EL INSULTO
El tabú de Oriente Próximo
¿Dónde comienza y termina la libertad de expresión? El comienzo de la película nos muestra unos títulos de crédito que advierten al espectador de que lo que verá es exclusivamente una ficción, ajena a cualquier tipo de opinión gubernamental o política. Sin embargo, en El insulto (2017), película dirigida por el cineasta libanés Ziad Doueiri, se nos plantean dos de las temáticas más controvertidas de la sociedad actual de oriente próximo: los límites de la libertad de expresión y las tensiones entre las diferentes culturas y religiones en el mundo árabe.
El filme aborda la brecha social, étnica y religiosa de un Líbano con vestigios y cicatrices de la Guerra Civil a través de un incidente aparentemente sin importancia que enfrenta a Toni, un cristiano libanés, con el refugiado palestino Yasser. Con una particular y “humanizada” percepción de la teoría del caos, Doueiri ejemplifica cómo el acto más insignificante puede desatar una oleada de acontecimientos inesperados para las familias de los protagonistas, e incluso para la Nación entera.
La trama se desenvuelve entre un amasijo de escenas judiciales que ya hemos visto en películas anteriores como Nader y Simin, una separación (Jodaeiye Nader az Simin, Asghar Farhadi, 2011), En el nombre del padre (In the name of the father, Jim Sheridan, 1993) o Anatomía de un asesinato (Anatomy of a Murder, Otto Preminger, 1959); y nos presenta una sociedad fragmentada y profundamente marcada por los extremismos religiosos, donde una tercera parte de la población son refugiados sirios en convivencia con más de 400.000 ciudadanos palestinos y cristianos. Una dura crítica que exclama el personaje de Yasser: “Somos los negros del mundo árabe”, en referencia a los ciudadanos palestinos y la representación del entorno que rodea a ambos protagonistas, pone de manifiesto el peligro y la segmentación a la que se someten a diario. Ambos se verán atrapados bajo el yugo de una guerra mediática que se encargará de tergiversar y avivar la llama en una sociedad dividida por un conflicto absurdo, en el que entrarán en juego rencores y enfrentamientos pasados entre las dos comunidades. Hasta llegar al punto de que los propios protagonistas reconocerán su error al final de la cinta. En este contexto resulta especialmente interesante el papel de la mujer como elemento conciliador y el único que es capaz de “tragarse” su orgullo y aceptar las disculpas.
El insulto en sí es un ejercicio propio de tolerancia y libertad de expresión por parte de su director, que ya tuvo que enfrentarse a la justicia libanesa en una ocasión por violar la prohibición de visitar Israel, donde rodó escenas de su anterior largometraje El atentado. Además tal y como él mismo ha reconocido en entrevistas, fue obligado por las autoridades libanesas a añadir ese mensaje al inicio de la película para evitar que se le relacione con el gobierno de Líbano.
Doueiri apuesta sabiamente por este drama político que nos ofrece otra cara del mundo árabe, más allá de la que ofrecen los medios, y un ejercicio de revisión histórica de una tierra asolada por oleadas de violencia, inestabilidad y censura. Otro claro ejemplo de que en Oriente próximo también son capaces de hacer buen cine de alto contenido social y que invita a la reflexión.
El insulto ( L’ insulte, Líbano, Bélgica, Francia, EEUU, Chipre, 2017)
Dirección: Ziad Doueiri/ Guion: Ziad Doueiri, Joelle Touma / Producción: Rachid Bouchareb, Jean Bréhat, Lara Chekerdjian, Charles S. Cohen, Julie Gayet, Abla Khoury, Genevieve Lemal, Muriel Merlin, Antoun Sehnaoui y Nadia Turincev/ Música: Éric Neveux / Fotografía: Tommaso Fiorilli / Montaje: Dominique Marcombe / Diseño de producción: Hussein Baydoun / Reparto: Kamel El Basha, Christine Choueiri, Adel Karam, Camille Salameh
Será interesante ver esta visión oriental de su problemática.
Tal como lo describes me han entrado ganas de ver la película
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