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EMOJI: LA PELÍCULA


Neojeroglíficos pop

“¿Quién tiene tiempo para escribir palabras?” Así justifica el personaje Bah la existencia de su mundo al inicio de Emoji: La película, de Anthony Leondis. La pregunta retórica del emoji Bah pretende que la película cumpla desde el inicio su objetivo de marketing con el que sin duda alguna se ha concebido esta producción. Un breve diálogo posterior entre Alex (dueño del móvil en el que los emojis residen) y un compañero de clase ofrece un apropiado eslogan para esta campaña publicitaria: “Tengo que responder el mensaje de Addie. ¿Qué le escribo? – Nada – ¿Nada? – Las palabras no molan”. Esta conversación está compuesta al servicio de la propaganda pero también esconde diversos subtextos que hacen referencia a la involución comunicativa del ser humano en la actualidad. Ahora las compañías de móviles ya no venden minutos para hablar, sino paquetes de datos para poder usar internet, y por ende para chatear a través de whatsapp. Dentro de este primer paso involutivo, los usuarios ya han borrado prácticamente muchos monosílabos y palabras sencillas que tienen su equivalente emoji. Es el regreso a la comunicación jeroglífica y no es casual que ese sea el tema de la clase en la que se encuentra Alex mientras mantiene esa conversación. Bah y sus colegas constituyen una especie de neojeroglíficos pop.

Los emojis viven en la ciudad de Textópolis, presentada mediante un plano secuencia que describe una fauna digital surrealista en la que nada tiene sentido al estilo de videojuegos de plataformas en los que los escenarios son creados por los usuarios como en Little Big Planet. La película basa su ritmo en la sucesión continua de gags con referencias pop, muy pocos de ellos lo bastante ingeniosos para satirizar la actualidad (los trolls, el Facebook o los antivirus en modo centinelas como los de X-men: Días del futuro pasado, de Bryan Singer). El film es narrado a modo de aventura en la que el protagonista Bah es un emoji diferente al resto de los que viven en Textópolis. Nacido para ser un Bah y presionado por toda esa sociedad emoji para ser únicamente un Bah, él siente que puede ser lo que él quiera en el momento que quiera, como el rey del país de Halloween, Jack Skelleton, que quería ser Papá Noel en Pesadilla antes de Navidad (1993), de Henry Sellick o el villano de videojuego Ralph, que no quiere ser más el malo en ¡Rompe Ralph! (2012), de Rich Moore. Y es en esta última película en la que Emoji: La película encuentra su perdición, a la que ya estaba avocada por su concepción como estrategia de marketing y por su también similitud con La LEGO película (2014), de Philip Lord, Christopher Miller y Chris McKay. Ambas cintas también bebían directamente de iconos de animación como la trilogía de Toy Story. Emoji: La película toma de ambas su concepto de universo expandido en la que todo es posible o en el del peligro de Apocalipsis Digital como concretamente ocurría en ¡Rompe Ralph!.


Al igual que La fiesta de las salchichas (2016), de Conrad Vernon y Greg Tiernan no sostenía su concepción de universo alimenticio dentro de la duración de un largometraje, Emoji: La película fracasa en lo que podía haber sido un ingenioso spot de 3 o 4 minutos de los que se pueden encontrar como cobro publicitario antes de ver el vídeo de youtube que lo está petando cada diferente día.

Carlos Rodríguez Martínez de Carneros

 

Emoji: La película (The Emoji Movie, Estados Unidos)

Dirección: Anthony Leondis / Guión: Anthony Leondis, Eric Siegel, Mike White / Producción: Michelle Raimo / Música: Patrick Doyle / Montaje: William J. Caparella / Diseño de producción: Carlos Zaragoza / Reparto: T. J. Miller, James Corden, Anna Faris, Maya Rudolph, Stephen Wright, Patrick Stewart, Christina Aguilera, Sofía Vergara

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