EL AÑO DE LA FURIA
La historia disipada
El punto de partida de El año de la furia (Rafa Russo, 2020) es más que interesante y se abre en dos caminos: por un lado, dos escritores de la televisión uruguaya se ven progresivamente presionados para dejar de lado las críticas a los militares, en un Montevideo a punto de reventar por la amenaza de una dictadura militar; por otro, un oficial del ejército que, mientras tortura, intenta ahogar su propia repugnancia en whisky barato y en el tango de Gardel Por una cabeza: una especie de remedo de aquel Vic Vega / Mr. Blonde de Reservoir Dogs (Quentin Tarantino, 1992), pero dentro de la sordidez de El crimen de cuenca (Pilar Miró, 1980). El segundo largometraje del polifacético Rafa Russo se plantea entre esos ejes para irse deslizando progresivamente hacia un terreno más emocional que político.
Manejar un material como el de El año de la furia conlleva, además de una esmerada dirección de arte y diseño de vestuario, conformar una escenografía que, de una u otra manera, siempre va a influir en el relato fílmico. Así lo propuso ya Costa-Gavras en su Estado de sitio (1972) o en Desaparecido (1982): panoramas convulsos que, con diferentes pulsiones, afectan a la vida de hombres y mujeres que tendrán que confrontarse con un ineludible entramado político, como quien se estrella contra un muro. En el caso de la película de Russo, el trasfondo político irá progresivamente disipándose para centrar su atención en las peripecias, a veces excesivamente románticas, de sus personajes. Nada objetable si no fuese porque el guion (del propio Russo) va dejando cabos sueltos (subrayados por una banda sonora omnipresente) que desvalorizan el planteamiento inicial y van desencajando la película: ¿por qué nadie reacciona a un disparo en un hospital?, ¿por qué parece tan fácil en Montevideo robar un bebé?, ¿por qué la historia del zapatero y su hija es tan gratuita? El director se mueve cómodamente filmando a sus actores, principalmente, en primeros planos, y eso desplaza estéticamente la cinta a territorios cercanos a la pantalla doméstica; a aquellos seriales latinoamericanos que tanto éxito tuvieron en los inicios de los noventa. Tanto es así, que los personajes “buenos” están interpretados por actores y actrices bellas y eficaces, y de intensas miradas, mientras que los “malos” son hoscos y parecen estar siempre moviéndose entre un endémico malhumor y la expresividad de alguien que parece estar oliendo a mierda permanentemente; con la excepción del trabajo de Daniel Grao, camaleón que se adapta con aparente facilidad a cualquier personaje que se le encomienda.
El año de la furia revela una solvencia soterrada que sale a la luz en muy determinados momentos: el más que brillante inicio de la película, la escena de la falsa ejecución, la explicación en imágenes del “no” del plebiscito… pero el interesantísimo material histórico y político que Rafa Russo maneja en su guion acaba siendo sepultado por un entramado de relaciones personales que podrían haberse desarrollado en cualquier otro escenario histórico.
El año de la furia (España-Uruguay, 2020)
Dirección: Rafa Russo / Productores: Isabel G. Peralta, Juan Gona / Guion: Rafa Russo / Fotografía: Daniel Aranyó / Música: Claudia Bardagí / Dirección Artística: Esther García, Ana Giovanoni / Figurinista: Caro Duré / Reparto: Alberto Amman, Joaquín Furriel, Daniel Grao, Martina Gusmán, Maribel Verdú, Sara Sálamo, Paula Cancio, Miguel Angel Solá.
Interesante crítica. Pero ojo que no es la historia del «zapatero y su hija» sino la del zapatero y su mujer (y lo explican bien claro los personajes!). Imagino que eso cambiará algo la perspectiva y la supuesta gratuidad de esa subtrama.