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DOBLES VIDAS

Gutenberg frente a internet

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La crisis del sector editorial de libros con la irrupción de las nuevas tecnologías sirve a Assayas de excusa argumental para elaborar un lúcido discurso en torno a la eterna pugna entre tradición y modernidad y la necesidad de adaptación a los nuevos tiempos: un editor amante del papel que defiende públicamente la digitalización del catálogo de títulos de la editorial para la que trabaja mientras su esposa, una conocida actriz que participa en una exitosa serie de televisión, anhela en privado regresar al teatro, en busca de papeles más prestigiosos.
El director francés se sirve de los diálogos de sus personajes para analizar las consecuencias que la era de internet está provocando en el ámbito cultural: la sustitución del libro físico por el e-book, el papel relegado de los críticos literarios frente a la proliferación de blogs generadores de opinión o la instalación de las Espresso Book Machine en librerías capaces de imprimir un libro en cinco minutos son algunas de las cuestiones planteadas en el film y que han supuesto una modificación en los hábitos de consumo de cultura, determinados en buena medida por los menores costes económicos. ‘Twitter son los nuevos haikus’, espeta la encargada de desarrollo digital de la editorial, una millennial bisexual paradójicamente admiradora de la poesía clásica, como representante de la nueva generación que bebe sin embargo de la tradición.

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La condición de levedad de lo digital, así pues, se revela simétricamente tanto en la falta de solidez de las posiciones que los personajes mantienen públicamente (fruto de aquella adaptación), como en el comportamiento volátil de un mercado que sufre estancamientos en sus previsiones y que tan pronto apuesta por digitalizar sus contenidos como decide paralizar el proyecto para embarcarse en el pujante terreno de los audiolibros. Como contrapunto a aquella capacidad de adecuación a lo nuevo, Assayas opone la figura del escritor tradicional a través del personaje de Léonard, un autor de relativo éxito que asiste pasmado ante los comentarios indignados en las redes sociales sobre su última novela autobiográfica.

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El título de Dobles vidas, además de la alusión a los respectivos affaires que mantienen los protagonistas, parece apuntar hacia la doble postura, pública y privada, que todos ellos mantienen: sirva de muestra el pasaje del libro donde se relata un acto sexual durante una proyección de Star Wars que el novelista sustituye por La cinta blanca de Haneke, transformando una realidad siempre mucho más vulgar.
Assayas sitúa a sus personajes en bares y restaurantes atestados de gente, mientras se abren paso con dificultad entre las mesas y se dejan envolver por el calor del ambiente y el tintineo de los tenedores y de las copas como marco de sus reflexiones y contradicciones, donde la pasión de la relación adúltera se enfría con la misma rapidez que un zumo de naranja bañado en hielos durante un desayuno.
Más allá de su análisis sociológico, en su vertiente de vodevil, con sus enredos, equívocos e infidelidades, el director francés concluye su pequeña pieza humorística restaurando el orden inicial que aparecía alterado desde el comienzo del film, recogiendo la idea de que, pese a lo que parece el fin de una época anterior a la llegada de internet, no es sino la pervivencia de como siempre ha sido todo desde que el mundo es mundo.


Dobles vidas (Doubles vies, Francia, 2018)

Dirección: Olivier Assayas / Guion: Olivier Assayas/ Producción: CG Cinema, Vortex Sutra, arte France Cinéma / Fotografía: Yorick Le Saux  / Reparto: Juliette Binoche, Guillaume Canet, Christa Théret, Nora Hamzawi, Vincent Macaigne.

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