EL TANGO DEL VIUDO Y EL ESPEJO DEFORMANTE
La simetría de la imperfección: hallazgo, recuperación y reconstrucción de El tango del viudo y su espejo deformante
La historia del cine nos ofrece un espectáculo desigual, presidido principalmente por obras redondas, otras que parecen sufrir alguna ausencia que les impide completar su círculo y, finalmente (las más), aquellas que quedan por el camino, sin posibilidad de darse a conocer. En ningún caso existe la obra perfecta pero allí radica precisamente su grandiosidad, en esa imperfección. ¿Podría haber un ejemplo cuántico de estas tres posibilidades simultáneamente? Sin duda, y ese es el caso de la película que se estrenó en el pasado Festival de Berlín: El tango del viudo y su espejo deformante. No es necesario referir a la trayectoria del vanguardista autor que inició este proyecto, el chileno Raúl Ruiz. Y digo inició porque quedó inconcluso, sin posibilidad de rematar el círculo aunque dejando una obra que pudiera ser redonda en el futuro. Ha sido su viuda, la creadora Valeria Sarmiento, quien en un acto de valentía ha decidido hacerse cargo de esa misión. Y gracias a ella ha llegado a nuestras pantallas, tras permanecer cinco décadas inédita. Su estreno no ha podido ser más prometedor, cumpliendo sobradamente con las expectativas de los seguidores de este cineasta único. La coherencia domina la cinta y hace justicia a la personalidad de Ruiz, siempre a caballo entre la realidad y la ficción, jugando a la ceremonia de la confusión. Esa «deformación» de las cosas -hasta hacerlas «irreconocibles» en su origen- ha vuelto a manifestarse para, como bien dice Luciano Monteagudo, dar la impresión de que el cineasta «estuviera vivo» o «mejor aún, como si siguiera filmando después de muerto». Y es que de eso va su testamento fílmico, de fantasmas y alucinaciones.
Inspirándose libremente en un relato de Daphne du Maurier y en un poema de Pablo Neruda, Ruiz recrea en El tango del viudo y su espejo deformante la historia del señor Iriarte, un hombre que acaba de quedarse viudo y que sufre la aparición del espíritu de su mujer en sus sueños (¿y en la realidad?) a través de vivas pesadillas. Tal es así que el espectador llega a dudar de si lo que contempla es soñado, real o infundado por un protagonista que puede sufrir de una enfermedad mental. Su vida, que transcurre entre acciones cotidianas inútiles, la presencia de su sobrino y las visitas de amigos, acaba convirtiéndose en un relato gótico, cuya estética puede recordarnos al imaginario de David Lynch. Y aquí es donde entra el trabajo de Sarmiento, siendo responsable de su apariencia última, que no es poca. Partiendo de que su marido apenas le había hablado de su proyecto inconcluso, que inició en 1967 y al que, por problemas económicos o por desidia, nunca dio fin. Tras el rodaje quedó pendiente su posproducción, permaneciendo sin resolver la sonorización de las imágenes. Sarmiento tuvo entonces que decidir cómo doblar lo que nunca había sido hablado, musicalizarlo en una palabra. Para ello, no sólo ha recurrido a la lectura de labios por parte de especialistas, sino también a la labor del compositor de Jorge Arriagada, que ha imprimido a la película una atmósfera inquietante e hipnótica a través de la música atonal y el uso de instrumentos como el theremín.
A su vez, el montaje realizado por Sarmiento permite dar forma coherente y única a este rompecabezas de materiales llamado El tango del viudo y su espejo deformante, respetando el espíritu de la obra del autor y dando a su vez libertad para la interpretación libre, generando una obra hermana aunque diferente. Como si su imagen se viese precisamente reflejada en una simétrica radial. Una apariencia especular que surte el efecto de un retroceso en el tiempo, un rebobinado que subraya aún más si cabe el ambiente demoníaco del film. Además, la inclusión de las nuevas y nítidas voces a las de los actores produce un efecto espectral que, aunado al blanco y negro de la narración, refuerza su carácter ilusorio, onírico, imposible.
El resultado de El tango del viudo y su espejo deformante demuestra a los espectadores que el legado de Raúl Ruiz está más vigente que nunca, pues su obra -como todas las obras maestras- es la cartografía de una ciudad sin concluir, abierta a múltiples interpretaciones y, por tanto, inagotable.
El tango del viudo y su espejo deformante (Chile, 2020)
Dirección: Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento / Guion: Raúl Ruiz y Omar Saavedra Santis / Productora: POETASTROS / Fotografía: Diego Bonacina (B&W) / Música: Jorge Arriagada / Reparto: Rubén Sotoconil, Claudia Paz, Luis Alarcón, Shenda Román, Luis Vilches, Delfina Guzmán, Alonso Venegas.