EL AÑO DEL DESCUBRIMIENTO
“Aunque no lo recordemos lo hemos vivido”
La última película de Luis López Carrasco gira en torno a una fecha y una imagen que son el centro y corazón de El año del descubrimiento (2020): el 3 de febrero de 1992, el día en que se incendió el parlamento regional de Murcia, en Cartagena. El contexto son los disturbios que durante meses escalaron en la ciudad a causa de la Reconversión industrial, eufemismo de la desindustrialización que acometió el PSOE de Felipe González a petición de la futura Unión Europea. Pero la Reconversión industrial significó más que el desmantelamiento de fábricas como la de Bazán en el sector naval para equiparar a España con las sociedades posindustriales y el modelo neoliberal que se imponía en Europa; en su ejecución fue un escándalo de privatizaciones desenfrenadas, cierres y corrupción que ni siquiera respetó los planes establecidos. Una imagen concentra lo que esto significo para las miles de trabajadoras y de trabajadores de la ciudad de Cartagena (y de todos los obreros de España): la Asamblea Regional de Murcia en llamas.
Sin embargo, por más que llegado el momento de mostrar los disturbios El año del descubrimiento despliega numerosas imágenes de archivo de aquel día tumultuoso, entre ellas no vi el parlamento arder. Cuando pregunté a Luís López Carrasco al respecto -además de una de las muchas historias extravagantes de las que las televisiones regionales están llenas, que explican la pérdida de archivos y que en internet no haya tantas imágenes como las que se grabaron aquel día del incendio (algunas hay)-, salió el nombre del director de La imagen perdida (2013), Rithy Panh. Pese a ello, el incendio del parlamento regional de Cartagena no es una «imagen perdida». La encontramos al final de la película, como una foto fija, clausurando El año del descubrimiento. Se trata de una clausura que no da respuestas, sino que condensa en una imagen el malestar del pasado y del presente, de dos tiempos superpuestos.
Junto con Sara Gallego (fotografía), Víctor Colmenero (arte), Rebeca Durán (vestuario) y Lucía Blasco (peluquería y maquillaje), Luis López Carrasco ha recreado en un bar de Cartagena una cápsula temporal en la que se superponen el pasado de 1992 y el presente, dos tiempos de crisis. Para ello han empleado todos los medios a su alcance: el humo de los cigarrillos en un bar, los objetos de época, un vestuario y peluquería indeterminado que sirve para ambos tiempos, imágenes con la textura del vídeo doméstico (Hi8), y un guion endiabladamente astuto. El año del descubrimiento reúne en el bar la “Tana” a distintos participantes, todos actores no profesionales, que han sido invitados nada más que a conversar; pero las preguntas y la estructura otorgada en el montaje a las 65 horas de rodaje y los cincuenta personajes modulan sutilmente esa temporalidad. A un primer acto en el que no sabemos exactamente en qué tiempo estamos -uno llega a pensar si las imágenes serán de archivo- le sucede otro donde se abren paso las referencias al presente, para culminar en un tercer acto que aterriza plenamente en los sucesos del 92, al que sigue un emocionante epílogo que reflexiona sobre los hechos desde la actualidad. Gracias a esta estructura y sin renunciar a la claridad, El año del descubrimiento va mucho más lejos de la necesarísima labor arqueológica de descubrir un pasado olvidado para encontrar cómo éste reverbera en nuestros días. Y lo hace sin asumir los posicionamientos políticos y los discursos preconstruidos que rigen la actualidad, sino partiendo en todo momento de la experiencia humana de los trabajadores.
Las imágenes de El año del descubrimiento son ante todo imágenes mentales que surgen de los testimonios de los antiguos trabajadores de Cartagena y de las conversaciones de los jóvenes que sufren sus consecuencias, sumadas a las nuevas crisis económicas e institucionales. “El vehículo era la palabra y junto a la palabra el rostro”, decía Luís López Carrasco en la entrevista. Una clave documental que le enlaza directamente, aun más que con Rithy Panh y Claude Lanzmann, con el cine de Eduardo Coutinho.
El broche de este dispositivo documental es un montaje en doble pantalla que amplifica el espacio del bar para convertirlo en un lugar de relatos y conversaciones cruzadas, un coro de “voces privadas que se contraponen a los relatos mainstream” de 1992, el año del descubrimiento. El director de El futuro (2013) destapa las formas de resistencia durante los años 80 y 90 que han quedado ocultadas por la épica de la modernización de España, con la Expo de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona por bandera y la espumosa Movida como marco cultural. Aun hace más, El año del descubrimiento revitaliza una tradición de documental político que va de El desencanto (1976) a Numax presenta… (1980) y que tras la victoria del PSOE en las elecciones generales del 82 fue remplazada por una memoria histórica complaciente y olvidadiza. Abre así, en nuestro presente, nuevas posibilidades a un documental español que incluye nombres tan valiosos como los de Basilio Martín Patino, Pere Portabella, Jaime Chávarri, Jaime Camino, Joaquim Jorda y los hermanos Cecilia y José Juan Bartolomé.
No podía llegar en mejor momento. Aunque El año del descubrimiento se originó mucho antes de la situación actual y se rodó antes de que VOX entrara en un parlamento regional en diciembre de 2018, ha conseguido capturar un tiempo de crisis y conflictos políticos en España que transciende cualquier coyuntura concreta y que, ahora en fecha de su estreno, cuando tanto se habla de las deficiencias que ha creado la desindustrialización para afrontar una crisis como en la que nos encontramos, es más relevante que nunca.
El año del descubrimiento (España, Suiza, 2020)
Dirección: Luis López Carrasco / Guion: Luis López Carrasco y Raúl Liarte / Producción: Luis Ferrón (para LaCima Producciones, Alina Film, El año del descubrimiento) / Fotografía: Sara Gallego / Montaje: Sergio Jiménez / Diseño de arte: Víctor Colmenero
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