EL BLUES DE BEALE STREET
Un autor en escalada
El conflicto racial y la violencia frente a la celebración de la vida y el amor. La paradoja que puede suponer el significado de estas acepciones podría no resultar cómoda a la hora de rodar una película. Barry Jenkins es la segunda vez que lo hace. Ya lo hizo una vez y el resultado fue una obra tan oscura como íntimamente bella. En El blues de Beale Street (If Beale Street Could Talk, 2019), por segunda vez, parece sujetar el que puede suponer el estandarte de su cine, la denuncia racial y social mediante las imágenes más líricas, hondas y personalmente marcadas que este (recurrente) contraste (cinematográfico) le pueda permitir. En Moonlight (2016), Jenkins se enfrentó al acoso escolar y sobre todo a la homofobia de frente, pero sin utilizar, salvo efímeras situaciones, la violencia. A su lado, enfrenaba y encuadraba a los personajes directamente a los ojos de la sociedad. Ralentizaba su vida, sus emociones y sus composiciones en el plano para ahondar en la más profunda empatía del espectador pero dejando un poso realista, es decir, amargo. Durante El blues de Beale Street la amargura se traduce en dulzura, la violencia en una herramienta estilizada rodeada siempre por un travelling circular perfectamente colocado para sazonar la primera (y posiblemente mejor) escena del filme.
La historia se centra en la historia de amor de Tish y Fonny, una pareja afroamericana más pendiente de hacer crecer su amor y su familia que en los conflictos que pueda suponer la época turbulenta a la que pertenecen. Ellos son el motor que mueve toda la maquinaria del filme. Ellos son el motivo por el cual Barry Jenkins estiliza todavía más su dispositivo, crea para ellos composiciones separadas con una utilización tensa, pero no violenta, del plano/contraplano, del fondo difuminado, cercanos a su piel y muy sutiles movimientos de cámara hasta que forme parte de la escena como un elemento más amalgamando amor, estilo e imagen. En El blues de Beale Street estos movimientos de cámara permiten que las miradas entre Tish y Fonny pertenezcan al lado más íntimo y personal de la película como un elemento inseparable de esta historia de amor, ayudando a impulsarla y a defenderla mediante planos/contraplanos y, en contradicción a Moonlight (aislaban a sus protagonistas), los refugia hasta que finalmente explota esa unión en cerradas e íntimas imágenes compartidas. Estas miradas rompen la cuarta pared para mirar directamente al espectador a los ojos y poner en bandeja un abanico de sensaciones dispuestas a dejar huella a través de un dispositivo lírico y expresivo. El vínculo protagonista forma parte de la composición para hacer frente a la violencia racista. Durante una escena, la pareja es acosada por un policía de raza blanca que no tarda demasiado en buscar cualquier excusa para detener a Fonny. Los primeros planos se cortan y se contraponen con rápida violencia, pero llegado el momento de defender su posición, aparecen los protagonistas agarrados y abrazos en un plano general frente a la imagen cerrada y aislada del policía. Barry Jenkins defiende con sus inteligentes y certeros planos a su pareja (y por ende, a la comunidad afroamericana).
Esta historia está basada en el libro homónimo de James Baldwin, editado por primera vez en 1974. Años clave de una época turbulenta para la convivencia social y racial en Estados Unidos. Dónde unos autores optan por estilizar la violencia hacia un lado realista y casi documental, Detroit (2017, Kathryn Bigelow) o por una oda teatral Fences (2017, Denzel Washington) otros proponen el cambio mediante la respuesta fiel a un estilo único y en constante escalada, alto y claro como un canto hacia el amor y el ser humano.
El blues de Beale Street (If Beale Street Could Talk, Estados Unidos, 2018)
Dirección: Barry Jenkins / Guion: Barry Jenkins y James Baldwin (Novela) / Producción: Annapurna Pictures, Plan B Entertaiment, Pastel / Fotografía: James Laxton / Montaje: Joi McMillon y Nat Sanders / Diseño de producción: Mark Friedberg / Dirección de arte: Robert Pyzocha y Oliver Rivas Madera / Música: Nicholas Britell / Reparto: KiKi Layne, Stephan James, Regina King, Diego Luna, Pedro Pascal,Teyonah Parris, Colman Domingo, Brian Tyree Henry, Ed Skrein, Michael Beach,Emily Rios, Finn Wittrock, Dave Franco, Aunjanue Ellis, Faith Logan.
Pingback: Black Power: La belleza de ser negro - Revista Mutaciones
Pingback: Crítica de El ferrocarril subterráneo, de Barry Jenkins. Revista Mutaciones.