DAU. NATASHA
Sin compasión
Como parte del mastodóntico proyecto DAU, que incluye quince películas además de otros trabajos audiovisuales, DAU. Natasha se concibe como una pequeña parte de algo mucho mayor pero que no por eso deja de tener una solidez y brillo propios. Estrenada en Berlín, lo que se ha dado a conocer como “una especie de Show de Truman en la Rusia estalinista” llega a España gracias al 17 Festival de Sevilla. Censurado en Rusia por “difundir pornografía y propaganda” y rodado en un complejo industrial en Ucrania junto al resto de films durante diez años es uno de los hallazgos de la Sección Oficial.
Ilya Khrzhanovsky, coordinador y artífice del tremendo proyecto y Jekaterina Oertel, codirectora de seis de los films de la serie crean en DAU. Natasha un excéntrico carnaval de excesos que se torna poco a poco en brutal e incómodo tormento. Conteniendo toda la acción en espacios herméticos (una cafetería, un laboratorio, una casa y una sala de interrogatorios) y con la cámara en perpetuo movimiento e ignorando las distancias de una intimidad violada, la vitalidad propia de los no actores embriagados de alcohol, sexo y orgullo pronto se convierte en la muestra del aplastante poder del Estado Soviético.
“¿Por qué matarte por algo si puedo matarte por nada?” le dice el guardia que interroga a Natasha tras finalizar una secuencia festiva y su correspondiente declive. Esta frase, que podría definir la obra, es de los pocos incisos verdaderamente reflexivos que se brindan y ayuda a su vez a comprender la película desde el mismo punto de vista. ¿Por qué grabar por algo cuando se puede grabar por nada? El director se convierte en la figura de un dictador invisible al que incluso se le interpela en varias ocasiones, acusándolo de opresor por su método de trabajo. “Estoy hasta el coño del director”, grita Natasha tras haber ingerido botella y media de vodka y varios vasos de cerveza… Cuando no hay un porqué, cuando no se necesita una excusa para mandar a alguien a fusilar o a descansar tras un rodaje, todo es tremendamente sencillo a la vez que terrible para la víctima. No hay falseamiento, pero tampoco pudor o lástima. Khrzhanovsky registra cual voyeur la desnudez más vergonzosa, el sexo más corrupto, los golpes y los insultos para terminar agazapando la incomodidad con el hastío. Alguna escena gratuita corrompe una solidez sórdida que sería brillante de haber ido más lejos, pero aún así la obra se atreve a ser la ventana y el vistazo a lo terrible.
DAU. Natasha se proclama como una crítica nada sutil a la Rusia estalinista partiendo de una premisa cotidiana que termina por convertirse en un horror muy físico. De tratamiento excesivo pero interesante, su estudio de las relaciones de poder se mezcla con un continuo vórtice de sensaciones primarias para terminar sentenciando que nada cambia. El cíclico y pesimista pensamiento que contiene la obra choca con su reinvención formal en torno al tema de la bajeza y su brutal acercamiento a la impotencia y el desespero. Los pocos personajes exhaustos que se desmadran en una bacanal caótica, reiterativa y excesiva a partes iguales (con todo lo positivo y negativo que acarrean), la risa estridente e insoportable de Olga, la intimidatoria presencia del interrogador o la vejación sufrida por Natasha a sus manos serán difíciles de olvidar. Y ese es el verdadero logro de una cinta abocada al exceso que consigue palpar la desgracia y el miedo.
Hay un momento en el que se dice que el mar es el símbolo de la compasión. El mundo DAU está tan lejos del mar…
DAU. Natasha (Rusia, Alemania, Ucrania, Reino Unido, 2020)
Dirección: Ilya Khrzhanovsky y Jekaretina Oertel / Guion: Ilya Khrzhanovsky (Libro: Kora Landau-Drobantseva) / Producción: Sergey Adonyev y Philippe Bober / Edición: Band Thumim / Fotografía: Jürgen Jürges / Reparto: Natalia Berezhnaya, Olga Shkabarnya, Vladimir Azhippo, Alexei Blinov, Anatoli Sidko