ENCUENTRO CON ALEJANDRO LANDES (MONOS)
“La guerra es una ventana a la naturaleza humana”
La adolescencia puede constituir una de las etapas del desarrollo más complicadas. Cuerpos que se mueven torpemente, pero que derrochan vitalidad, a la par que emerge un combo de entusiasmo, rebeldía e inocencia. En esa delicada etapa del fin de la adolescencia y el inicio de la juventud se sitúan los protagonistas de Monos, la última película de Alejandro Landes. Sin embargo, en Monos no nos enfrentamos a una disección de la complejidad juvenil, sus protagonistas, un comando en mitad de la selva colombiana, tienen la misión de custodiar una rehén. Dos componentes, juventud y guerra, que derivan en una parábola sobre la violencia contemporánea, “la guerra es una ventana a la naturaleza humana” declara Alejandro Landes, con el que tuvimos la oportunidad de charlar sobre Monos en el pasado Festival de San Sebastián.
Landes suspira, es la última entrevista del día, y todavía no ha podido acercarse a ninguna sala de cine. No es la primera vez que visita el festival, en 2012 había presentado Porfirio, sobre las preocupaciones y sueños de un exganadero postrado en una silla de ruedas. “Nunca estudié cine, tuve un aprendizaje autodidacta. Hice un documental, Cocaleros, que sigue a Evo Molares antes de que llegara a la presidencia. En aquel momento lo que me interesaba era presentar la humanidad de un personaje mesiánico para tanta gente. Y gracias al documental, gané unas becas para escribir mi primera ficción, Porfirio”.
Si nos fijamos en la evolución que ha tenido el cine de Landes en estos tres trabajos, en Monos el riesgo asumido parece máxime. Si después de presentar Cocaleros se atrevió a filmar una ficción, ahora da un paso más para avanzar con un registro tonal completamente diferente. “Me gustaba el hecho de probar con una idea totalmente distinta. En Porfirio, toda la grabación recaía sobre los hombros de un personaje, un hombre de 50 años en silla de ruedas, y ahora me atrae la idea de explorar con gente que tiene toda la vida por delante. Por otro lado, en Porfirio había trabajado en términos fílmicos la contención, y en Monos entré más en movimiento. Además, paso de un protagonista a un elenco coral, quizás aceptando un riesgo”. A pesar del punto de vista variable que se desliza por los diferentes personajes, la trama general no se muestra fragmentada, los contornos de la selva y la constante tensión que rodea la actuación del comando da unidad a la película.
¿Podríamos considerar entonces Monos una película bélica? ¿O quizás un drama sobre cómo pervierte el poder a la juventud? ¿O una contraposición de dos mundos tan opuestos como la inocencia de la adolescencia con la crueldad de la guerra? La respuesta no es evidente. “Me interesaba coquetear con el género. Intentar acercarme a varias sensibilidades. En ese sentido hay gente a la que Monos le parece una película extraterrestre” declara Landes. Lo que si parece obvio es la ramificación que sufre la trama central para subvertir el género. Pronto nos encontramos con la empatía y colaboración dentro de la guerrilla, con el cariño y el amor; pero también con el odio y el arrepentimiento, la venganza y la traición. La rigidez del entrenamiento militar crea desconcierto en los intereses y objetivos de los personajes que viven un clima de tensión permanente. Una tensión que desestabiliza la llegada de un elemento singular. “La vaca tiene un significado fundamental en la película. Por un lado, tenía la intención de generar una alegoría en un entorno violento, donde el detonante fuese una vaca lechera. Por otro lado, en una guerra se intenta buscar el apoyo de la población civil mediante la protección. Suena paradójico, pero es real que un ejército rebelde tenga reglas tan estrictas y rígidas”.
La primera línea de combate ha desaparecido y se han diversificado los frentes de batalla, que en muchas ocasiones no se libran a punta de metralla. Así, los protagonistas de Monos apenas aprietan el gatillo en toda la cinta, pero viven con la angustia del peligro que acecha. No es visible, pero se intuye. “La guerra nos acompaña como especies. La guerra en Colombia con sus diferentes frentes (guerrillas, paramilitares, narcos, intervención extranjera) se asemeja a las guerras actuales, como Siria, Irak o Afganistan. Son guerras sin un principio ni final, guerras que se luchan en la sombra con operaciones especiales y secretas, con nuevas tecnologías como robots y drones, pero también son guerras sin primeras filas. El concepto de victoria o derrota es ambiguo, no está claro cuál es el objetivo de la guerra, quienes son los enemigos, o cuándo llegará a su fin. Es un conflicto irregular”.
Al conflicto bélico, se superpone el propio de la adolescencia. En Monos no nos encontramos con un ejército perfectamente formado, con soldados que anteponen el objetivo de la misión a su visión personal. Los adolescentes que forman el comando tienen preocupaciones similares a la de los adolescentes fuera de la guerrilla, la alteración hormonal por el primer amor, el juego como manera de relacionarse, la desinhibición como alternativa para evadir la responsabilidad. “La película contrapone dos conflictos, por un lado la guerra y por otro lado la adolescencia. La adolescencia es un momento de la vida en el que te preguntas quién eres, y choca contra quién quieres ser. Te cambia el cuerpo, las hormonas, te sale pelo, se modifica el timbre de voz, y a la vez hay un deseo de ser amado, pero también de plena independencia”. Sin embargo, Landes resalta que la idea de la película no es denunciar la utilización de los adolescentes y niños en los conflictos armados.
La propia potencia visual de la película, con los planos generales del inicio en el que se aprecia la magnitud de las montañas, junto con las escenas de acción en la que las cámaras atraviesan de manera vertiginosa la selva demuestran el reto que ha podido significar rodar Monos. Más aún si se vuelve más compleja al rodar con adolescentes en una ambientación de este tipo. “Antes de disparar el primer fotograma, montamos un campamento militar de adaptación, en las montañas a 3.000 metros de altura, que nos sirvió para aclimatarnos, ya que grabamos a más de 4.000 metros. Por las mañanas, hacíamos ejercicios de improvisación y actuación, y por la tarde, ejercicios corporales. A raíz de ver cómo se desarrollaba el campamento, cómo funcionaban las amistades y amores, reescribí el guion porque sabía que tenía que llevar a estos actores a situaciones extremas. Una cosa es trabajar con un actor nobel en una situación de cotidianidad, y otra muy diferente es llevarlo a mitad de la selva en una situación de conflicto bélico, donde su vida está en juego”.
Si bien es cierto que Monos no quiere señalar el drama de los niños soldados, la película no duda en lanzar preguntas al espectador e incomodarlo. “Me parecía interesante introducir en una puesta en escena tan estilizada la rotura de la cuarta pared, encarar a la audiencia, dejarla inquieta, no saber si lo que está viendo es pura ficción o sobrepasa la realidad”.
Monos deja un sabor de boca extraño. Una mezcla de fascinación ante la potencia visual que se saborea con deleite y el aturdimiento emocional de una obra lacerante. Una obra que duele a medida que se profundiza en su trama y que desgarra palmo a palmo con un inocente cruce de miradas.
A partir del 2 de Octubre y hasta el 31 del mismo mes, podra verse la muestra itinerante de Miguel Angel Ferreira Baldosas y pelotazos , en el Espacio de Artes UNSAM Universidad Nacional de San Martin (Provincia de Buenos Aires),con inauguracion el viernes 2 de Octubre a las 19.30. La exposicion viene del Museo Provincial de Dibujo y Grabado Artemio Alisio de Concepcion del Uruguay, donde estuvo durante el mes de Julio, y en Agosto en el MUSEO MUNICIPAL DE ARTES VISUALES de la ciudad de Concordia, para recalar finalmente en Mayo del 2010 en el Archivo y Museo Historicos del Banco de la Provincia de Buenos Aires «Dr. Arturo Jauretche» en la Ciudad Autonoma de Buenos Aires. Los trabajos que integran esta exposicion estan poblados de elementos que aluden a la infancia, o simplemente a otro tiempo, configurando una simbologia que evoca una epoca pasada. La pelota Pulpo , la vieja radio portatil enfundada en cuero, los munecos del metegol y las clasicas baldosas de la vereda -en distintos grados de inevitable extincion- van creando un clima que trasciende largamente el mero recuerdo o la melancolia. Las formas que adoptan estos elementos -y sus mutaciones- le otorgan a las obras un caracter entre fantastico y metafisico, condicion que realza la impecable factura que caracteriza a este artista.
Pingback: MONOS (Alejandro Landes) - Crítica de Revista Mutaciones