EstrenosMayo del 68: 50 aniversario

EL TALLER DE ESCRITURA

Esta gran nación de otros

 

El taller de escritura comienza con una serie de planos que siguen a Geralt de Rivia, el héroe de la trilogía de videojuegos The Witcher. El director Laurent Cantet no opta aquí por filmar la pantalla en la que se está jugando la partida, como sería habitual, sino que compone los planos usando la propia cámara virtual del juego. No se trata de una decisión banal, sino que le permite convertir al espectador en la persona (en ese momento aún desconocida) que está jugando, mostrando la estrategia de identificación que cualquier jugador de videojuegos siente ante su avatar digital y el mundo que habita. Tampoco son banales las acciones que muestra: Geralt no está enfrentándose a monstruos o villanos, solo pasea, cabalga y practica sus artes de la esgrima. Así, Cantet se adueña del videojuego, pervirtiendo su función principal (“Conviértete en Geralt de Rivia y enfréntate a una épica aventura llena de peligros”) para desviar la atención sobre quién juega y, sobre todo, por qué juega así. La semilla queda enteramente plantada cuando la escena se cierra con Geralt disparando flechas al sol, una tras otra, indiferente a la futilidad del gesto.

El taller de escritura

Lo que sigue parece muy desconectado de semejante inicio. El taller de escritura gira en torno a un grupo de jóvenes, habitantes de La Ciotat, una localidad portuaria marsellesa fuertemente vinculada a la industria naviera, que se apuntan a un curso de verano. Impartido por una famosa novelista recién llegada de París, el taller busca que el grupo construya una novela que se desarrolle en el propio pueblo. Durante las primeras escenas, la película mantiene el foco colectivo de otras películas de Cantet como La clase, mostrando las conversaciones en que este grupo de jóvenes decide qué clase de historia contar. Mediante este proceso de brainstorming, la película retrata las inquietudes de estos chavales, muchos de ellos hijos de inmigrantes, que tratan de buscar su espacio en la Francia actual. Así vamos viendo que, como pasa en todos los países, hay muchas Francias posibles: la del chico que busca en la literatura una carrera dentro de un país que valora las artes como una parte integral de su identidad nacional; la de la joven de ascendencia magrebí que quiere explorar las raíces de su familia en la localidad, particularmente la historia de lucha sindical de su abuelo durante el cierre de los astilleros; el joven negro que acepta la existencia de cierto racismo en la sociedad pero prefiere acercarse a la creación más como individuo que como miembro de un colectivo… En los extremos se encuentran la propia profesora, Olivia, y uno de los alumnos, Antoine. Mientras ella, culta y tolerante, representante de la Gran Francia que desde París se vende como la imagen del país, se gana el respeto de los chicos, él es progresivamente marginado por su carácter polémico y agresivo. Antoine se convierte en un marginado dentro de un grupo que encuentra ofensivas sus opiniones políticas cargadas de odio al “invasor” e incómoda su forma de escribir, tan sincera como brutal y cargada de un nihilismo que les escandaliza. Poco a poco, Olivia comienza a sentir una fascinación por lo que representa Antoine, al que quiere convertir en personaje de su próxima novela, y ambos se van convirtiendo en los protagonistas de la función, que se torna progresivamente más oscura.

 

A partir de aquí, Cantet y su coguionista Robin Campillo (director de la reciente 120 pulsaciones por minuto) cambian el foco para mostrarnos más en detalle quién es ese joven. Brillante intelectualmente, lleno de furia contenida y de un enorme desprecio hacia los demás, la vida de Antoine en verano parece limitarse a poco más que jugar a videojuegos, pasar horas solo en la playa o su habitación y reunirse con sus amigos para beber y bailar. Todos ellos coquetean con la extrema derecha, pero no todos por la misma razón que él. Los amigos de Antoine son sencillamente chavales de bajo nivel cultural a los que ha sido fácil vender el discurso del inmigrante como enemigo de la Francia tradicional, y Cantet se asegura de mostrar sus contradicciones sin demonizarlos. Por el contrario, los actos de Antoine, como si de un moderno Meursault se tratase, parecen estar dirigidos por el tedio. Lo que le da la vida no parece, ni mucho menos, suficiente para satisfacerle, y es incapaz de canalizar esa insatisfacción en ambición en lugar de rabia contenida.

Una vez llegados a este punto, no resulta difícil llegar a la conclusión de que Antoine era ese Geralt de Rivia del inicio de la película, deseoso de encontrar en lo virtual una vida que le ofrezca la relevancia que no tiene en la realidad. Y si el uso de los videojuegos no es casual, el hecho de que El taller de escritura se estrene el año en el que se celebran los cincuenta años de Mayo del 68 resulta cuanto menos irónico. Antoine sobre todo, pero también los jóvenes que le acompañan en el taller, busca una forma de sobrevivir en una Francia que se muestra constantemente orgullosa de sus grandes logros. ¿Cómo encontrar tu lugar en la nación de Descartes y Rousseau, de Mayo del 68 y la Revolución Francesa, de Godard, Monet, Sartre, Curie, Truffaut y muchos, muchos más? ¿Cómo mantener el entusiasmo vital cuando las revoluciones ya las hicieron otros o, al menos, no hay suficientes para todos? Podemos fabricarlas y embotellarlas, como hacen los videojuegos, pero ni siquiera eso es suficiente. Podemos recrearlas en la ficción, pero cada vez que dejamos de escribir la vulgaridad de la vida nos vuelve a asediar. Francia es una gran nación, repiten sin cesar, pero nosotros nos sentimos pequeños.

Más aún que en anteriores películas, Cantet mantiene aquí su estilo observacional, muy atento a las dinámicas de grupo, sensible a la espontaneidad de los actores no profesionales. Todo ello con la intención de hacer las preguntas desde el contexto adecuado y que sea el espectador quien busque sus propias respuestas. El taller de escritura enfrenta a la Francia oficial, aquella que se asume pilar de Europa y de la civilización occidental, con sus figuras en los márgenes, los que no pueden o no saben ajustarse a esa identidad nacional que casi parece impuesta. De este enfrentamiento surge el descubrimiento de Olivia, primero fascinada y después aterrorizada, de que, si rascas la superficie, bajo el pan de oro y los grandes nombres, lo que uno encuentra es a miles de Antoines, jóvenes tan confusos, tan furiosos, que solo les queda disparar al cielo.


El taller de escritura (L’atelier, Francia, 2017)

Dirección: Laurent Cantet Guion: Laurent Cantet y Robin Campillo Producción: Denis Freyd para Archipel 25 y France 2 Cinéma / Música: Edouard Pons y Bedis Tir / Fotografía: Pierre Milon / Montaje: Mathilde Muyard / Diseño de producción: Serge Borgel / Reparto: Marina Foïs, Matthieu Lucci, Florian Beaujean, Mamadou Doumbia, Mélissa Guilbert, Warda Rammach, Julien Souve, Issam Talbi

2 comentarios en «EL TALLER DE ESCRITURA»

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