EL NIÑO QUE PUDO SER REY
La guardería de Camelot
La espada Excalibur, oculta desde la Edad Media, aparece en la Inglaterra políticamente dividida del siglo XXI, y Alex (Louis Ashbourne Serkis, hijo de Andy Serkis) es el único que puede empuñarla. La cosa es que Alex es un niño de primaria, y tiene que enfrentarse a una bruja Morgana (Rebecca Ferguson) que lleva siglos planeando someter al país con la ayuda de la espada mágica. La leyenda artúrica repite sus pasos uno a uno, adaptándose a un estilo contemporáneo y family friendly en los que, por ejemplo, los caballeros son el (repelente) mejor amigo de Alex y los niños mayores que abusan de ellos en el recreo. Así que ya tenemos los ingredientes para la denuncia del bullying, el llamamiento a la unidad nacional, el código de honor entre caballeros, la amistad incondicional, y un largo etcétera de moralinas plantadas a lo largo de todo el metraje. Que no es que sean malos mensajes (bueno, lo de la unidad nacional habría que darle un par de vueltas), sobre todo teniendo en cuenta que el público objetivo tiene menos de 12 años, pero están pegados de manera tan obvia y tan tópica que llegan a resultar insoportables para cualquiera que haya pasado la adolescencia.
Después de dirigir la fantástica Attack the Block en 2011, Joe Cornish se centró en las labores de guionista, participando junto a Edgar Wright y Steven Moffat en el libreto de Las aventuras de Tintín: El secreto del unicornio (Steven Spielberg, 2011) y construyendo los inicios del superhéroe Ant-Man (2015, Peyton Reed), una vez más con Edgar Wright, director apartado del proyecto en preproducción. 8 años después, el regreso a la silla de director de Cornish prometía un humor gamberrete, dentro de los límites familiares, en buena sintonía con la reinterpretación de universo fantástico que le venía como anillo al dedo, la leyenda del Rey Arturo. Sin embargo, en El niño que pudo ser rey nos encontramos ante una cinta tremendamente infantil, unos personajes estereotipados y sin carisma (a excepción del mago Merlín, Angus Imrie, que destaca como secundario cómico) y una sobreexplicación continua que no ayuda en nada al ritmo.
Tampoco suma que continuamente se esté referenciando, directa o indirectamente, a sagas fantásticas de éxito como Harry Potter (presente en todo lo que tiene que ver con la magia) o el Señor de los Anillos (la caminata eterna hacia Tintagel). Hay momentos en los que se pasa de influenciar a, directamente, condicionar parte de la trama, eliminando o sustituyendo elementos de la literatura artúrica por otros que parecen «tomados prestados» de los blockbusters de moda sin mucho disimulo. El clímax final, que tarda bastante en llegar, termina dando un poco de lo que se espera de una película de estas características y pretensiones: Acción, humor y efectos especiales. Pero todo se desdibuja con un epílogo en el que Patrick Stewart (que debe haber abierto bien el bolsillo para los excasos minutos que aparece en pantalla) resume en su discurso final todo lo que nos había desesperado antes. Por si se nos había olvidado.
El niño que pudo ser rey (The Kid Who Would Be King, Reino Unido, 2019)
Dirección: Joe Cornish / Guion: Joe Cornish / Producción: Tim Bevan, Eric Fellner, Nira Park / Diseño de producción: Marcus Rowland / Música: Electric Wave Bureau / Montaje: Jonathan Amos, Paul Machliss / Fotografía: Bill Pope / Reparto: Louis Serkis, Dean Chaumoo, Tom Taylor, Rhianna Dorris, Angus Imrie, Rebecca Ferguson, Patrick Stewart.