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EL RAPTO

En las ruinas del dogma

El rapto (M. Bellocchio) - Revista Mutaciones

Italia, probablemente, no ha tenido nunca a un transcriptor como Marco Bellocchio. Desde luego que no ha tenido a uno tan militante, consecuente y capaz de reinventarse a cada paso sin abandonar una esfera de intereses ligados a su vida personal (y sus tragedias; su tragedia). Tan solo hace falta revisar la filmografía del cineasta emiliano para ver en ella reflejada a Italia y las transformaciones que esta ha sufrido a lo largo de los años. Se trata de un espejo artificial, pues si miramos a la nación mediterránea no somos capaces de proyectar el cine de Bellocchio. Podemos intuir en su capa social la semilla de un cierto movimiento del cine italiano –la de esa rebelde generación de posguerra–, pero una en la que hubiera sido imposible predecir la evolución obscenamente brillante de un autor cansado de entregar obras notables en tiempos sedientos de sobresalientes.

Luego de una inmersión en el género documental, firmando esa preciosa carta a su hermano en Marx puede esperar (2021), y un chapuzón por todo lo alto en el formato serial con Exterior noche (2022), Bellocchio ha vuelto al largometraje de ficción sin abandonar su habitual plataforma cannoise. El rapto (2023), estrenada en el festival francés y galardonada con el premio al mejor guion en la Seminci, cuenta la historia del sacerdote Edgardo Mortara (Enea Sala y Leonardo Maltese), nacido en el seno de una familia judía en la Bolonia decimonónica y arrancado de los brazos de sus padres por la Iglesia católica. El motivo: un bautizo secreto. Mientras su familia lucha por recuperarlo, Edgardo cae preso de la doctrina cristiana.

Si bien Bellocchio continúa con su cine personajes (Aldo Moro, por partida doble, y Tommaso Buscetta), ampliando el tapiz de la Italia que fue bajo la conjugación de los tres poderes del Estado, su obra no está determinada por ellos, sino por los sucesos que los conciernen. Los títulos de estas películas hacen referencia al hecho, y en esta ocasión se ha verbalizado más que nunca. El rapto habla del secuestro físico de Mortara, pero también del secuestro teológico y la guerra de religiones en un país en estado de ebullición. Una tensión trasladada a la puesta en escena, narrando con un pulso de acero lo que en principio se formula como un thriller de época, que pasará al desbordante drama mediante el desfile de rostros en primer plano más contundente que se verá este año, con permiso de futuros estrenos. A esto se suma la perfecta coordinación entre las desesperadas imágenes de Bellocchio y Di Diacomo (director de fotografía), que lloran mientras luchan, y el in crescendo musical de Fabio Massimo Capogrosso, logrando atomizar la emoción de la película.

El rapto (M. Bellocchio) - Revista Mutaciones

No obstante, la cinta no se somete en ningún momento a los códigos de ambos géneros. Sobrevuela la mera categorización al introducir insertos oníricos, en los que Edgardo se enfrenta a los convencionalismos de la religión y la familia. Estas escenas están bañadas en un azul gélido y se despliegan como un pesadillesco apéndice del adoctrinamiento fanático cristiano. Bellocchio arremete contra la Iglesia católica sin efectismos, fiel a personificar en un sujeto un sueño que habla del sentimiento de toda Italia y del suyo, en particular.

La vitalidad, en forma de denuncia, de El rapto confirma que hay pocos autores tan contundentes como el emiliano a la hora de sacudir el árbol político de su país. Una película que narra de primera mano la tragedia, saltando en tiempo y espacio, pero sin olvidar que la llama de la revolución autoral y social pasa por colocar al dispositivo cinematográfico en el centro, en las ruinas del dogma. Comprometiéndolo, cuestionándolo y llevando al límite un estilo de alto voltaje para romper los límites de la ficción. Acerca una historia basada en hechos reales, lo máximo posible, a una lección sobre un mundo que se ha forjado bajo una incuestionable verdad: la de aquellos que controlan el discurso histórico.


El rapto (Rapito. Italia, 2023)

Dirección: Marco Bellocchio / Guion: Marco Bellocchio, Susanna Nicchiarelli, Edoardo Albinati, Daniela Ceselli / Producción: Michael Weber, Beppe Caschetto, Viola Fügen, Alexandra Henochsberg, Paolo Del Brocco, Simone Gattoni, Pierre-François Piet / Fotografía: Francesco Di Giacomo / Música: Fabio Massimo Capogrosso / Montaje: Francesca Calvelli, Stefano Mariotti / Reparto: Enea Sala, Leonardo Maltese, Paolo Pierobon, Fausto Russo Alesi, Barbara Ronchi, Andrea Gherpelli, Filippo Timi, Fabricio Gifuni

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