EL CAMINO
Una senda complaciente
Hoy en día, las grandes productoras (entre las que obviamente se encuentra Netflix) han de apostar, principalmente, por ‘productos’ que consigan un alcance significativo el cual derive en unos beneficios elevados. Parece que una de las piedras angulares para conseguir este éxito se encuentra en la descarada utilización de procedimientos que apelan a la nostalgia de la audiencia. Ejemplos de esto son la marabunta de remakes, reboots, secuelas, precuelas y otras designaciones que copan las salas de cine y los catálogos de las plataformas. Esto no quiere decir que todos sean casos infames, ya que existen intentos de expansión de los universos diegéticos precedentes más que estimables, como podrían ser Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017) o Mad Max: Furia en la carretera (George Miller, 2015). No obstante, el número de ejemplos fallidos e insatisfactorios gana por goleada a los anteriores y todos ellos sufren de un mal común: la gestión de la intertextualidad y la nostalgia como herramientas efectistas que hacen avanzar la narración de forma ilusoria. No existe un verdadero propósito más allá que el de conseguir atraer al público hacia algo que ya ha visto, con el pretexto de ofrecerle la misma sensación que experimentó en el pasado. El Camino: Una película de Breaking Bad (Vince Gilligan, 2019), podría ser posicionada en la mitad del espectro, entre un intento de extender provechosamente su universo y la exposición innecesaria en su ejecución.
Vince Gilligan creó una serie que ha marcado época, Breaking Bad (2008-2013), cuyo impacto sigue muy presente en los espectadores. De hecho, Gilligan ya pareció sentir la necesidad de seguir serializando dicho universo con la aclamada Better Call Saul (2015- ), pero, en el pasado, decidió dejar cerrada su obra fundacional. Curiosamente, acabó por cambiar de opinión y filma El Camino con la intención de dar el broche final a uno de los protagonistas, Jesse Pinkman. De forma inevitable, la película tiene un gran atractivo para los fans de Breaking Bad; volver a los lugares comunes que una ficción ya legendaria estableció resulta, cuanto menos, tentador. Sin embargo, El Camino no puede ser valorada solo desde una óptica subjetiva sujeta al fan service.
No sería descabellado afirmar que, en el cómputo general, la película se aleja de numerosos temas profundamente explorados en Breaking Bad: la aceptación o rebeldía ante la mortalidad, el éxito y fracaso en el contexto del sueño americano, la crisis de la virilidad en la mediana edad… Todos ellos mostrados con pausa y vigorosidad a partes iguales, además de un guion cuidadosamente orquestado, cuyo detallismo en la causalidad y continuidad de los personajes y sus acciones roza la perfección. Por otro lado, El Camino tiende al thriller más convencional, el cual pretende contar la historia de una huida y su consecución, dando así un final explícito al arco de Jesse Pinkman. Este cierre de arco sí se aprovecha de otros temas vistos en la serie como la redención, insertos además en un contexto alienante caracterizado por y unos paisajes desérticos que enfatizan el desierto interior de sus personajes. La película consigue momentos de tensión notable y también otros de gran emotividad gracias a sus flashbacks, recayendo estos últimos, no obstante, en el peso catártico que arrastra la serie.
El carácter aventurero de la cinta en el plano argumental aleja aún más su similitud tonal en relación a la serie. Si bien podría ser entendible que se pervierta el ritmo de la acción, teniendo en cuenta que se trata de una película de dos horas, otros aspectos caen en una representación errónea o extremadamente explícita de uno de los géneros en los que se ha enmarcado la serie: el western. Los elementos siempre fueron reconocibles sin la necesidad de una explicitación redundante, ya que se podían ver en el viaje de sus personajes, o la continua interacción con la frontera en parajes hostiles al margen de la ley. En El Camino, no obstante, se llega al extremo de forzar a Pinkman a ser parte de un duelo a pistola en el que él se erige como pistolero ganador. Por más que esto pueda resultar divertido o emocionante, rompe inevitablemente con el espíritu realista de Breaking Bad, y no se puede olvidar que el espectador se encuentra ante un filme que pretende ser una continuación de dicho universo.
Precisamente esa explicitud o exceso de mostración podría usarse como crítica para la película en su totalidad. El episodio final de Breaking Bad ha sido reconocido como uno de los mejores cierres de la historia para una ficción televisiva y el propio Vince Gilligan no pensaba tocarlo. El final de Jesse es abierto, con él huyendo en un coche entre gritos que mezclaban llanto y liberación. Queda a la imaginación del espectador lo que ocurrirá con este personaje tras todo el sufrimiento que tuvo que aguantar. Cabe preguntarse pues si realmente era necesario producir dos horas en las que se asegure que un personaje consiga comenzar una nueva vida y, por consiguiente, si dicha producción apunta a una pretensión artística que incida en el crecimiento de este universo ficcional o, por otro lado, es una mera concesión a fans ávidos de conocimiento que garantiza un éxito comercial. Paradójicamente, El Camino no termina de funcionar ni como epílogo que realmente aporte nuevas texturas a Breaking Bad ni como película independiente, ya que sería incapaz de satisfacer a un público desconocedor de su ficción predecesora.
El Camino: Una película de Breaking Bad (El Camino: A Breaking Bad Movie, EE.UU., 2019)
Dirección: Vince Gilligan / Guion: Vince Gilligan / Producción: Diane Mercer, Vince Gilligan, Aaron Paul, Melissa Bernstein / Fotografía: Marshall Adams / Música: Dave Porter / Montaje: Skip Macdonald / Reparto: Aaron Paul, Jonathan Banks, Matt Jones, Charles Baker, Larry Hankin, Jesse Plemons, Tess Harper, Michael Bofshever, Scott MacArthur, Scott Sheperd, Robert Forster, Bryan Cranston, Krysten Ritter.
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