EL ÚLTIMO DUELO
Vanidad, violación y barbarie
Vestida casi de luto, entre el afilado borde de dos espadas, Marguerite (Jodie Cormer) mira desde las alturas asolada por el miedo. Un sombrío vacío engulle su presencia. Incluso el elemento más alejado de lo estrictamente audiovisual, como es un cartel promocional, puede contener todas las claves de la puesta en escena. En El último duelo (2021), Ridley Scott rescata la épica sangrienta que supo crear con los gladiadores, al mismo tiempo que traslada la guerra feminista a la batalla medieval. Una historia entre dos amantes y una amada que evoca al Rashomon (1950) de Kurosawa y sobre cuyas perspectivas se dispone un juicio constante entre víctimas, héroes o violadores-verdugos.
Cumpliendo con lo prometido, la película ofrece lo mejor de su naturaleza: un espectáculo hollywoodiense de violencia extrema y ambientaciones macropresupuestarias. Una factura cuasi invisible recorre cada fotograma de la puesta en escena: los paisajes neblinosos que provocan suspiros helados; las ceremonias igualmente farragosas que los combates cuerpo a cuerpo; o la mesura en cuanto a la espiritualidad, la justicia o la servidumbre, todas omnipresentes pero ninguna protagonista. Un contexto que la película se preocupa en recrear al inicio, asentando al espectador frente a un tiempo y un pensamiento que no son el suyo, para olvidarlo cuando comience el discurso. No se trata de narrar el pasado, sino de juzgar el presente.
Clasicismo habitual, las transparencias obligan a fijarse en los detalles, donde la forma se hace palpable. No es casual que el acaudalado conde (Ben Affleck) tenga dorado el cabello, el básico Sir Jean de Carrouge (Matt Damon) un pelo paja descuidado y el pérfido Jacques Le Gris (Adam Driver) una melena tenebrosa y grasienta. De la misma manera, tampoco es fortuita la detención milimétrica sobre unos pies que se descalzan o unos zapatos que se caen sin querer. Es la incisión sobre el punto de vista, sobre la percepción, sobre la voluntad. Porque en esa época un “no” era un “sí”, porque en esa época se trataban a las mujeres como caballos y se las montaba como tal, y porque en esa época la ciencia aseguraba que el embarazo sólo podía ser producto del orgasmo. Detalles que conforman sus verdades, pero también las nuestras.
En esta estela del mecanismo del relato, un beso se filma desde tres espacios. Desde la simpleza de quien no ve, desde la fantasía de quien no quiere ver y desde la repulsión de quien no puede evitar ver. Un simple beso que encierra tras de sí toda la herencia de la novela de caballerías contra la que se manifiesta El último duelo y el pensamiento mayoritario actual. Tan sólo en el último tercio final se desmontan los desafíos en torno al honor y la honra, la idealización del cortejo presente en El romance de las rosas y la glorificación de la violencia. Vanidad, violación y barbarie mismamente.
Sin embargo, quien busque reivindicaciones originales sobre la cultura de la violación saldrá muy insatisfecho. Nadie es profeta en su propia tierra. El auténtico valor de la película es la apreciación de que la realidad puede ser subjetiva pero que, bajo los ojos de Dios, hay que tener fe en la verdad. Quizás por eso cada embestida, cada estocada, cada lágrima contenida y cada mentira de El último duelo vibran sobre la pantalla, conmocionan y trastornan progresivamente según se acerca el gran juicio final.
El último duelo (EE.UU., 2021)
Dirección: Ridley Scott / Guion: Ben Affleck, Matt Damon, Nicole Holofcener / Producción: 20th Century Studios, Scott Free Productions, Pearl Street Films, TSG Entertainment / Música: Harry Gregson-Williams / Fotografía: Dariusz Wolski / Reparto: Matt Damon, Adam Driver, Ben Affleck, Jodie Comer, Harriet Walter, Nathaniel Parker, Marton Csokas, Sam Hazeldine, Michael McElhatton, Zeljko Ivanek, Alex Lawther, Clive Russell, William Houston.
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