasiona, me encanta observar a los seres humanos y la infinita variedad de personajes diferentes y especiales que existen. Me parece muy bonito, casi mágico, detectar esa parte cinematográfica que tienen algunas personas y que a veces solo la cámara sabe traducir.

En Remember my name había una construcción de movimientos y pude hacer una construcción con la naturalidad de cada persona. Tras la danza con la cámara, ha habido una especie de selección natural de las personas que se sentían más cómodas con ella. Al final han entendido la dinámica del documental y ahora algunas de ellas quieren escribir sus propios proyectos. También les sirve para construir una línea en sus vidas.

2 comentarios en «ENTREVISTA A ELENA MOLINA (REMEMBER MY NAME)»

  • Todo falso. Una gran farsa. Una estafa de película. Hablen con la Organización Sin Ánimo de Lucro que protagoniza esta película. Entérense de cómo esta persona y todo el equipo que ella dirige les han estafado. Una estafadora sin escrúpulos capaz de aprovecharse del trabajo ajeno.

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  • Fui al estreno en Barcelona de esta magnífica película en La Filmoteca. No sabía mucho sobre la situación en Ceuta y Melilla. Me conmovió profundamente como espectadora y como madre. Lo que más me impresionó fue el enorme amor, cuidado y humildad con que se filmó. De repente, estábamos allí mismo, en el centro de acogida, con los protagonistas, sentados entre ellos, charlando con ellos, ensayando con ellos, como si los conociéramos de toda la vida. Esta película fue maravillosa para mí, por cómo contaba la historia de estos jóvenes increíbles y de la ONG que los apoya, de forma tan empática y natural, sin una pizca de voyeurismo. Es una película sobre la mayoría de edad, el sacrificio, los sueños. No juzga, no señala con el dedo, no toma postura, no politiza ni compadece. Invita al espectador a un viaje, y deja las preguntas con nosotros, sobre nosotros, sobre las raíces y las alas, y sobre cómo la esperanza y la familia son la única moneda y ciudadanía reales. Tuve la suerte de asistir a una proyección en la que estaban presentes los protagonistas. Todo el cine bullía. La camaradería y el compañerismo entre los protagonistas y el director y los productores era palpable. Los protagonistas hablaron de lo amable y respetuosa que había sido la directora durante todo el proceso. La llamaban «una de nosotros». El público hizo pregunta tras pregunta, nadie se quedó impasible, y yo menos que nadie. Gracias, Elena Molina, La Asociación Nana y los talentosos y valientes protagonistas de esta película. Os merecéis la ovación que recibisteis esa noche. El mundo necesita más como vosotros.

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