DE NUEVO OTRA VEZ

Espejito, espejito…

De nuevo otra vez empieza con una sucesión de fotografías familiares que sirve de pretexto para construir una reflexión sobre las edades de la vida y las preocupaciones que les asocia la voz en off de Romina Paula, directora y protagonista de la película. Ella opina que el sentido común impera sobre la rutina en la madurez, como una actitud práctica y eficiente para salvarse de las fragilidades de la monotonía, y que la melancolía es, curiosamente, un lujo concedido a la juventud. Romina tiene un hijo, Ramón, y eso la ha transformado. Hace tres años del nacimiento de Ramón y desde entonces ya no es la misma. Ahora, además, está pasando una crisis sentimental con su pareja. Todo esto la lleva a tomar la decisión de volver temporalmente a su hogar de la infancia en Buenos Aires y refugiarse junto a su madre. Necesita tomar distancia y descubrir quién es.

De nuevo otra vez Revista Mutaciones

De nuevo otra vez es una película pequeña, discreta y personal. La cineasta, que hasta ahora había elaborado sus relatos mediante novelas y obras de teatro, estructura su ópera prima desde los indefinidos rincones de la intimidad. Para ello, ha escogido a su madre e hijo para interpretarse a sí mismos y crear un dispositivo dramatúrgico que parte de la realidad. El regreso a la casa materna supone un ejercicio psicoanalítico que dialoga con la memoria y cuestiona los conceptos de deseo e identidad. Al principio, la confusión lo invade todo pero, poco a poco, Romina va conquistando los espacios de lo indefinido gracias a la ayuda de los demás. Cuando su mundo interno se atreve a abandonar las fronteras se produce una expansión liberadora, una calma espiritual, una auténtica reconciliación. Para representar esta transición vale de ejemplo la comparativa entre las dos escenas festivas que comparte junto a su amiga Mariana. Si en la primera se muestra incómoda y perdida, en la segunda forma parte de la sincronía grupal, llegando a participar en los despreocupados juegos de seducción de la irreverente hermana pequeña de Mariana.

La exploración del yo, por tanto, se realiza desde la experimentación de la vida adulta en el ámbito del recuerdo de la vida infantil. Este es un tema recurrente en el que la idealización de una época sin responsabilidades y llena de proyecciones individuales hacia un futuro esperanzador choca con un presente colapsado por las frustraciones de los fracasos. A veces, la propuesta se articula en torno a la comedia negra –Young Adult (Jason Reitman, EE.UU., 2011)-; en otras ocasiones, sin embargo, la derrota se manifiesta desde el tremendismo melodramático –Sólo el fin del mundo (Xavier Dolan, Canadá, 2016)-. Romina Paula toma la decisión de ofrecer al público un film depurado y austero, en un intento inequívoco de mostrarse transparente y desnuda. La imagen cinematográfica parece el soporte sobre el que deposita la confianza para estudiarse, para verse de nuevo, como si fuera un espejo que pudiera atrapar un tiempo inasible.

No hay nada nuevo en el horizonte, francamente. De nuevo otra vez es abiertamente un discurso egocéntrico que pretende alcanzar un objetivo terapéutico, el cual parece conseguir en el último plano. Se entiende que hay una sensibilidad, un pormenorizado trabajo de escritura y la voluntad de ampliar la mirada hacia la comunidad con la inclusión de monólogos de terceras personas. No obstante, nada de esto sirve para construir un mensaje que pueda perdurar o que consiga ser importante para otra persona que no sea ella misma.


De nuevo otra vez (Argentina, 2019)

Dirección: Romina Paula/ Guion: Romina Paula/ Producción: Diego Dubcovsky/ Fotografía: Eduardo Crespo/ Montaje: Eliane Katz/ Diseño de Producción: Paula Repetto/ Música: German Cohen/  Romina Paula, Mónica Rank, Ramón Cohen Arazi.

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