EL LIBRO DE IMÁGENES
Cinéma verité
El lenguaje es un sistema de comunicación. La lengua, sin embargo, es un sistema de lenguaje único y diferenciado de otros a través de una codificación particular y específica. Lo que llamamos literatura o escritos se expresa a través de diferentes lenguas (idiomas) y, por tanto, es un arte codificado. La imagen, sin embargo, tiene un lenguaje directo, sin códigos atados a una lengua. El cine, especialmente el sonoro, se compone por tanto de lengua y lenguaje. Es un sistema codificado y, a su vez, no lo es. Vean, por ejemplo, las siguientes tres imágenes de El libro de imágenes:
Esa dualidad del arte cinematográfico, entre lo pictórico de un cuadro y lo textual de un libro, es el principal tema de Jean-Luc Godard en sus tres últimas películas. Si en Film Socialisme (2010) ganaba la batalla el texto a las imágenes, en Adiós al lenguaje (2014) vencía la imagen (por cierto, en 3D). Ahora, igual que el título de Adiós al lenguaje no era casual, menos aún lo es el de su última creación, El libro de imágenes, que guarda en su nombre tanto una contradicción como su propio objetivo. Como rescata Manuel Asín en su texto sobre la película en Caimán, un compañero cahierista de Godard, Jacques Rivette, ya reflexionó en los 50 que la única posibilidad de hacer una crítica perfecta y justa de una película era a través de (sí, lo habéis adivinado) otra película. Claro que, en esa época, la manipulación del celuloide en una sala de proyección no permitía, ni por asomo, la creación que posibilita hoy un simple ordenador y un disco duro lleno de películas.
Esto nos lleva a eso que llamamos video-ensayo, obras que se diferencian del resto de montajes de películas que se agolpan en la red porque parten de imágenes ajenas para crear una obra autónoma que, sin embargo, logra reflexionar, modificar o exponer de una forma nueva las imágenes que la conforman. Godard creó el más afamado de ellos, Historie(s) du cinéma (1988). Este “libro de imágenes” no deja de ser, más que lo que llamamos película, un video-ensayo (lo sé, no son excluyentes) que toma infinidad de fragmentos de películas, desde Buster Keaton hasta Gus Van Sant, pasando por Hitchcock, Chahine o Pasolini, con otra ingente cantidad de textos vagamente relacionados y los enfrenta en busca de la consecución de esa lengua unificadora imposible. Como toda lengua de la que desconocemos su código, El libro de las imágenes no se puede entender. Sin embargo, más allá de la lengua queda un lenguaje que podemos llegar a comprender.
Era también Rivette el que veía el cine de Mizoguchi (Cuentos de la luna pálida de agosto también aparece en la película) sin subtítulos, afirmando que no eran necesarios porque el arte del nipón estaba escrito en el lenguaje universal del cine por mucho que su lengua fuese el código del idioma japonés. Hay que extrapolar esta misma reflexión a El libro de las imágenes, una propuesta de lengua imposible de la que tenemos que tomar, perdón por el lío, el lenguaje. Decía Godard (es imposible no abusar de citas escribiendo de JLG) que el cine es verdad 24 veces por segundo y, por tanto, que la frontera entre cine y realidad no es tal. Su postura queda clara comparando esta película con la última de su vieja amiga Agnès Vardá, Caras y lugares (2017). Mientras una sigue buscando en los paisajes y las personas, en eso que solemos llamar realidad, Godard busca comprender, pensar y expresar el mundo a través del cine, de las imágenes de esa realidad. Si de la realidad a las imágenes de esa realidad hay o no diferencia es la postura que separa a ambos. Si la hay, significaría que el cine codifica esa realidad. Como para Godard esto no es tal, El libro de imágenes se encarga, principalmente, de derruir la posibilidad de codificación de las imágenes. Es un intento de creación de una lengua pensado para expresar que esa lengua no es tal. Que el cine es lenguaje sin lengua, que es realidad sin código. Que, aunque codifiquemos las imágenes de mil y una formas, siempre pueden derruirse hasta llegar a la realidad que las forma. Oí una vez a Antonio Weinrichter citar, en un reportaje de Días de cine, una frase de Félix Azúa que expresa muy bien la contradicción que representaba y sigue representando el cine del francés: “Godard es quien más ha hecho por el cine en la época de su destrucción”. Pero no nos confundamos, El libro de imágenes no es la destrucción del cine, es la construcción de esa destrucción. Al final, si tuviésemos que definir que es El libro de las imágenes diríamos que es un ensayo cinematográfico que reflexiona, de forma simultánea, del mundo y del cine. También que lo hace desde el presente a través del pasado y mirando al futuro. Sin embargo, si tenemos que responder qué es, diremos que es la muestra de que cine y realidad son la misma persona, diremos que es Godard.
El libro de imágenes (Le livre d’images, Suiza, 2018)
Dirección: Jean-Luc Godard / Guion: Jean-Luc Godard / Producción: Fabrice Aragno, Mitra Farahani, Hamidreza Pejman, Georges Schoucair / Fotografía: Fabrice Aragno / Montaje: Jean-Luc Godard / Diseño de producción: Jean-Paul Battaggia / Reparto: Jean-Luc Godard (narrador).
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