DIOS ES MUJER Y SE LLAMA PETRUNYA
Un collage de texturas a través del cristal
Petrunya es una treintañera sin trabajo, sin pareja y con un cuerpo apartado de los cánones de belleza. Vive junto a sus padres en un ambiente que mezcla el hostigamiento constante de su madre para que encuentre trabajo y marido, y la tímida protección de un padre discapacitado para que realice sus sueños. Un día de enero, después de otra entrevista de trabajo fallida en la que sufre un abuso, se topa con la celebración de un evento en el que un sacerdote lanza una cruz de madera al río y los participantes pelean por recogerla. La tradición marca que el ganador se asegura un año de buena suerte, aunque este año es Petrunya la que rescata la cruz y se convierte en la primera mujer ganadora de la historia. Entonces, una investigación policial tendenciosa, la violencia de los hombres derrotados, la persuasión moral del prior, el sentimentalismo materno y una reportera amarillista convierten a Petrunya en foco de odios y miradas.
Así entran en juego las reflexiones de Dios es mujer y se llama Petrunya, película de la directora macedonia Teona Strugar Mitevska: ¿se puede aceptar a una ganadora cuando la ley sagrada no lo permite o se debe respetar la legislación nacional que ampara la igualdad de oportunidades? ¿Debe Petrunya devolver la cruz para proteger su honor como le dicta su madre o debe custodiarla según sus principios? ¿Es la policía la responsable de salvaguardar la ley o lo es el prior de la iglesia?
Dentro de los elementos de los que se sirve la película el vidrio se convierte en el dominante. Como material traslucido permite pasar la luz y observar lo que sucede el otro lado, pero también deforma la imagen y distorsiona la realidad a la medida del que lo sostiene. Un cristal esmerilado completa el marco de la puerta de la habitación donde se refugia Petrunya de las órdenes y mandatos maternos. Desde dentro, la joven intuye la silueta de una madre que se erige como salvaguarda de los valores tradicionales en contraposición con los deseos de su hija. La ventana de una comisaria se convierte en testigo de la charla que mantienen el jefe de policía y el prior de la iglesia local sobre si la ley que debe prevalecer es la marcada en los textos sagrados o en la legislación estatal, mientras, al otro lado del vidrio se extiende la ciudad empequeñecida ante sus figuras. También es la opacidad de una puerta acristalada la que oficia de confesionario cuando Petrunya y el joven oficial Darko comprenden la similitud del yugo que les oprime y sus manos se entrelazan al otro lado de la puerta en un gesto conmovedor.
Dios es mujer y se llama Petrunya no tiene problemas en dibujar a sus personajes con trazo grueso y sin matices, por ejemplo, los hombres derrotados tienen la misma expresividad que maniquíes y los mismos gestos que luchadores libres sobreactuados. La película tampoco persigue la contención y la naturalidad, en ese sentido la periodista que se declara feminista y aguanta fuera de la comisaria para dar visibilidad a la noticia no tiene reparos en convertir a Petrunya y su familia en peleles de los medios. A Teona Strugar Mitevska le interesa componer un collage de texturas que sirvan como introducción de los dilemas que se le plantean a su protagonista para revelar un drama aderezado con píldoras esperpénticas y grotescas que pueden tanto incomodar como divertir al espectador. La tradición, el folclore, los dogmas morales y religiosos, la presión familiar y el machismo esbozan los ejes en los que se sostiene el andamiaje de Dios es mujer y se llama Petrunya, sin embargo, parece que las reflexiones que se plantea Mitevska terminan convirtiéndose en una declaración de intenciones que adolece de la profundidad necesaria como para enriquecer el relato.
Dios es mujer y se llama Petrunya (Gospod postoi, imeto i’ e Petrunija, Macedonia del Norte, 2019)
Dirección: Teona Strugar Mitevska / Guion: Teona Strugar Mitevska, Elma Tataragic / Reparto: Zorica Nusheva, Labina Mitevska, Stefan Vujisic, Suad Begovski, Simeon Moni Damevski, Violeta Sapkovska, Xhevdet Jashari / Producción: Labina Mitevska producer: Sister and Brother Mitevska / Fotografía: Virginie Saint-Martin / Montaje: Marie-Hélène Dozo / Música: Olivier Samouillan.