EIGHTH GRADE
Quemando al youtuber
Eighth Grade inicia el metraje con un primerísimo plano del rostro de Kayla, una chica cursante de octavo grado en su última semana de clases antes de iniciar la preparatoria (High School). La protagonista habla a cámara dirigiéndose a los suscriptores de su canal de YouTube, procurando torpemente demostrar confianza, y pidiendo que “primero que nada, por favor compartan el canal con sus amigos”, al no haber recibido muchas visitas en los videos colgados recientemente. El plano abre con un ligero movimiento de travelling en retroceso mientras Kayla se propone a dar consejos de “ser tú mismo”. Se traba al hablar, usa demasiadas coletillas y tiene que recurrir a un guion para recordar los consejos que intenta promulgar a sus seguidores. “Ser tú mismo no es fácil”, exclama, antes de mostrarse en su instante más sincero y demostrar que evidentemente no es la chica segura que pretende ser. La cámara continua el movimiento de retroceso hasta desaforar el pequeño “estudio” casero que Kayla ha preparado con una manta. Finaliza el video y se abre un plano general que la muestra a solas en la oscuridad de su habitación, desmantelando el artificio. La primera secuencia del film no busca tanto exponer una mentira, sino plantear una reflexión: ¿Qué hay en la vida detrás del retrato virtual de una adolescente de trece años?
El guion detrás de la ópera prima del director Bo Burnham guarda gran relación con su pasado como youtuber, en el cual pretende desarrollar un replanteamiento sobre la vida expuesta a través de las redes, y la demanda de la sociedad actual por cumplir con los estándares preestablecidos. Todo expuesto desde el punto de vista de Kayla, que se muestra como una persona con evidentes problemas para relacionarse, debido a una personalidad extremadamente ansiosa e introvertida. Burnham filma su día a día desde los tres espacios que lo componen: en la escuela, donde se muestra callada e insegura, con la impetuosa necesidad y obligación de relacionarse; en su casa, donde se aísla dentro de su habitación buscando diferentes formas de acercarse a otras personas; y en la web, donde demuestra mayor confianza, dando una lectura de sus problemas, pero sin aplicar a su vida los consejos que ofrece en su canal. La vida de Kayla es un reflejo de lo que ella observa en internet. Su inseguridad proviene de las altas exigencias del mundo digital marcado por los cánones de belleza y perfección que impone una quisquillosa sociedad internauta, que valora las vidas ajenas por cómo se muestran en las redes sociales.
El último largometraje de la más reciente ola de películas del género coming-of-age, guarda grandes similitudes con Lady Bird (Greta Gerwig, 2017), aunque más que un discurso sobre las expectativas personales de una joven, futura graduada, en la década de los noventa, Eighth Grade trata la presión social que sufre una chica postmillenial, en medio de la pubertad, haciéndose complementaria la lectura de una obra con la otra. Sin embargo, el tono difiere bastante entre ambas, y aunque las dos puedan identificarse como comedias dramáticas, la segunda también parece nutrirse de géneros como el terror o el suspense durante algunos fragmentos del metraje. Desde una fiesta en la piscina, cuando una niña insegura de su cuerpo tiene que exponerse frente a otras chicas de figura esbelta, que juzgan y dan pavor; a una vuelta a casa en coche, donde un adolescente mayor le llega a presionar sexualmente, hasta hacerla creer que para “molar” en preparatoria, debe dejarse llevar.
Burnham desarrolla un relato donde el retrato conjunto predomina por encima del individual. Kayla es la protagonista dramática de la trama, pero durante la mayor parte del metraje es difícilmente la protagonista del encuadre, donde en ocasiones, incluso es ubicada en un segundo término. En el único espacio donde gana el primer plano, es en el interior de su habitación. El director filma con gran sensibilidad la intimidad de una niña que se esconde detrás de selfies y emoticonos publicados desde la soledad, con el móvil como único contacto con el exterior. Su afán por encajar y su ansiedad cobran origen de las largas horas que pasa frente al ordenador, visionando tutoriales de maquillaje, videos de actrices famosas y publicaciones de compañeras de clase. Las imágenes se sobreexponen en su rostro con la mirada fija en sus mayores deseos y aspiraciones reflejados en la pantalla.
Kayla se aísla de la realidad, no tanto por ser aburrida como por dolorosa. Sus miedos pasan por enfrentarla, entendiendo que la salida más fácil es actuar como el resto y no “ser tú mismo”. Sin embargo, a medida que se acerca el último día de clases, logra comprender que la única salida viable es dejar de aparentar, abrazar la realidad y quemar al youtuber.
Eighth Grade (Bo Burnham, Estados Unidos, 2018)
Dirección: Bo Burnham / Producción: Eli Bush, Scott Rudin, Christopher Storer, Lila Yacoub (A24) / Guion: Bo Burnham / Música: Anna Meredith / Fotografía: Andrew Wehde / Montaje: Jennifer Lilly / Reparto: Elsie Fisher, Josh Hamilton, Emily Robinson, Luke Prael, Catherine Oliviere.
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