EL REVERENDO
Todavía queda algo por hacer aquí
Ethan Hawke interpreta a un atormentado pastor protestante que debe encargarse de los preparativos del 250 aniversario del templo más antiguo de la Iglesia Reformada Holandesa –hoy casi desaparecida en los Estados Unidos-, First Reformed, como reza el título original de la película. El lugar había sido adquirido como reclamo para el turismo religioso por una poderosa iglesia evangélica, un aparente mercadeo de la fe sorprendente desde una sociedad tradicionalmente católica como la nuestra pero muy habitual en el entorno protestante en el que se debe entender la película. La exuberancia del carismático, emprendedor y televisivo pastor afroamericano que la dirige contrasta con la austeridad del edificio y su exigua y estrambótica congregación. El pastor Tolliver solamente “predica” a un par de feligreses recalcitrantes y a visitantes que preguntan el precio de los souvenirs y le cuentan chistes eclesiásticos obscenos. Atrapado en una situación surreal en la que se ha inmerso voluntariamente, decide escribir un diario íntimo con la condición –liberadora- de quemarlo al cabo de un año.
La voz en off del diario, muy del estilo Schrader (sin intención de comparar, es difícil no pensar en algún momento en Taxi Driver), es el hilo conductor de este filme que escapa de la aparente beatería americana. Desde el principio el espectador percibe que el tipo está afligido, no cabe duda. Le vemos bebiendo amargamente en su escritorio, meando sangre, durmiendo en los bancos de la iglesia, desayunando a media luz pan mojado en bourbon… Un desayuno de campeones similar al del protagonista de Diario de un cura rural (Robert Bresson, 1959), cuyo estómago “caprichoso” solo le permitía ingerir pan rebañado en vino, y que también escribía un diario.
En esencia se trata de un filme que aúna dos temas centrales de la espiritualidad protestante moderna, particularmente la americana: la redención y la conversión. El mismo Schrader, descendiente de alemanes y holandeses, tuvo una educación muy estricta en el temor calvinista de Dios evocada en El reverendo por la sobriedad del entorno de Toller; sin embargo, el templo real en el que se filmó, en Queens (Nueva York), acoge hoy una congregación “inclusiva”, que en su sencillez también permite acoger la diversidad del alma humana y sus conversiones (por otro lado, en la película aparecen varias menciones a Thomas Merton, muy famoso en Estados Unidos por su misticismo inclusivo…). Y en esta tensión se construye la trama y la emoción generada por la película.
El antiguo oficial del ejército Ernst Toller, metamorfoseado en reverendo, escribe que ya no se ve con fuerzas para rezar. La soledad de su esforzado ministerio en una parroquia absurda es un doble castigo autoimpuesto. Por un lado, está la culpa de haber obligado a su hijo a ir a una guerra de donde no volvería y, por el otro, su espíritu angustiado solamente le deja reconocer el vacío que hay en cada sustancia. Su fe, condición de toda redención consciente o inconscientemente buscada en cada castigo asumido, es más una esperanza o un recuerdo que una experiencia hasta que conoce a Mary (Amanda Seyfried). Gracias a ella y a su marido el pastor recuperará el sentido de su fe, a través de una dolorosa, pero verdadera conversión, que aclarará su búsqueda de una misión. Mary, que está a punto de tener un hijo, le pide preocupada que hable con Michael, su marido, un activista ecologista recién salido de la cárcel por su participación política. La charla que tienen es más desesperanzadora que otra cosa y poco después Michael se vuela la cabeza con una escopeta en medio del bosque. Así es como la aparición de Mary llenará doblemente de sentido la alicaída vocación del sacerdote, a través del sentido de responsabilidad por el suicidio de un feligrés y la compasión, que será amor, hacia su esposa, y también feligresa, y su futuro hijo. Uno casi se siente tentado a pensar que este impulso, en realidad, se fija dentro de un marco trinitario donde la preocupación por el mundo y el amor son recogidos por la renovada fe del protagonista.
El reverendo adopta un tono fuertemente crítico con el modelo productivo estadunidense hasta el punto de deslizar sorprendentemente su temática hacia el terrorismo ecologista. Pero su originalidad reposa en plantear el ecoterrorismo en clave religiosa: “¿Qué le estamos haciendo a la obra del señor?”, se pregunta Toller. Asumir el legado del marido muerto, convertirse a su causa, proporciona al reverendo un primer itinerario de redención y transcendencia: transformase en una bomba humana en plena ceremonia de conmemoración del tempo para hacer volar por los aires al magnate perverso de una industria energética altamente contaminante que la financia, y también a su jefe, el director de la iglesia Abundant life, que había aceptado dicha financiación.
El segundo itinerario redentor, antagónico a este, es menos traumático, pero igualmente doloroso. Después del suicidio de Michael, el reverendo empieza a pasar tiempo con la viuda. En las muecas de Ethan Hawke vemos constantemente la culpa de no haber aconsejado con más tino a su marido, de no haber podido salvarlo. Pero mientras avanza la película las muecas se van tornando en sonrisas (sin pasarse) y los tres, contando al bebé por venir, empiezan a hacerse buena compañía. Salen de paseo en bici, a pesar del estado pésimo de salud del cura que se nutre solamente de alcohol. Este itinerario confluye con el anterior en una escena onírica, cósmica, de abrazo, con el que Amanda salva en el último minuto a un Toller envuelto de explosivos y alambre de espino expiatorio. Aunque el desenlace puede parecer exagerado o incluso kitsch o fuera de lugar, un tanto fin made in USA –algo que yo mismo sentí al visionarla en el D’A Film Festival de Barcelona el mayo pasado- al volverla a ver, he sentido que era una película esperanzadora. Aunque la proyección del calvario de Toller sobre otras culturas religiosas o arreligiosas sea debatible, y la palabra la tengan los espectadores, para una persona occidental, la apuesta estética y ética de Schrader es una fuente de emoción difícil de ignorar.
“You don’t need to know precisely what is happening, or exactly where it is all going. What you need is to recognize the possibilities and challenges offered by the present moment, and to embrace them with courage, faith and love”
Thomas Merton
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