DOCUMENTAMADRID 2O18: LARGOMETRAJES NACIONALES
Entre la huella individual y colectiva y la denuncia
político y social
Mis vecinos, crónica de unas elecciones (Mes voisins, chronique d’une élection, Joseph Gordillo, 2017).
Antes de la proyección, el director Joseph Gordillo hizo una pequeña introducción y colocó en conocimiento de los espectadores lo que él denomina “la otra Francia”, un porcentaje más elevado de población de lo que se cree que representa a más del 60% de los franceses. El cineasta comentó que es imperante huir de las imágenes más icónicas del país en películas, cortometrajes u otros documentales y centrarse en cuestiones sumamente importantes y actuales como la política y su impacto en la sociedad francesa. Es un reflejo interesante y una invitación a la reflexión. El director realiza una audaz inmersión en dos familias que durante cuatro años cambian su ideología casi por completo, en busca de un cambio radical que les ofrezca oportunidad y crecimiento. Aunque la comunión entre espectador y protagonistas puede no darse por un pequeño detalle del final del documental, el director sí que justifica las decisiones tomadas durante todo el metraje. Puede verse por lo tanto como un intento de acabar con ciertos estigmas y poner voz a un segmento con mucha menos visibilidad de la sociedad. La puesta en escena sin embargo, resulta un tanto tramposa, dando a entender o manifestando un cierto aire artificial en planos e “interpretaciones” naturales.
Manuel Rodríguez
Ainhoa, yo no soy esa (Carolina Astudillo, 2018)
Algunos títulos obligaron a salir del hábitat natural del certamen, Matadero, y brindaba al público la oportunidad de disfrutar de las salas de proyección de la renovada Sala Equis de La Latina madrileña. Uno de los títulos que allí se proyectaron fue precisamente la obra de Carolina Astudillo. Retrato de una joven fallecida que narra desde su nacimiento hasta su fatídica muerte las diversas situaciones o motivaciones que la movían. Durante toda la película, la directora da mucha importancia a la obra de la escritora Silvia Plath, incluso por momentos los paralelismos son tan obvios que parece que se mezclan y hablan de la misma persona. Lo real y lo ficticio también se fusionan cada poco dando la sensación de estar más cerca de lo segundo. Por ejemplo, las imágenes de archivo, que parece una suerte de invención para el documental con sus correspondientes actores y actrices y una puesta en escena que parece apostar por lo ensayado y fingido. El relato por momentos roza lo cruel y lo devastador, como una cierta crónica de una muerte anunciada que va rodeando al espectador hasta crear la sensación de angustia y desazón. Este es el rasgo más peculiar de este largometraje. Premio Instituto de Cine Madrid al Mejor Sonido, todo ello está rodeado de un sonido envolvente, ya sean canciones típicas de la movida madrileña de los ochenta o el premiado sonido de las escenas. Retumba como un grito de despedida, de nostalgia, devastadora nostalgia.
Manuel Rodríguez
Impulso (Emilio Belmonte, 2017)
Premiada con el Premio Movistar + al Mejor Largometraje Documental Iberoamericano, fue una de las grandes animadoras en cuanto a afluencia de espectadores, gracias en parte, a los coloquios ofrecidos por su protagonista la bailaora Rocío Molina. Destacada como uno de los grandes títulos del festival, la película cuenta todo lo relacionado con el proceso creativo de esta artista, especialista en las improvisaciones en los bailes flamencos, de ahí su título. La cercanía mostrada por ella y todo su séquito, sumado a una excelente fotografía (cuanto más grandes, más bellos eran los planos) invitaba al público a ser partícipe de un arte que cada vez es más famoso por el resto del mundo. El gran colofón es en el gran ballet de París. El objetivo es valorar y enriquecerse de cómo se elabora un proceso de creación en un arte muy especial.
Manuel Rodríguez
La grieta (Alberto G. Ortíz e Irene Yagüe, 2017)
Sin duda, la gran triunfadora de todo el certamen, la muy necesaria y actual obra de Alberto G. Ortiz e Irene Yagüe. Ganadora del Premio al Mejor Largometraje Nacional además del Premio del Público al Mejor Largometraje. El documental, que ya pasó por la Seminci de Valladolid, cuenta la historia de dos mujeres y sus familias amparadas bajo una vivienda de protección oficial que luchan contra las amenazas de desahucio. La mordaz y directa crítica que supone este documental está enfocado a denunciar el resultado y consecuencia de la venta de viviendas públicas (para familias de ingresos medios) a un fondo de inversión internacional producida en Madrid en el año 2013. La desamparada y dramática premisa puede provocar el rechazo o tristeza del espectador. No obstante, es el carisma de sus protagonistas (de manera más puntualizada durante la segunda mitad del metraje con la segunda de las familias), reales, implacables y divertidos, el que sostiene toda la labor de sus directores con una puesta en escena muy valiente. Con un estilo directo y frívolo por momentos, los realizadores son capaces tanto de permanecer en esa comunión anti-desahucio como de vestirse de etiqueta para colarse en actos de relevancia política o ferial. Un canto a la revolución y a la resistencia hacia el “Neofranquismo” mencionado durante el coloquio post-proyección y sobre todo, un toque de atención a que no se bajen los brazos, porque esto no ha hecho más que comenzar.
Manuel Rodríguez
El señor Liberto y los pequeños placeres (Ana Serret, 2017, España)
Desde las manos en primer plano de un señor Liberto que vive en un eterno fuera de campo en el presente -unas manos extremadamente inquietas que intentan aferrarse al mismo inútilmente-, su hija, la cineasta Ana Serret, homenajea la vida familiar y la figura paterna, ausente en el presente debido a un avanzado alzheimer, a partir del contraste entre los recuerdos orgánicos y dinámicos del pasado, haciendo uso de imágenes documentales grabadas en super 8 y contrastadas con un inerte presente, reproducido en base al frío digital cuyo hieratismo queda reforzado por el uso del plano fijo y un fuera de campo que evita el rostro casi omnipresente del pasado. Esto a su vez consigue un nuevo álbum de recuerdos o “pequeños placeres” de la vida familiar del presente que une lazos con la del pasado. Pero el presente y esos “pequeños placeres” son la mayoría de las veces representados a través de ese fuera de campo mencionado con anterioridad, sirviendo como metáfora de la imposibilidad del señor Liberto de disfrutar de las pequeñas alegrías que viven las nuevas generaciones provenientes de su pasado.
Esta huella, estos objetos, los gustos, los placeres, crean un legado, consiguiendo perdurar más allá de la muerte de la persona. De idéntica manera, la obra hace dialogar el pasado con el presente, con imágenes tan diferentes en sus formas, como idénticas en su fondo. Aunque el presente sea la mayoría de las veces representado a través de ese fuera de campo mencionado con anterioridad. Quizá podría ser discutible la duración del largometraje, pero al final, como la vida de las personas a las que la cinta homenajea, aquellos a los que se ama, siempre querríamos que no acabaran nunca, que duraran un poco más o incluso eternamente. Y eso es lo que busca y consigue Ana Serret en este bello homenaje a la figura de su padre y a los recuerdos encapsulados en el dinámico y cálido super 8 en contraposición al frío y más objetivo digital.
Felipe Rodríguez
Escoréu, 24 de diciembre de 1937 (Escoréu, 24 d’avientu de 1937, Ramón Lluís Bande, 2017)
La exhumación de la primera fosa en los últimos diez años en Asturias le ha valido al cineasta Ramón Lluís Bande como ocasión y nexo para seguir indagando y reflexionando acerca del significado político del paisaje. Y es que Escoréu, 24 d’avientu de 1937 (2017) conecta directamente con sus anteriores trabajos Equí y n’otru tiempu (2014), El nome de los árboles (2015) o Vida vaquera (2016), en los que el director reclama la “no inocencia” de la naturaleza, y recordar que el paisaje siempre ha sido condicionado por la mano humana.
Haciendo uso de un dispositivo rígido y afincado, la película del asturiano se posiciona con cierta distancia dejando que el espectador observe y obtenga una respuesta de las propias imágenes. Tomando forma de crónica, el proceso de la exhumación mostrado por Ramón Lluís Bande propone un recorrido tanto espacial como temporal a través de los trabajos de búsqueda, excavación e identificación que evolucionan al ritmo de los testimonios mostrados. La película empieza con la imagen de un bosque frondoso en donde poco a poco el espectador se sumerge hasta llegar a los huesos de un represaliado político enterrado 80 años atrás, cambiando el significado y su sentido; ya no es un bosque, sino un cementerio. A la par van desarrollándose también los testimonios. Del primero no se saca gran información, pero poco a poco distintas personas intervienen y se sabe la relación política, hasta quedar claro las causas del asesinato.
Así, el director asturiano consigue reivindicar esos espacios ya olvidados en donde parece que con su cámara cada plano se convierte en “materialización de una respuesta del paisaje”, de la gente que vive allí, de su historia… Respuestas a cuestiones temporales pero que todavía hoy en día siguen teniendo sus reflejos en la sociedad. La película no trata del pasado, sino del presente: está rodada en 2017 y así aparece fechado cada plano, cada toma mostrada.
Ander Macazaga
Everyone in Hawaii has a Sixpack Already (Marvin Hesse Alemania, España, 2018)
En Everyone in Hawaii has a sixpack already (2018) el director Marvin Hesse nos muestra el verano vivido por un grupo de adolescentes de Valle Gran Rey, La Gomera. Lo hace de forma cercana, pero sin llegar a entrometerse en la acción más que como un mero espectador. La luz del sol se encuentra presente en casi la totalidad de la propuesta formal, alumbrando con su calidez tanto al espectador como a los típicos conflictos de la juventud. De hecho, se percibe un interés minucioso por parte de Hesse a la hora de buscar retratar la realidad de esta generación de jóvenes, captando con su cámara diversos momentos de intimidad y de grupo. Existen los pequeños enredos amorosos y los celos, pero el verdadero conflicto representado subyace a los hitos adolescentes del verano. El clásico conflicto entre pueblo y ciudad se agrava en este caso por su condición insular, y lo más dramático es que pese a ser conocedores de esta realidad, los protagonistas de esta historia nunca hablarán de ella. Será de forma aislada, casi fuera de la película, con dos voces en off que resuenan sobre un fondo negro, que descubriremos el verdadero drama. Que en algunos lugares las oportunidades son escasas, y a la vez que creces debes renunciar a tu hogar.
Manu Muñoz Viñegla
Rêve de Mousse, (Elena Molina, 2018)
Como si de un diario autobiográfico se tratara, la directora española Elena Molina filma la aventura de abordar un viejo barco pesquero francés con otros tres jóvenes sin experiencia en alta mar y un veterano capitán, en un viaje rumbo a Haití a través del Atlántico con la misión de llevar ahí al barco llamado “Rêve de Mousse”, para prestar ayuda al colectivo pesquero de la isla. Una película que nacía como denuncia en torno a la globalización de la pesca, en un relato que muestra el proceso de deformación que sufre para convertirse en un largometraje de reflexión acerca de los propósitos del documental como dispositivo acusativo.
La voz en off de la directora se hace muy presente en la mayor parte del metraje, siempre en primera persona y exponiéndose como miembro de la tripulación para dar forma a las intencionalidades del proyecto fílmico. Las formas cambian del mismo modo en que las adversidades del viaje afectan a la flota. La película respira esa ingenuidad con la que parten los viajantes y el ritmo varía en las diferentes etapas que cruzan en el trayecto, partiendo de un tono vivaz y venturoso, navegando hacia otro mucho más meditativo y melancólico. El relato parece estancarse en ocasiones, pero quizás también por la pérdida de rumbo que presiente la directora dentro del viaje, no en cuanto al destino, sino a las motivaciones que la llevaron a realizar este proyecto y el sentido del mismo. El largometraje sorprende por su cambio de tono, como también por su función auto-crítica acerca de las intenciones de la cineasta en la concepción de su obra.
Rêve de Mousse da nombre a la película que, al igual que la embarcación, en su conclusión si logra cumplir su cometido de denuncia, pero también manifiesta la ingenuidad con la que se trata el conflicto del colectivo pesquero desde la mirada extranjera.
Damián del Corral
Tódalas mulleres que coñezo (Todas las mujeres que conozco, Xiana do Teixeiro, 2018, España)
Con una puesta en escena aparentemente sencilla, de primeros planos y planos fijos, este fundamental documental se descubre finalmente como una inteligente propuesta de estructura similar a las muñecas rusas, que sabe plasmar con sinceridad, crudeza y honestidad, el terror silenciado y silencioso acerca de las diferencias abismales entre hombres y mujeres y sobre todo la violencia física, psicológica y social a la que se somete a estas últimas.
Partiendo del testimonio directo de un conjunto de mujeres y el punto de inflexión que provocó en una sociedad y una generación, el atroz crimen de Alcasser, el documental de Xiana do Teixeiro traspasa barreras mentales, ideológicas y generacionales, a través de un meta-documental que enfrenta, tanto dentro como fuera de los límites de la pantalla, una dramática realidad contada por las protagonistas de la misma, y cuyo obligado visionado puede ayudar a poder alcanzar la auténtica y tan deseada igualdad real entre hombres y mujeres.
Felipe Rodríguez
- Mejor Largometraje: La Grieta, de Irene Yagüe y Alberto G.Ortiz
- Mención Especial del Jurado: Ainhoa, yo no soy esa, de Carolina Astudillo
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