EL CINE DE ZACK SNYDER (1): LA ÉPICA EN LA ERA DEL LIBERALISMO
La épica en la era del liberalismo
El cine de Zack Snyder dentro del cine comercial y el blockbuster ha de ser tenido en cuenta para reflexionar acerca de los cambios producidos tras el auge de los superhéroes en la gran pantalla. Normalmente vacías, sin más pretensión que la de entretener y contar una historia preformulada para así componer un universo o sencillamente dar paso a una secuela, las películas de superhéroes de la década anterior han utilizado el Big Data para conocer las sensaciones del público y así adecuarse a sus reacciones. Dentro de la marea insípida y recalcitrante que es el cine de taquilla, Zack Snyder se encuentra entre esos poquísimos directores que parecen querer decir algo más allá de adaptar un cómic, continuar una moda o la película-esquema que ha perdido el gusto por la innovación y el riesgo. En sus mensajes visuales y más aún en su forma de operar se encuentra un interesante objeto de estudio que bebe de cierta mitología para construir una propia en torno a seres intermedios entre lo humano y lo divino o lo humano y lo demoníaco. Centrándonos en las películas de Snyder que adaptan cómics y que mejor exploran la condición del héroe clásico griego, el que encarna la quintaesencia de los rasgos claves valorados en su cultura de origen, (300, Watchmen, El hombre de acero, Batman v Superman: El amanecer de la justicia y La Liga de la Justicia de Zack Snyder) intentaremos desgranar en este y otros cinco artículos algunos rasgos clave de su obra, sus aspiraciones y las consecuencias que todo ello conlleva.
El cine de Zack Snyder (1): La épica en la era del liberalismo
Comenzando por hablar del cine de Zack Snyder en un sentido épico, con todas las características que el género narrativo contempla pero adaptadas al audiovisual, observaremos la importancia de las conocidas «ediciones finales» del director norteamericano que vienen después del estreno en salas. Tanto Watchmen (2009) como Batman v Superman: El amanecer de la justicia (Batman v Superman: Dawn of Justice, 2016) y La Liga de la Justicia de Zack Snyder (Zack Snyder’s Justice League, 2021) —en lo sucesivo Batman v Superman y La Liga de la Justicia— han tenido dos o más versiones que incluyen metraje incluido por Snyder y descartado por otros. Escenas clave que, más allá de explotar determinadas situaciones o añadir cosas prescindibles, amplían los universos de las películas en detalle siendo esenciales para el desarrollo completo de las mismas.
La extensión nada común (ya no solo en un blockbuster, sino en el cine comercial y pop contemporáneo) de estas versiones «definitivas» que superan las tres horas y media vuelve a remitirnos a la épica, donde el volumen de la obra responde a un afán por incluir todos los géneros (lírico, dramático y didáctico) dividiéndose en capítulos. Al margen de que esto pueda ser un juego comercial por parte de la productora, no es menos cierto que los «Snyder Cuts» agregan secuencias a las películas que no solo ayudan a su mejor comprensión en términos artísticos y estilísticos, sino que además permiten ahondar en una mitología creada a partir de su amplio estudio de los personajes y el ambiente en el que se encuentran. Pensando por ejemplo en Watchmen o en la reciente Liga de la Justicia, el cambio casi total que experimentan las cintas resuelve la creación de un modo diferente de acercarse a las mismas. Del calco visual del cómic de Alan Moore y el sinsentido bombástico y cargado de clichés de Joss Whedon pasamos al territorio de la angustia apocalíptica y a la creación de una familia olímpica a partir del individualismo de seres quebrados.
Las versiones finales de Snyder concatenan su visión como creador y el deseo de conformar una serie de mitos modernos a partir de captar lo esencial de los antiguos por medio de lo superficial. El prototipo de perfección física de un bulto redondo helenístico se manifiesta en diferentes siluetas recortadas ante un fondo desolador en todas las películas de Snyder a partir de 300 (2007). Una imagen-símbolo propone personajes cuya vertiente realista solo es una nimia parte; la iconografía explotada que llega a componer escenarios tan inconfundibles a partir de la sobreexposición de los paisajes y los cuerpos marcará una unión entre la interpretación de los mitos en la modernidad y su desenvoltura en una nación concreta.
Entendiendo el bagaje y el pensamiento de Snyder, el cual puede limitarse a una interpretación simplista y no menos rotunda de unos ideales, encontraríamos tras sus diversos relatos épicos una serie de nexos comunes. La idea principal de todo su cine se sustenta sobre las bases del liberalismo social, pensamiento que antepone la libertad del individuo y reduce el poder del Estado, para llegar a representar la lucha de un individuo con poder casi ilimitado contra una amenaza extranjera. Todos los personajes protagonistas (los héroes) de las películas de Snyder son el paradigma de la libertad individual y de un poder sin parangón, tanto los que ejercen ese poder para llevar a cabo acciones justificadas como los que no. Tanto Xerxes como Leónidas, Superman como Lex Luthor o Batman y cada uno de los Vigilantes de Watchmen representan la persona a-jurídica que se eleva por encima de la ley ya sea por principios ideológicos o por la incapacidad de ésta para frenarlos. Si pensamos en que todos los superhéroes son personajes con habilidades sobrehumanas que actúan bajo sus propias normas, ya sea para obrar bien o mal (una línea que es fácil de cruzar, tal como se ve en el cine de Snyder), observaremos el carácter autoritario que los envuelve. En todos los sentidos, sus cualidades los convierten en seres propensos a la tiranía propia de los césares o los caudillos de guerra, lo quieran o no, y a desempeñar roles muy alejados del pueblo llano. Poco importan las personas corrientes en las películas de superhéroes si no tienen una relación directa con ellos o si no suponen un símbolo de debilidad ante una fuerza mayor. Las víctimas innumerables que jamás se identifican en los films de catástrofes funcionan siempre como un daño colateral en la empresa del héroe por salvar el día. Pero en las películas de Snyder esta premisa de superioridad se enfoca de manera diferente, siendo la cuestión moral de ser todopoderoso lo que sienta las bases de su visión particular de estos héroes capaces de arrasar ciudades en segundos o aniquilar a cualquiera que consideren un enemigo.
El carácter todopoderoso-totalitario que envuelve a los personajes de Snyder y los mantiene en tensión constante entre el bien y el mal se ve explorado en El hombre de acero (Man of Steel, 2013) y Batman v Superman de la mano de las secuencias de los dos juicios a los que acude Superman. En una base del ejército estadounidense, él deja que le coloquen unas esposas como muestra de una sumisión tan fantasiosa como simbólica mientras que en la escena del Capitolio se presenta como acusado en un juicio que lo acusa de crímenes en la batalla contra el General Zod (y que termina siendo una orquestación de Luthor para hacer que Superman parezca una amenaza mayor de lo que es). En la primera escena no tarda mucho en romper las esposas y en la segunda es el único que sale indemne de la explosión mientras todo el resto de la sala perece. La fuerza, unida a la invulnerabilidad, colocan al personaje como algo muy superior al común de los mortales y Snyder recalca una y otra vez lo inútil que es intentar aplicar una justicia legal a un ser como él; lo patético que resulta intentar que se adecúe a un proceso judicial corriente… Lo que aquí se demuestra es la imposibilidad de controlar a un individuo cuya naturaleza no puede doblegarse mediante la represión o la ley. Surge, entonces, la duda en cuanto a la libertad de acción de estas armas andantes sin más sometimiento que a al propio. Snyder resuelve el problema de saber si Superman es héroe o amenaza partiendo del encuentro con su propia moral, el entendimiento de las situaciones, sus valores y la propia cultura del sujeto. La máxima de Snyder dicta que, más allá de cualquier intento por controlar a un individuo, lo que de verdad funciona es que tenga fe en hacer lo correcto. Fe que nace, no de un origen (Superman es alienígena) sino de la cultura en la que se ha criado uno. Esta premisa conduce cada película de Snyder a una lucha entre culturas que va desde 300 y su maniquea representación de espartanos y persas como paradigmas del bien y del mal hasta La Liga de la Justicia y su unión de individuos que comparten una serie de valores concretos para hacer frente a una amenaza cultural que se opone a los mismos.
Pero antes de que surja dicha unión, se deben solventar las diferencias que enemistan a los héroes de un mismo panteón. Es necesario que todos los personajes totalitarios vean que pueden unirse en pos de luchar contra algo más grande. La clásica paranoia norteamericana que ve una continua amenaza inminente se explora desde los mismos cimientos de la Guerra Fría en Batman v Superman. La idea de que el héroe sea un enemigo entronca con elementos clave del conflicto americano-soviético como el espionaje o la incertidumbre del lanzamiento de los misiles nucleares. La película comienza in media res mostrando la batalla final de El hombre de acero en la que Superman y el General Zod vuelan de rascacielos en rascacielos, destruyendo todo a su paso. La vista aérea que se centraba en los alienígenas batallando se sustituye por la mirada impotente desde el suelo. En un picado permanente que conformará la situación de Bruce Wayne ante la inferioridad que siente tras entrar en contacto con el superhombre durante toda la película, su faceta altruista lo mostrará salvando gente de entre los escombros. Al finalizar un rescate, su mirada se dirigirá a las alturas para ver a los dos combatientes peleando muy lejos de poder hacer nada. El paradigma ha cambiado para él, ahora un mero espectador privado de su papel heroico y cuya noción de lo que entendía como amenaza ha cambiado para siempre.
Zack Snyder propone una visión del superhombre que se acerca a la de un ser humano corriente, pues Bruce Wayne tampoco es ningún civil cualquiera, sino que encarna esa faceta de ser-por-encima-de-la-ley de la misma forma que lo hace Superman. La diferencia es el desequilibrio de poderes, el miedo a perder el control y que su justicia sea sustituida por la de otro, lo cual iniciará una guerra. Su impotencia lo llevará a volverse radical durante los dos años en los que vuelve a ponerse el disfraz de murciélago e investigar sobre Superman. El liberalismo dará paso a un fascismo nacido del terror y la sospecha, a un totalitarismo al que son siempre propensos los ideales individualistas y que se manifiesta como la única solución para conservar un poder afianzado. El poder de Batman reside en el miedo que provoca además del dinero que posee (interesante dúo de cualidades) y, dado el cambio en el devenir de las circunstancias y el desequilibrio de fuerzas, se anulará cualquier tipo de moralidad por su parte. Es importante ver que en el cine de Snyder no hay ética, sino moral1. Una moral que se basa en unos valores de tradición judeocristiana y que envuelven por completo la obra del director americano. Dentro de su épica que mezcla realidad y fantasía, una clara ideología heredera del luteranismo que explora las derivas anarcocapitalistas y libertarias de la reforma protestante en Estados Unidos se manifiesta bajo los estandartes de unos personajes-símbolo. En la segunda parte del texto trataremos la importancia de estos símbolos aunados a lo que la mitología clásica y la cultura pop ofrecen a Snyder para generar sus universos.
1- La ética la definimos entonces como el conjunto de normas que tienen por objeto salvaguardar, fortalecer y preservar la vida de los individuos corpóreos, mientras que la moral tiene por objeto salvaguardar, proteger, etc., la vida del grupo como tal grupo.
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