D’A FILM FESTIVAL: UN IMPULSO COLECTIVO – CORTOS
El pulso digital
Este año el D’A Film Festival ha tenido que replantear su formato. No solo ellos, muchos festivales han debido hacer lo mismo a causa de la emergencia sanitaria que estamos viviendo a nivel mundial. Este año en el D’A no habrá salas llenas de espectadores descubriendo su programación, no habrá debates a la salida, no habrá encuentros con colegas de profesión y visitantes habituales, esos que solo se ven de año en año y con los que se comparten sentidas opiniones de esa experiencia inmersiva al amparo de la gran pantalla. En cambio hemos tenido la posibilidad de disfrutar de la cuidada propuesta cinematográfica del D’A Film Festival desde diferentes puntos de España, accediendo desde casa a una programación difícil de encontrar fuera del circuito de festivales como son los cortometrajes y que, muchas veces y por muchas razones, está delimitado a cierto tipo de espectador que pueda desplazarse y se interese por recorrerlo.
Este año el D’A Film Festival se ha realizado de manera online, a través de Filmin, una plataforma que ya contaba con su propio festival –el Atlántida Film Fest, el primer festival de cine online de España– siguiendo estas mismas directrices. Es lógico que un festival cuyo objetivo es dar a conocer películas a través de su propio medio se acoja desde el principio a este formato online: no solo es una manera totalmente lícita de disfrutar de una buena selección cinematográfica, también pone en valor el medio doméstico y otras pantallas. Sin embargo, esta obligatoriedad de buscar alternativas menos físicas para su consumo lleva inherente una morriña en los espectadores más clásicos que reabre más que nunca el debate sobre la forma de su disfrute.
En cualquier caso, debemos asumir que esta discusión la deberemos dejar para más adelante, cuando tenga sentido plantearnos esta pregunta, cuando podamos tener la opción de elegir. De momento, y gracias a la plataforma online Filmin, a nuestros confinados hogares puede llegar una interesante selección de cortometrajes enmarcados en lo que D’A ha llamado “Un impulso colectivo 2020”. El objetivo de dicha sección es dar a conocer los trabajos de una joven generación que en algunos casos cuenta con más trayectoria a nivel internacional, como es el caso de Ion de Sosa y Chema García Ibarra, o que emergen ahora con gran potencial.
Precisamente está cercanía generacional compartida hace especialmente relevante el diálogo entre sus distintas propuestas. Su visionado en conjunto muestra una preocupación colectiva común tanto en los temas como en las formas de plasmarlos en imágenes. En este aspecto, el feminismo es uno de los temas más tratados en esta selección. De 18 cortometrajes, 7 de ellos ponen su foco aquí. Algunos abordándolo más abiertamente como Carne (Camila Kater, 2019), 16 de decembro (Álvaro Gago, 2019) o GANG (Alex Sardà, 2020), otros desde otros estudios más implícitos como Lost in L.A (Eric Monteagudo y Orió Peñalver, 2019), Cuando acabe el verano (Marina Espinach, 2019) o Panteres (Èrika Sánchez, 2020), todos sugieren la importancia de la fisicidad del cuerpo y la sexualidad para entender muchas de las preguntas que surgen en el estudio de la teoría feminista.
Probablemente, este último título, Panteres, sea el cortometraje que en este aspecto cimiente una base más interesante donde se plantean más dudas que respuestas. La directora parte de una premisa clara que ella misma expone en la presentación de su cortometraje: “¿qué significa ser mujer?”. Para intentar contestar a ello realiza un estudio a través del cuerpo sobre la identidad de lo femenino. En Panteres, el tratamiento de la imagen y de los personajes que aparecen -dos adolescentes descubriéndose a sí mismas- es exquisito y muy bello, sin demasiados artificios ni trapujos en mostrar aquello que no es estrictamente normativo y que, por eso mismo, hace de esta obra un lienzo muy realista y significativo.
Este mismo discurso feminista, pero aplicado en el cuerpo masculino, es el que nos proponen Eric Monteagudo y Orió Peñalver en el cortometraje de animación Lost in L.A. Los directores han querido limpiar toda la carga sexual que tradicionalmente se asocia al cuerpo masculino para mostrarnos una panorámica más sincera e introspectiva amparada por la soledad de la gran ciudad.
Otra de las cuestiones que se aborda de manera reiterada en esta sección es el concepto del tiempo, que se aprecia sobre todo en las propuestas más experimentales. Este es el caso de Los Páramos (Jaime Puertas, 2019), un personal retrato de la comunidad gitana a través de una mujer subyugada a su entorno a través de una propuesta de realismo mágico al estilo de La mitad del cielo (Manuel Gutiérrez Aragón, 1986), o Resto de cosas (Salvador Sunyer y Xavier Bobés, 2019), donde el propio tiempo se supedita a la urgencia de recordar el pasado para que este no se olvide.
Sorprende también la cantidad de diarios cinematográficos seleccionados. Con casi un tercio del total de los seleccionados, en ellos un narrador, casi siempre hablando sobre una vivencia personal aparentemente sin demasiada importancia, se sobrepone a las imágenes que vemos en pantalla con mayor o menor conexión con lo contado. En la mayoría de los casos esto solo parece un pretexto para jugar con la idea de narración, de una investigación sobre la propia imagen y de la propia película. El caso más paradigmático podría ser el de Una película hecha de (Malena Solarz y Nicolás Zukerfeld, 2019), con un espacio y un tiempo narrativo circular en el que se deja claro que esta película está hecha a partir de la propia película. Para poner más en relieve el hecho del propio film, los directores han decidido rodarla en Súper 8 y necesariamente en 4:3, formato que remite, de nuevo, al propio tiempo debido a la nostalgia inherente que conlleva ese tipo de imágenes y, también de nuevo, a la búsqueda de la fisicidad, de lo material, puede incluso que la búsqueda de raíces en una generación ausente de ellas y condenada a la tiranía de lo invisible. Esto no deja de ser irónico ya que precisamente este discurso se plantea en esa inmaterialidad que proporciona un festival online, pero como decía antes, quizá esta pregunta deba responderse en otra ocasión.
No podría despedir el texto sin hablar de los siempre transgresores Chema García Ibarra e Ion de Sosa que esta vez nos presentan Leyenda dorada (2019), un retrato costumbrista marcado por la senda del humor absurdo, ambos directores hacen transitar la narración entre lo religiosamente apócrifo –como son los escritos de Santiago de la Vorágine que da nombre al título del corto– y la herejía, todo ello subrayado por la participación de actores no profesionales.
Sin duda ha sido una selección de muy buenos talentos y propuestas con una visión de conjunto bastante esclarecedora de una sociedad en la que la importancia del yo es más que clara, ya sea a través de la narración –Greata (Náusea) (Gerard Gil y Jana Jubert, 2019)– o a través de la propia propuesta –La travesía (Miguel Rojas, 2019)–, una generación preocupada por los mismos temas, como las desigualdades a las que mira con un cierto tono de impotencia y, sobre todo, la preocupación por un mundo donde hay una falta de metas y sitios donde arraigar un futuro tangible.
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