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DOCTOR SUEÑO


El peso de la herencia

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Hay descendencias sumisas y también las hay que parecen definirse a través de su lucha por encontrar una voz propia, ajenas a una herencia demasiado pesada. Hace 39 años, Jack Torrance se presentaba bajo las desencajadas facciones de un Jack Nicholson en la piel de un escritor frustrado, con problemas de agresividad y alcoholemia, que aceptaba un trabajo como vigilante del Hotel Overlook durante la temporada invernal en la que sus instalaciones cerraban sus puertas al público… desatando las malignas fuerzas que moraban allí y que lo utilizaban para hacerse con las capacidades precognitivas y telepáticas de su hijo Danny (Danny Lloyd), bautizadas como el resplandor. Una historia más o menos arquetípica, deudora por completo del argumento de la interesante novela El resplandor que Stephen King publicó en 1977, pero que en su homónima traslación cinematográfica por parte de Stanley Kubrick en 1980 se convirtió en una experiencia fascinante, mucho más rica en matices y tan terrorífica como dotada de un negrísimo sentido del humor.  Ahora, Doctor Sueño nos presenta a un Danny Torrance adulto (un desabrido Ewan McGregor), convertido en una amable y dulcificada prolongación de su padre: alcohólico, agresivo y al filo de la locura que le producen las visiones resultantes de su resplandor, su lamentable estilo de vida y la terrible sensación de estar siguiendo las huellas de su violento y cinematográficamente memorable progenitor. Una angustia muy similar a la que recorre esta película dirigida por un inspirado Mike Flanagan, siempre bajo la sombra de dos totémicos referentes como Kubrick y, en mayor medida, King, al que el realizador de la hábil serie La maldición de Hill House (2018) ya adaptó en El juego de Gerald (2017).

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Como es bien sabido, El resplandor fue saludada como el primer tropezón de una carrera, la de Kubrick, considerada intachable hasta entonces, y también fue criticada por Stephen King por valorarla como una mala adaptación de su novela, hasta el punto en el que, en 1997, Mick Garris, valioso periodista y guionista pero mediocre realizador, dirigiese una interminable nueva versión aprobada por King. Aunque para entonces El resplandor ya se había ganado las adhesiones del público y las nuevas generaciones de críticos, y generaba auténticos ríos de tinta (firmados en ocasiones por plumas tan reputadas como la de Eugenio Trias (1942-2013)), enloquecidas teorías, algunas realmente enloquecidas, sobre el sentido último de la película, como demuestra el documental Room 237 (Rodney Ascher, 2012), e incluso hacía las veces de escenario de parte de películas como Ready Player One (Steven Spielberg, 2018). Ni siquiera la novela Doctor Sueño, publicada en 2013 por Stephen King a modo de secuela de su primera novela, y no del filme de Kubrick, logró eclipsar la importancia, casi catedralicia en la actualidad, de la película de 1980, parte de la cultura popular.


Pero aunque no faltan referencias directas a la película de Kubrick integrando sus elementos más icónicos la muy estimable Doctor sueño es tanto una continuación en sentido estricto del filme firmado por el mítico director de 2001: Una odisea en el espacio (1968) como también, en sus dos primeros tercios, una versión mejorada y depurada, pero también considerablemente fiel y por tanto heredera de algunas de sus deficiencias (como todo lo referente al retrato de la secta Nudo Verdadero, presentada como increíblemente astuta pero a la postre dotada de una estupidez casi inverosímil), de la novela firmada por King en 2013, y no de la película de 1980. A lo largo de este tramo, Doctor Sueño se relaciona con la memorable El resplandor como con un eco, a través de escenas que retrotraen, muy sugestivamente, a algunos de los pasajes de Kubrick, relacionando los periplos de Jack y Dan Torrance sin por ello dejar de subrayar las diferencias existentes entre ambos hombres, que son menores sin embargo a las que existen entre ambas películas. Si El resplandor echaba raíces en una base dramática progresivamente abstracta en su descenso a los infiernos de la locura, Doctor Sueño concreta y racionaliza hasta casi banalizar muchos de los procesos mentales apuntados por Kubrick en su película, muy particular en su atmósfera gélida y en el tratamiento misántropo de sus personajes en comparación con el de Flanagan, que hace gala de unas formas (y fondo) mucho más amables, cercanas y, sobre todo, convencionales. Aunque este extremo no resulte un problema dado el buen hacer que se adivina tras la entretenidísima Doctor Sueño, bien planificada por Flanagan, bellamente fotografiada por Michael Fimognari y acreedora de un optimismo algo triste pero siempre esperanzado.

Así, Danny Torrance contemplado por Flanagan se redime pasando a formar parte de Alcohólicos Anónimos, consiguiendo un empleo como auxiliar médico, y ofreciéndose a ayudar, como el espíritu de Dick Hallorann (Carl Lumbly, en el papel interpretado por Scatman Crothers en la película original) hizo con él, a una adolescente llamada Abra (una excelente Kyliegh Curran), cuyo resplandor la pone en el punto de mira del Nudo Verdadero, secta liderada por Rose La Chistera (Rebecca Ferguson, de lo mejor de la película). Bajo esta óptica esperanzadora, el mundo planteado en Doctor Sueño responde a principios mágicos, libres del malditismo tonal que acompañaba a la primera aventura de Dan Torrance, siendo aún un mocoso. Visto así, no sorprende el hecho de que la película de Flanagan resulte moderadamente inquietante y casi nada terrorífica. Pese a su incondicional abrazo a una cierta escabrosidad que, como cuando se refiere a los instantes de violencia contra niños y niñas, resulta más impactante en sus planteamientos (y más teniendo en cuenta su integración en una producción de estas características) que en su ejecución final, gran parte de Doctor Sueño no se plantea como una película de terror, sino como una agradable fantasía en la que existen cines en los que todavía proyectan Casablanca (Michael Curtiz, 1942), familias que aceptan con comprensión y amor el hecho de que sus más jóvenes miembros tengan poderes cognitivos y telepáticos, gatos que con su presencia anuncian la llegada de la muerte a aquellos que la esperan postrados en sus camas de moribundos, o incluso seres milenarios de bohemio aspecto, como los que se organizan en el Nudo Verdadero, que se alimentan con un éxtasis animalesco, casi sexual, del sufrimiento de los niños que resplandecen… además de la posibilidad de visitar, una vez más, el Hotel Overlook en el que se sitúa el último tercio del film, el más libre de Doctor Sueño en términos de adaptación literaria.

Un tramo en el que, a modo de declaración de intenciones, Flanagan copia el retorcido plano aéreo que abría el film de Kubrick, retomando además su particular reversión del canto gregoriano Dies Irae de forma algo rimbombante bajo la composición de The Newton Brothers, responsables de la casi omnipresente (y algo cansina) banda sonora de la película, en lo que supone un punto y aparte respecto a la versión de King. Aunque, si desde una perspectiva cinematográfica, y como ocurre en las reconstrucciones que Flanagan hace de algunos momentos del film de Kubrick y de las semanas posteriores a lo ocurrido en El resplandor, este último tramo de Doctor Sueño sea el menos inspirado de todo el film, desde una óptica extracinematográfica supone una bonita reconciliación entre dos obras históricamente enfrentadas, como son la novela y la película de El resplandor. No por casualidad, Flanagan pone punto final al periplo de Dan Torrance en el mismo lugar en el que lo hacía el Jack Torrance de King, y también en la castigada, y prácticamente olvidada, adaptación de Mick Garris. Esta conclusión era inexistente en la película de Kubrick, que a su vez sí hace posible la existencia de un escenario, el Hotel Overlook, que era pasto de las llamas en la novela original de El resplandor y que por tanto no aparecía, o no del modo en el que lo hace aquí, en la novela Doctor Sueño, uniendo dos caminos aparentemente irreconciliables por las diferencias creativas de sus respectivos responsables. Un punto final pues, que pone en valor la herencia de la que bebe Doctor Sueño, y que cierra una película que concluye con optimismo el círculo de aprendizaje abierto tétricamente en sus primeras escenas, mostrando a las nuevas generaciones siguiendo, a su propio ritmo, los pasos de aquellas que les abrieron camino.


 Doctor Sueño (Doctor Sleep, EE.UU., 2019)

Dirección: Mike Flanagan/ Guion: Akiva Goldmasn y Mike Flanagan, basándose en la novela de Stephen King/ Producción: Trevor Macy y Jon Berg/ Fotografía: Michael Fimognari/ Montaje: Mike Flanagan/ Música: The Newton Brothers/ Reparto: Ewan McGregor, Rebecca Ferguson, Kuliegh Curran, Carl Lumblu, Zahn McClarnon, Emily Alyn Lind, Bruce Greenwood.

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