ENTREVISTA A CRISTÓBAL LEÓN
Construir una pesadilla
Con un argumento que retoma el caso de Colonia Dignidad, secta en el sur de Chile fundada en los años 60 por el alemán Paul Schäfer, averno de múltiples crímenes y centro de tortura durante la dictadura de Pinochet, La casa lobo es una película de animación realizada por Cristóbal León y Joaquín Cociña que en realidad, es mucho más que una historia de terror basada en hechos reales. Ganadora del premio Caligari durante la Berlinale 2018, conversamos con Cristóbal León sobre sus intereses e inquietudes al realizar esta película tan inquietante como desbordante de creatividad.
Al observar tu trabajo, el stop motion destaca como una herramienta primordial. ¿Qué posibilidades te brinda esta técnica, y cómo fue construir un largometraje fotograma a fotograma?
Me encantaría tener una decisión clara de cuales son mis herramientas principales, pero justamente las películas de animación me interesan porque son el medio ideal para la dispersión: te permiten trabajar en muchos elementos para integrarlos en un gran proyecto, que en este caso nos tomó 5 años realizar. En el pasado habíamos hecho varios cortometrajes con una técnica parecida y La casa lobo fue una forma de matar al monstruo, de agotar todas las posibilidades, usando el argumento de Colonia Dignidad como un punto de partida para desarrollar las posibilidades de los materiales, que era lo que más nos interesaba.
La película se compone de un prólogo estilo home-made vídeo, y luego un gran plano secuencia de animación. ¿En qué momento y por qué motivos decidieron integrar la introducción?
Esta secuencia surgió en la mitad del rodaje, cuando hicimos un par de visionados del material. Habían dos inquietudes: la primera era que nos interesaba que se comprendiera el contexto de Colonia Dignidad, a pesar de que ésta no se nombra en ningún momento. Lo segundo es que queríamos reforzar la ficción de que esta película es la que hubiese hecho Paul Schäfer para adoctrinar a la gente de la Colonia.
¿Qué significó para ustedes tomar el lugar de un tercero, en este caso Paul Schäfer, para ejercer el rol de creador?
En literatura, es evidente que hay un narrador ficticio que no es el mismo autor. Pero en otras artes, se asume que el narrador es el mismo ser humano que el autor, y a nosotros nos parece muy extraña esa falta de distancia. En el cine, muchas veces la crítica juzga la película como si se estuviese juzgando éticamente al director, pero no es así, el arte tiene mucho de chamanismo y el autor encarna muchas veces otros roles, o justamente en el arte uno puede hacer cosas que no haría en la vida real. Nuestro pensamiento es el resultado de una programación de un contexto histórico, pero mi aspiración es que las obras estén desligadas del presente y que duren en el tiempo, desatándolas de una ideología y que así sean autónomas. Desconfío mucho de las cosas en las cuales creemos porque probablemente en 5 años más vamos a estar pensando distinto.
En gran parte de tu trabajo hay elementos temáticos que se repiten, como el bosque, la sensación de claustrofobia y animales como pájaros, perros o cerdos que dan seguridad a niños indefensos. Justamente son elementos universales, que podrían ser arquetípicos y que se relacionan con los cuentos de hadas.
Absolutamente. Eso es lo que me gusta tanto de los cuentos de hadas: son relatos depurados en una tradición, los cuales fueron adquiriendo nuevos elementos y suprimiendo otros a través de una limpieza de muchas generaciones. Creo que el trabajo colaborativo, que seamos dos creadores, hace más claro que la obra no es un reflejo de mi ego, de mi personalidad, sino que es algo externo. Mi ideal es que las obras sean más como plantas que uno riega y así van creciendo, y uno es sólo el que facilita que eso suceda, y no cosas que diseñamos en un espacio abstracto y que luego materializamos.
En la película es la misma pintura que recubre las paredes y objetos la que crea efectos lumínicos, iluminando y ensombreciendo elementos con su materialidad. ¿Cómo surge esta idea de iluminar con pintura?
Yo aspiro a que las barreras de lo volumétrico y de lo pictórico se diluyan. Hay una escena que es muy exitosa en esa confusión, cuando hay un foco pintado que ilumina a los personajes y cuando este se mueve, se mueve el personaje con él, pero deja su forma volumétrica atrás. Esas cosas tienen que ver con algo que Alejandro Jodorowsky hace muy bien, que es ser muy consciente de que cada elemento que usas es independiente y ahí surgen las representaciones más poéticas. En la película lo narrativo y lo material son dimensiones separadas, luego dentro de lo material está lo volumétrico y lo pictórico, que también son independientes, al igual que la iluminación y la cámara.
¿Cuál era para ti la función de la cámara, y porqué decidieron que ésta estaría en constante movimiento?
Pensamos la cámara desde el punto de vista documental: el stop-motion como la documentación de procesos materiales. Es por esto que el gran motor de los movimientos de cámara era que ésta debía captar lo interesante que pueda estar pasando materialmente en la escena.
Al ver la película como un espectador cinematográfico, quizás lo último que se pensaría es que es un documental. Pero si uno la observa como una obra de artes visuales, sabiendo que ésta se realizó durante residencias artísticas en museos y galerías alrededor del mundo, con público, ésta llega a otra dimensión que sería la de la documentación de un acto de performance, por ejemplo.
Cuando ves las obras de Velázquez o de Rembrandt, son artistas que entendían esa doble dimensión de lo material: el arte tiene que ofrecer ese encuentro entre una ilusión de realidad y por otro lado, una basura que simplemente está llena de manchas y en la cual el artista limpia el pincel en los fondos. El arte que me interesa contiene la documentación de cómo está hecho, las películas que me gustan tienen dentro una especie de making-off de sí mismas. Con La casa lobo no tomamos muchas más decisiones que las que están en un decálogo que escribimos al comienzo del rodaje. Todo el resto es un documental del proceso de hacer una escultura, o de pintar, o de velas que se apagan. No hay evidencia de quién hace la obra, pero sí quedan rastros de una presencia que esculpe o pinta.
Puedes ver más del trabajo de León & Cociña aquí: http://leoncocina.com/