DOCUMENTAMADRID 2018: CORTOMETRAJES FUGAS
Recorrido sensorial por la vista y el oído
Un año más, la sección de cortometrajes Fugas ha supuesto una inmersión total en los nuevos formatos hacia los que está encaminado el documental. Esta categoría está destinada a mostrar los productos audiovisuales más arriesgados, más divergentes de lo común y que optan más por la experimentación sensorial que por un camino guiado por la estructura narrativa. La participación en esta edición ha sido florecida, diversa y sobre todo sensorial. Los títulos, por momentos, estaban asociados al enfrentamiento vista-oído. En algunos momentos lo que primaba era la visión de lo que acontecía en la pantalla, en algunos otros lo que se veía era lo de menos y lo importante te llegaba en forma de ondas sonoras, provocando en el espectador una subjetividad inmersiva. Es decir, el que se dejase llevar y abstraerse por las señales luminosas o auditivas, estaba en el lugar y el momento correcto. Además, es posible que muchos de los minutos, fragmentos o títulos recuerden, salvando las distancias, a productos de David Lynch.
La diversidad temática y estilística floreció desde el primero de los dos días de proyección de Fugas. Comenzó con Tesla: luz mundial (Tesla: Lumière mondiale, Matthew Rankin, 2017), curioso y valiente retrato de los días previos al descubrimiento de la corriente alterna por parte de Nikola Tesla, una de las mentes más privilegiadas de la historia. El relato resulta interesante más por la sensación alucinógena y fresca de su puesta en escena que por la historia, que resulta otro ejercicio de reivindicación del inventor y científico del antiguo Imperio austríaco. Curiosa la escena stop-motion y vídeo mapping con la paloma, creando el primero de los posibles recuerdos hacia la figura Lynchiana. Las siguientes proyecciones provocaron más curiosidad que atención, Amplificador (Amplifier, Saara Ekström, 2017), Con la historia en una habitación llena de gente con nombres divertidos 4 (With history in a room filled with people with funny names 4, Korakrit Arunanondchai, 2017) y Los perros de Amundsen (Amundsen’s dogs, Rafael Ramírez, 2018).
De esta última poca aportación puede haber, es importante dejar claro una vez más que esta sección está dedicada a la experimentación formal y temática, pero para el que escribe estas líneas le resultó imposible sacar conclusión alguna del visionado de esta obra cubana, que narra al parecer historias de H.P Lovecraft, el futurismo y un final con tres lunas. La experimentación formal, narrativa y temática llevada a otro nivel. Sin embargo, los otros dos sí que aportan ya algo más fructífero y conclusivo. El primero es otro de los títulos que se acercan por momentos al director estadounidense antes mencionado. Por efímeros instantes, por el uso espacial, y sobre todo del sonido, se rememora fugazmente el ya inmortal capítulo octavo de la tercera temporada de Twin Peaks (2017), pero fugazmente. El segundo resulta cuanto menos curioso con lo qué propone, una crítica a la tecnología y a la religión desde un punto de vista original: la gente adora a un dios que es un dron.
El segundo día de Fugas tuvo paradójicamente menos afluencia de público. La paradoja viene al caso porque la calidad en conjunto (estilística, formal y narrativa) subió un escalón de nivel con los cortometrajes exhibidos. Un ejemplo es que las dos ganadoras de esta sección han salido de esta ristra. Silica (Pia Borg, 2017), es una producción anglo australiana que ofrece un retrato de las minas de ópalo del desierto de Australia. Un ensayo y representación de la realidad y lo que podría convertirse en espectáculo. Mezcla realidades con ficciones y la búsqueda de posibles localizaciones para una película de ciencia ficción. Con Bosque y agua (Woods and Waters, Antoine Parouty, 2017) Fugas ofreció la propuesta más experimental y sensorial de toda la sección donde la pantalla por momentos se quedaba en negro para dar prioridad a la inmersión auditiva del metraje. El relato coloca al espectador en una barca, en un río, en un bosque y en la más oscura de las noches.
El palmarés este año premió como Mejor Cortometraje a Herida ausente (ZAKHM, Maryam Tafakory, 2017), una producción iraní que relata como ágil visión el estado de la mujer en ciertos segmentos de la sociedad, concretamente en un lugar de celebración dónde no tienen permitido ni echar su aliento, como en el propio cortometraje se menciona. No solo eso, la directora propone reflexionar sobre el uso cosificado de la figura femenina en los países de Oriente Medio y para ello se ayuda de planos únicamente de pies y manos, muchas veces rezando y otras tantas sangrando, símbolo de la herida que se está formando literal y figuradamente. La Mención especial del Jurado al Mejor Cortometraje fue para El hechizado (Sehrlangan, Saodat Ismailova, 2017), canto a una tradición casi extinta, lamento en boca de un país hacia un ser real o ficticio que ya está extinto. Una disculpa de forma indirecta que coloca los motivos por los cuales se llegó a dónde se ha llegado.