DESPUÉS DE MAYO
A la deriva
La “deriva situacionista” fue una práctica surgida en el contexto de liberaciones sociales, psicológicas y geográficas que promulgaba la Internacional Situacionista, que proponía caminar de forma no premeditada por el espacio urbano, donde desligarse de la rutina, apropiarse de las emociones que suscita un deambular sin rumbo y el descubrimiento de un entorno no destinado. Ese dejarse llevar con que Guy Debord proponía nuevas formas de ver y experimentar se encuentra en la base del largometraje Después de Mayo (Après mai, 2012). Ubicada a principio de los 70, la cinta de Assayas retrata la revolución juvenil, herencia del mayo del 68, enfrascada en una lucha que comenzó en las aulas (al igual que en la primera escena del film, en una clase de filosofía), y que terminó conquistando el espacio público. Con un metraje salpicado por los recuerdos de su propia infancia durante la contienda, el director francés adopta una mirada personal que más que individualizar el conflicto, propone un rostro con el que comprender una realidad cinematográficamente idealizada.
Fiel a las épocas que retrata, el cine de Assayas se convierte en un testimonio generacional gracias a los cuidados detalles del entorno, auténticas radiografías del momento; y a una conciencia histórica que palpita dentro del plano, desde la elección musical a los objetos tecnológicos. Con una vocación más reprobatoria que nostálgica, el cineasta se pasea por las calles de París (donde se suceden agitaciones, enfrentamientos callejeros, contiendas ciudadanas y revueltas estudiantiles), por las aulas (donde el sonido de grandes frases y eslóganes filosóficos no parece despertar a nadie) y los centros educativos (cuyos muros vociferan la reivindicación de unos grafitis más acordes a una rebelión juvenil que a una lucha internacional). La deriva existencial de Gilles (el joven estudiante protagonista) se convierte en el eje de todo el relato: una búsqueda que atraviesa de lleno la situación política mientras se practica una especie de deriva situacionista desde la estructura narrativa. Aferrándose a principios no normativos, la insatisfacción se hace palpable en una película que da prioridad a la efervescencia de un momento de transcendencia histórica pero también de amores fugaces, sexualidad normalizada (ni reprimida ni abusiva) y a la búsqueda de caminos. La deriva existencial se entiende como situacionista para toda una generación que, en su intento por no esclavizarse a un futuro determinado, se convertía en nómada de su destino.
¿No debería el cine revolucionario utilizar una sintaxis revolucionaria? Entendido como ejercicio de revolución, liberación y sobre todo como acto político, el arte se tradujo en la expresión popular de una lucha civil que clamaba L’imagination prend le pouvoir (“La imaginación al poder”). Después de mayo se hace eco de este testimonio y encuadra dentro de este ambiente artístico y bohemio (además del flirteo con la pintura que el protagonista muestra en pantalla) a toda una generación fascinada por el poder político del cine. Proliferan las películas sobre el terreno con las que distintos colectivos militantes acercaban las batallas de distintos rincones del planeta. Así, Assayas no solo rescata algunas de estas películas del olvido (como Laos, images sauvées de Madeleine Riffaud, Joe Hill de Bo Widerberg o El coraje del pueblo de Jorge Sanjinés) sino que realiza un ejercicio de autoconciencia crítica (del cine como testimonio y arma) que manifiesta a través de sus personajes: Lo importante no es el estilo sino difundir la lucha. Dejemos el cine para el futuro.
Pero lo testimonial cobra un valor en sí mismo gracias a su función comunitaria, cívica o humana. En palabras de Godard: “un proyector de cine está obligado a acordarse de la cámara, porque el cine no es solo una industria de evasión, es ante todo el único lugar donde la memoria es esclava”. A través de la filmación de lo real, la reflexión de la cinta lleva a cuestionarse las prácticas inherentes a la función cinematográfica: ¿cine pedagógico o de arte y ensayo?
Y mientras Gilles continúa a la deriva, persiguiendo sueños que no entronquen con sus convicciones, la disyuntiva entre la industria y el arte (y la política social) salen a relucir. Salas de cine, rodajes, proyecciones en plazas… Varían los espacios de exhibición dentro del film y los enfoques pero no la necesidad de cine. Volviendo a Godard: “el cine, mi idea, la que puedo expresar ahora, era la única manera de hacer, de narrar, de darme cuenta de que yo tengo una historia como persona”. La historia que cuenta Assayas es una historia de amor, de una génesis (la de Gilles, la de ciertos cineastas franceses y la suya propia). Una relación con el cine que toma la realidad como materia prima, por necesidad y por principios. Y sin desdeñar el aspecto lúdico (el que aporta entretenimiento), queda evidenciada la trascendencia del cine: un arte que, pudiendo transformar el mundo, comienza por transformar a uno mismo convirtiéndose en la brújula necesaria para enfrentarse a cualquier deriva.
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