DIOSES DE EGIPTO
El croma sobrexcitado
Tiempo antes de su estreno, Dioses de Egipto (Alex Proyas, 2016) había comenzado a desatar ciertos rumores acerca de su calidad. Esto provocó que, como un producto defectuoso que debe pasar por los estándares obligatorios antes de su lanzamiento, suspendiese todos y cada uno a los que se enfrentaba, es decir, cada pase era un suspenso, un cero. Esta fama infame condiciona todo producto, o subproducto como es este caso, hasta despojar tanto a la cinta como al espectador de cualquier prejuicio (ya se ha prejuzgado, juzgado, mandado al infierno y ya ha resucitado), despeja el panorama, acomoda una butaca y pone en bandeja lo que alguno, incluido el autor de estas líneas, busca: el disfrute socarrón, cachondo y desprejuiciado. Alex Proyas se toma demasiado en serio a sí mismo y sus ridículas pretensiones se pueden ver reflejadas en la cinta. Ausente de todo rigor histórico, el director egipcio catapulta al croma la historia de los dioses Set y Horus, enfrentados por el trono del país del Nilo. Estas deidades convertidas en gigantes y que ¡sangran dorado!, son posiblemente un fiel reflejo (y metáfora) de su ego ultra caducado y a la deriva. Pero todo esto, como se ha dicho en líneas precedentes, es un ingrediente más del cocinado para que el espectador esté abierto a degustación.
Para continuar con este alegato, es preciso tomar como ejemplo cierta escena para mostrar o incluso venerar, esta obstinada y a la vez ridículamente divertida película. Como una dosis. El mayor despropósito está incluso por encima que las cualidades de los protagonistas. En los cielos de este mundo surca los mares celestiales (sí, mar en el cielo) un barco a pedales capitaneado por el dios Ra (Geoffrey Rush al aparato) que arrastra la luz del sol a la vez que combate la oscuridad de un bichejo gigante con muchos dientes y todo esto alrededor de una tierra ¡plana!. Zasca. Insuperable. Esta escena supone la mayor cuota de sobrexcitación del croma por parte de Alex Proyas, cuya dirección, al igual que toda su carrera, va en continua decadencia hasta alcanzar cuotas de cachondeo narrativo insospechadas. Se recuerda que es el director de dos obras de culto, una de ellas una joya. El cuervo (The Crow, 1994) y Dark City (1998). Sobre los protagonistas parece que hay un deseo reprimido que solo Leónidas evita. Un Gerard Butler con eterna resaca post 300 (Zack Snyder, 2006) parece haber pillado la indirecta y se mimetiza con la historia de forma tan mamarracha como jocosa. El resto no cumple, ni de lejos. Los supuestos protagonistas, Nikolaj Coster-Waldau y Brenton Thwaites son un par de monigotes sin chispa ni gracia, que lo mejor que les puede suceder es pasar desapercibidos gracias a las escenas sobradas de ritmo y faltas de oxígeno en las que actúan.
Pues esto último es el punto clave que, entre billones de comillas, salva a Proyas, y llena de orgullo a los defensores como un servidor. El ritmo y estructura están a la altura del mejor de los videojuegos de aventuras, invita al espectador a sujetar un joystick y a olvidarse de las palomitas. La intención no es otra que no dar ni un mísero respiro y que no se paren a pensar qué diantres están viendo. Pero, paradójicamente, si por casualidad se diese que aburre, o un espectador cansado echa una cabezadita, que no se preocupe, que así como despierte el filme va a seguir como estaba. Siempre es lo mismo, un intermitente delirio visual que juega como baza a favor y huye del aburrimiento como un Ferrari por una autopista.
La fórmula es el todo vale. Quizás se pudo haber apostado por un tono más humorístico, desenfadado y sin tomarse tan en serio a sí misma; por una restricción de presupuestos (los productores más zumbados que el propio director por aportarle el presupuesto) que hubiese resultado diferente, más cercano a Stargate: Puerta a las estrellas (Roland Emmerich, 1994) que a los piratas del Río Nilo. Pero en fin, esto es lo bueno que tiene el cine, que se recuerda a lo muy bueno, o a lo muy malo, y por suerte o desgracia, Alex Proyas en absoluto deja esta película a mitad de camino.
Dioses de Egipto (Gods of Egypt, Estados Unidos, 2016)
Dirección: Alex Proyas / Guión: Matt Sazama y Burk Sharpless / Producción: Basil Iwanyk y Alex Proyas para Pyramania, Summit Entertainment, Mystery Clock Cinema, TIK Films y Thunder Road Pictures / Fotografía: Peter Menzies Jr. / Montaje: Richard Learoyd / Diseño de producción: Owen Paterson / Música: Marco Beltrami / Reparto: Nikolaj Coster-Waldau, Gerard Butler, Brenton Thwaites, Geoffrey Rush, Elodie Yung, Chadwick Boseman