DIAMANTES EN BRUTO
Un triple a lo Space Jam
Empieza Diamantes en bruto y a los hermanos Safdie no les falta tiempo para establecer las reglas de la historia, tanto en lo narrativo como lo formal. No han trascurrido ni dos minutos del metraje y… ¡maldito estrés! Estamos en Etiopía sumidos en el caos absoluto donde un hombre se ha roto la pierna en una mina por conseguir el ópalo, el objeto que será el centro de atención y el gran enigma de la película. Acto seguido, desde esa piedra cristalina armada de infinidad de colores, los Safdie viajan con su cámara a través del espacio y el tiempo hasta una sala de operaciones en Nueva York, donde terminan grabando el colon de Howard (Adam Sandler), un corredor de apuestas que, como indica la transición, siente una gran conexión con la piedra.
Y las carreras a contrarreloj, ya habituales de los directores, se disparan. Una auténtica locura que persigue a quienes, como Howard, codician el dinero y el poder por encima de su familia y de su seguridad. El día a día de la vida criminal de Howard y sus allegados en Nueva York se contrapone a la fuerza superior del azar en un juego peligroso, atractivo y misteriosamente mágico. Dos hitos que convergen con la aparición en escena del jugador de baloncesto Kevin Garnett (exjugador de la NBA que se interpreta a sí mismo). Howard, ya sea por alarde, despiste o emoción, decide enseñarle a Garnett el ópalo, que no está en venta. La conexión es inminente, la energía fluye y las imágenes se tornan en un viaje al pasado, como si la piedra procediera de las estrellas y hubiera sido testigo de toda la historia de la humanidad. Entonces la piedra se convierte en algo que no se puede poseer, algo extraterrestre que materializa el poder y la obsesión de los hombres. ¿Es realmente un diamante mágico? ¿Será capaz de dar suerte al jugador de baloncesto en los partidos de la NBA? ¿O hablamos de un efecto placebo? Si le preguntásemos a los personajes de Garnett y Sandler, la respuesta a esta última pregunta sería «no». Y, por si hubiera duda, los dos intentarán sacar tajada de ello. Por un lado, Garnett utilizará el ópalo como amuleto de buena suerte y Howard apostará grandes cantidades de dinero a favor del jugador.
Llegados a este punto se me hace inevitable pensar en Space Jam (1997, Joe Pytka). Fantasear con que la película protagonizada por los Looney Toones y Michael Jordan ha podido ser el germen de Diamantes en bruto es tan disparatado como emocionante. Ambas películas mantienen una apuesta que sostiene la trama y decidirá el destino de sus personajes; ambas películas introducen a un exjugador de baloncesto como hilo conductor y ambas hablan de una fuerza superior capaz de manipular las habilidades de los hombres (una fuerza desconocida, confusa y puede que ficticia en la película de los hermanos Safdie y habilidades alienígenas en Space Jam).
En medio del caos, Ben y Joshua Safdie consiguen un ambiente frenético gracias a la cámara en mano, primeros planos que subrayan la acción -una escena muy ilustrativa es cuando no consiguen abrir la puerta de la tienda- y, lo más importante, a través del sonido, compuesto por diálogos que se solapan, un barullo en ocasiones inaudible y una música histriónica capaz de devolverle el pulso a los muertos. Todos esos elementos consiguen dar ritmo y sentido a los personajes. Hace dos años escribía sobre Good Time que, aunque el personaje interpretado por Ben Safdie fuera el motor, “es el de Pattinson el que indica la dirección. Y parece de chiste, pero nunca es la adecuada”. Ocurre lo mismo con el personaje de Adam Sandler. Howard es un auténtico cretino y todas sus malas decisiones acaban por volverse en su contra pero, a diferencia de Good Time, esta vez no bastan las buenas intenciones porque no existen. En cualquier caso, la filmografía de los hermanos neoyorquinos delata su pasión por retratar una sociedad decadente y, a la vez, deja al descubierto su condición de justicieros, haciendo crítica de la realidad contemporánea sin tabúes y sentenciándola a muerte.
Ver Diamantes en bruto es dejar que los hermanos Safdie te echen las manos al cuello, que te dejen sin respiración y, casi como una filia, disfrutar de la taquicardia. Adam Sandler, que sigue a la perfección los ritmos punzantes y distorsionados de la película –como ya había hecho antes en Punch Drunk Love (P.T. Anderson, 2002)- se mueve por el espacio como si fuera su dueño, como si el estrés creado por las normas audiovisuales de los directores formase parte de él. Finalmente, el azar, el castigo al capitalismo, la codicia, el deseo de poder y las fuerzas ambiguas del universo recaen sobre él. Ben y Joshua Safdie le pasan la pelota a Sandler, que pilla el rebote, tira un triple a canasta y… encesta.
Diamantes en bruto (Uncut Gems, EEUU, 2020)
Dirección: Ben y Joshua Safdie / Guion: Ronald Bronstein, Josh Safdie y Ben Safdie / Producción: A24, Sebastian Bear-McClard, Eli Bush, Irfaan Fredericks, Scorr Rudin… / Diseño de producción: Sam Lisenco / Música: Daniel Lopatin / Montaje: Ronald Bronstein, Benny Safdie / Fotografía: Darius Khondji / Reparto: Adam Sandler, Kevin Garnett, Idina Menzel, Keith Stanfield, Julia Fox, Eric Bogosian, Judd Hirsch, The Weeknd, Sean Ringgold, Sahar Bibiyan
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