EL AUTOR
La desubicación
En el comienzo de El autor vemos un vídeo de un grupo de pingüinos en la nieve, en mitad de la clase magistral de un curso de escritura y en pleno verano de Sevilla. El protagonista, un aspirante a novelista llamado Álvaro, asiste tan ensimismado a esta actividad que está a punto de llegar tarde a uno de los momentos más importantes en la vida de su mujer, escritora de éxito, al recibir el premio que la consagra su reconocimiento como autora popular.
Como sucedía con la primera secuencia de Caníbal (2013), el anterior largometraje de su director, en este arranque están condensadas algunas de las características de una película que muestra buena parte de sus cartas en sus compases iniciales. Tenemos a un protagonista desubicado e incapaz de conciliar una vocación para la que parece estar dudosamente capacitado con las obligaciones propias de un hombre adulto, casado y con trabajo. Tenemos, también, una cierta comicidad que se va disolviendo a la vez que esta desubicación se va transformando en una carencia absoluta de empatía, en una ilustración extrema de la inversión de la máxima de Kant que hablaba de tratar a los demás como fines en sí mismos y no como medios. Y tenemos, en fin, a un Manuel Martín Cuenca que cambia de tercio y parece iniciar una operación inversa a la que supuso en su filmografía la aparición de La mitad de Óscar (2010): si entonces parecía optar por una mayor radicalidad en su obra, ahora el giro es hacia la sencillez, ofreciéndonos una película de apariencia accesible desde los mismos créditos iniciales (acompañados, no en vano, de una canción de José Luis Perales compuesta para la ocasión), aunque con una carga de profundidad y una maestría técnica en el tratamiento de la luz y del sonido que nos impiden abandonar la idea de que el cineasta almeriense ha medido muy bien el alcance de su nueva propuesta.
El componente siniestro que progresivamente va tamizando la personalidad de Álvaro se beneficia de la entrega del protagonista, Javier Gutiérrez, cuya adecuación para el personaje se ve acentuada al observar las interesantes conexiones que ofrece con otro papel que el mismo actor ha compuesto recientemente, en este caso para televisión: el de Jesús, en la miniserie de Juan Cavestany y Álvaro Fernández-Armero Vergüenza: en ambos, la petulancia va unida a la incompetencia; el ego hipertrofiado, con la insensibilidad; los grandes planes, con la incapacidad para planearlos y ejecutarlos; la visión de futuro, con una carencia de herramientas para lidiar con el presente. Ambos personajes, trasuntos de un Don Quijote sin su pasión por la justicia -sustituida por el propio ego como única pasión- parecen muy representativos de cierta España contemporánea, cuyo fracaso como Estado parece ir unido con una exacerbación del sentimiento nacional, como si las glorias teóricas y de difícil sustento intelectual pudiesen esconder las incapacidades prácticas.
Martín Cuenca opta por inundar de una inquietante y estival luz blanca el entorno del protagonista, cuyas solitarias jornadas de escritura frente al ordenador necesitan de algo más que de una genialidad inexistente y le impulsan a manipular el entorno vecinal a su (aparente) antojo. Los personajes secundarios, en llamativo contraste con Álvaro y en coherencia con el peso literario que tienen que adquirir en su incipiente novela, escrita a la par que la película avanza, tienen las mismas cualidades de las que él carece: por encima de todo, autenticidad y capacidad para resolver asuntos prácticos. Muy lejos de ofrecernos un retrato amable de la sociedad sevillana, lo que El autor nos muestra es una galería de seres de carne y hueso (que representan la “vida” que pide el profesor de escritura, Antonio de la Torre, como punto de partida para la creación) y, en medio de ellos, un ser robotizado, carente de sentimientos, en lo que parecería ser un duro retrato (e injusto) retrato de sí mismo como cineasta alejado de la sensibilidad mayoritaria.
A pesar de no ser su primera adaptación (La flaqueza del bolchevique -2003- surgió de una novela de Lorenzo Silva y Caníbal se inspiró, muy lejanamente, en el relato Caríbal de Humberto Arenal), El autor es la película más literaria de su director, no sólo por la identidad y profesión de su protagonista, sino también por la manera en que el espíritu de la obra de Javier Cercas, singularmente bien asimilado, se enseñorea de la narración. Si mencionamos las porosas fronteras entre la realidad y la ficción y la progresiva ridiculización del narrador como elementos clave, también debemos destacar la teorización sobre el propio arte, tan importante en novelas como El vientre de la ballena (Javier Cercas, 1997), que corre a cargo de un Antonio de la Torre que se explaya en sus consideraciones sobre la naturaleza del drama en particular y de lo literario en general, sin desaprovechar la ocasión para colarse en la vida de su crédulo alumno y comer a costa de su generosidad, en un señalamiento de la paradójica relación entre los autores (más o menos afortunados, mayor o menor dotados moralmente, pero autores de una obra al fin y al cabo) y quienes viven a su costa, sin una obra detrás.
Recibida de forma desigual en los dos festivales mayores en los que ha competido (en Toronto obtuvo el premio FIPRESCI y en Donostia se fue de vacío) y pese a no ser su mejor obra, la llegada de El autor a las carteleras debería servir para que el nombre de Martín Cuenca salga de esa categoría incierta a la que le ha condenado la falta de relumbrón mediático y la frialdad de la crítica. Su notable y estimulante filmografía merece que no vuelva a ponerse a sí mismo en cuestión hasta los mismos límites de la autofagia.
El autor (España, 2017)
Dirección: Manuel Martín Cuenca / Guión: Manuel Martín Cuenca, Alejandro Hernández (Novela: Javier Cercas) / Producción: Mónica Lozano, Manuel Martín Cuenc, David Naranjo, José Nolla, Jaime Ortiz de Artiñano, Gonzalo Salazar-Simpson, Alex Zito / Fotografía: Pau Esteve / Montaje: Ángel Hernández Zoido/ Diseño de arte: Sonia Nolla / Reparto: Javier Gutiérrez, María León, Antonio de la Torre, Adriana Paz, Tenoch Huerta, Adelfa Calvo, Rafael Téllez, Craig Stevenson, Miguel Ángel Luque, Carmelo Muñoz Adame, Domi del Postigo.
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