EL ASESINO
Cuestión de punto de vista
El punto de vista es el eje estructural de El asesino (The killer, 2023), la última película de David Fincher, estrenada el 25 de octubre en 29 cines de España y el 10 de noviembre en la plataforma Netflix. En muchas de las capitales de provincia del país, la película no se ha podido ver en salas de cine. Así que aquí va un consejo: intente equiparar las condiciones de su domicilio a las de las salas de cine, baje las persianas y reduzca la iluminación lo más que pueda. Disfrutará de la fotografía de Erik Messerschmid, metálica, nocturna pero clara, luminosa cuando es necesario.
Se habla de El asesino como de un thriller de venganza. Es verdad, pero solo en parte. El ataque a su compañera en República Dominicana es el detonante de la acción, lo que transforma al personaje, que deja de ser un profesional que repite continuamente un mantra – cíñete al plan, no improvises, no dejes nada al azar– para convertirse en un asesino vulnerable que se salta todos sus protocolos. Es, sin embargo, también, un thriller con un subtexto político nada complaciente con el “sistema”. El asesino se revuelve porque – después del atentado fallido en París – intenta recuperar su lugar en el mercado, el mercado del odio, como se dice en el cómic del guionista Matz y el dibujante Luc Jacamon, en el que está basado la película. En términos empresariales diríamos que no quiere perder cuota de mercado y donde, por cierto, tiene perfectamente identificado quién manda. Es un retrato negro de la sociedad, donde prima el pesimismo sobre el género humano y el escepticismo cínico sirve de justificación para cualquier actuación.
El asesino puede generar un cierto desconcierto en el espectador que se guíe por su argumento. Un asesino a sueldo que inicia un recorrido para arreglar cuentas que le hace pasar por París, República Dominicana, Nueva Orleans, Florida, Nueva York o Chicago, cada uno de estos lugares con su propia luminosidad. Podría parecer un remedo de las actuales series o películas de acción, estilo James Bond o Misión Imposible. Nada más lejos de la realidad. Es una película introspectiva, casi abstracta, donde solo hay una pelea – además de una persecución por el centro de París – eso sí vibrante y soberbiamente rodada, otra vez iluminada en una penumbra que nos deja ver lo que pasa, en la que los planos duran lo suficiente para que el espectador situé espacialmente a cada personaje y donde desaparece la música para proporcionar más realismo a la acción. Nos encontramos en las antípodas de la estética fragmentada de Bourne.
Dicho todo esto, David Fincher ya había indagado antes en el comportamiento y razones de los asesinos en serie y tratado de descifrar su manera de actuar. Ahora, en El asesino, propone a un asesino profesional. Pero, más importante aún, Fincher y su guionista Andrew Kevin Walker, utilizan la voz interior –la voz en off- para escudriñar los pensamientos de un personaje sin sentimientos. La empatía es debilidad, la debilidad es vulnerabilidad, le escuchamos decir una y otra vez. Efectivamente, el protagonista no muestra ninguna empatía con sus víctimas. No hay remordimientos. No hay emociones. Este desapego se traduce en una puesta en escena donde con un estilo sobrio (planos de 3/4 segundos, pocos movimientos de cámara, planos subjetivos) y una pantalla dominada por grises, naranjas, amarillos en las escenas nocturnas e interiores dan las claves del estilo Fincher: buscar que la iluminación, paleta crómatica, movimientos de cámara y montaje se correspondan con la evolución anímica del protagonista.
David Fincher es el epítome del cineasta posmoderno que se mueve bien en el marco de las normas y reglas de la narratividad clásica, que no quiere saltárselas, pero a las que da un aire nuevo y diferente. Para disfrutar del cine de Fincher es conveniente conocer un amplio repertorio de referencias como La ventana indiscreta (The Rear Window, Alfred Hitchcock, 1954), en una secuencia inicial que cuenta con unos títulos de crédito que hacen honor al cineasta británico, o al silencioso personaje interpretado por Alain Delon en la película de Jean Pierre Melville, El silencio de un hombre (Le Samouraï, 1967) o al carterista de Pickpocket (1959) de Robert Bresson, alguien que se mueve con mucho oficio en el mundo subterráneo de París. De alguna manera, todos ellos un alter ego del propio Fincher con fama de meticuloso, perfeccionista y estricto profesional.
David Fincher se mantiene fiel al estilo visual y al esqueleto del cómic en el que está inspirado, pero es muy consciente que el original no es un story board. El tratamiento del espacio y del tiempo son diferentes y la lógica narrativa también. Fincher y su guionista simplifican la trama y le dan una continuidad cronológica que facilita al espectador el seguimiento de la película. El personaje principal – con una interpretación muy física de Michael Fassbender– prácticamente no tiene diálogos. Solo las víctimas, y especialmente el personaje de Tilda Swinton, tienen algo que decir. Y por añadidura lo que se dice no concuerda en muchas ocasiones con lo que se ve. Todo ello exige un estricto control del ritmo y del montaje. Muy evidente en el inicio del filme, un alarde de precisión, pero también en el resto de los capítulos en los que está dividido. Cada uno con un estilo que responde a las necesidades de la intriga.
En fin, la voz interior del protagonista nos permite conocer a un asesino sin escrúpulos, con códigos de comportamiento, pero no códigos morales, muy alejado de cualquier héroe, ni siquiera trágico. Es el secreto de la utilización inteligente del punto de vista, que no deja resquicios para que el espectador simpatice con el diablo.
El asesino (The Killer, EE.UU., 2023)
Dirección: David Fincher/ Guion: Jack Fincher y Andrew Kevin Walker Novela gráfica: Alexis Nolent / Producción: Archaia Entertainment, Paramount Pictures, Plan B Entertainment, Boom! Studios,Panic Pictures / Fotografía: Erik Messerschmidt / Música: Trent Reznor y Atticus Ross / Intérpretes: Michael Fassbender, Charles Parnell, Arliss Howard, Sophie Charlotte, Tilda Swinton, Gabriel Polanco, Sala Baker.
Un análisis exhaustivo del film que invita a su visionado