CURTOCIRCUITO: RADAR
Movimientos en el vacío
La pasado 28 de septiembre dio comienzo la decimosexta edición del Festival Internacional Curtocircuito, evento que tiene lugar en Santiago de Compostela en el que convergen piezas de todas partes del mundo, con múltiples intenciones y temáticas y agrupadas en distintas categorías, desde las secciones más experimentales (Explora) hasta las más locales, como es el caso de Planeta GZ, donde se da un espacio exclusivo a los realizadores del panorama gallego.
En esta ocasión nos centraremos en lo que nos ha ofrecido la sección oficial Radar, donde se apuesta por un cine de autor variado, arriesgado y heterogéneo. Este año estuvo formada por diecinueve cortometrajes que en su mayoría sobrepasaron los quince minutos de metraje.
Una sección comprendida a través del espacio
Es difícil encontrar nexos dentro de una selección de cortometrajes tan variada, tanto por temática como por género, pero aún así hubo varios aspectos que conectaron las distintas obras .
Uno de ellos fue el espacio vacío. A medida que l os cortos se iban sucediendo en la pantalla, el espacio vacío parecía permanecer en la retina del espectador. Ejemplo de ello sería Como Fernando Pessoa Salvou Portugal (Eugène Green, 2018), donde primeramente se nos muestra un campanario seguido de un majestuoso sauce, un farolillo que cuelga al lado de un letrero que da paso a una ventana, a un patio, a un gran comedor sin comensales, a un bar vacío, a la puerta de un hospital y por último a unas gafas que descansan sobre una mesa. Todos estos espacios van acompañados de la voz en off del protagonista y posteriormente de una canción, “Sopra demais o vento”, compuesta por el mismo Fernando Pessoa. Después de la presentación inicial del poeta, a través de su voz, que parece querer buscar el eco en esos espacios vacíos iniciales, finalmente vemos al protagonista. En esta ocasión el espacio vacío está sirviendo para poner el foco en la poesía verbal de Pessoa a la vez que d a lugar a la presentación del relato y otorga un peso a las palabras que dejarán un poso a lo largo de todo el metraje. El corto se cerrará precisamente con Pessoa, en un primer plano, hablando al vacío en su contraplano.
En Psychic de Tova Mozard, otro de los cortometrajes de la sección, nos encontramos con una exploración absoluta a estos espacios . Se nos presentan distintos establecimientos relacionados con las artes esotéricas, con el tarot o con la lectura de manos. Cada uno de estos lugares va acompañado de una voz que pertenece al dueño de dicho local. A través del plano fijo de las distintas fachadas de los comercios se nos presenta una consulta espiritual. Mozard separa los distintos locales con otros planos fijos de maquinas recreativas y con los de un casino. De este modo conecta visualmente ambos espacios, y más allá de aquello que se nos cuenta a través de la palabra, promesas de esperanza y gratitud, asistimos a la comunión entre el robo lúdico y el robo espiritual.
En esta ocasión también hubo espacio para el género musical al encontrarnos con RISE (Bárbara Wagner, Benjamin de Burca, 2018) un cortometraje que reflexiona sobre la evolución de la música popular y sus diversas variaciones, todo ello dentro de un contexto racial. Asistimos a distintas secuencias, varias de ellas con toques de humor, en las que varios personajes interpretan múltiples géneros musicales, interactuando siempre a través del canto. Nuevamente el espacio vuelve a tener un protagonismo fundamental. La primera secuencia, por ejemplo, trabaja con una descontextualización del propio espacio . Tres jóvenes graban un videoclip de rap en una estación de metro aparentemente vacía hasta que descubren la presencia de un guardia de seguridad. Unas escaleras mecánicas suben y bajan a distintas personas mientras que nosotros como espectadores nos adentramos en la cabeza de cada una de ellas asistiendo a las distintas líneas rítmicas que habitan en su interior. Una madre y su hija esperan un tren mientras que un desconocido que hace lo p ropio en la otra vía se pone a cantar… Las distintas localizaciones mueven a los distintos personajes y a su vez mueven el relato.
Levittown (Nelson Bourrec Carter, 2018) apuesta por la mezcla de dos líneas narrativas que dividen el relato. Un hombre vagando por la carretera de un barrio residencial a plena luz del día protagoniza la primera , a la luz del día, vagando por la carretera de un barrio residencial. A lo largo del plano secuencia que acompaña a esta parte, el joven camina hacia la cámara mientras reflexiona sobre numerosos temas existenciales que poco a poco se inclinan hacia la desesperación.
En la segunda parte una mujer enciende la luz de su casa en mitad de la noche. Sale al exterior al sentir la presencia de un agente externo. Cabe destacar la habilidad de Bourrec para generar suspense al sostener el gesto. Nuevamente son los espacios los encargados de dividir el relato.
Una narrativa más convencional
Dentro de Radar también pudimos encontrarnos con narrativas más convencionales. Destacan cortometrajes como FUCK YOU de la directora sueca Anette Sidor, que gira en torno a la rotura de ciertos tabúes sexuales y a la inversión del rol dominante de un modo amable y divertido. O casos como el de The Boogeywoman (Erica Scoggins, 2018) con el que tuvimos la ocasión de acercarnos al terror más ochentero y reconocible. Con la menstruación como eje central del relato, se nos cuenta el tortuoso primer período de la protagonista, que tiene lugar en el momento más inoportuno, justo cuando se encuentra patinando en una pista con sus amigos. El relato comienza generando tensión alrededor de un momento de máxima vulnerabilidad, algo que la directora explota a medida que avanza el cortometraje, ligando esa primera menstruación con las relaciones sexuales y los tabúes que giran en torno a ambos.
Estos cortos resultaron muy accesibles al ser fácilmente reconocibles en cuanto a su estructura, dentro de una programación marcada por lo variado y lo imprevisible (en el mejor de los sentidos).
Oponiéndose a esta proximidad argumental, también hubo espacio para cortometrajes arriesgados en forma y planteamiento como puede ser el caso del corto australiano Operation Jane Walk (Leonhard Müllner, Robin Klengel, 2018) en el que a través de grabaciones
También hubo lugar para cortometrajes de corte más documental como es el caso de 27 Thoughts About My Father (Mike Hoolboom, 2019) en donde acompañamos a su director a través de veintisiete recuerdos sobre su padre compartidos a partir de distintas narrativas visuales.
Con un carácter también documental y una mayor sobriedad se presenta The Sasha (María Molina, 2019), cortometraje que narra el paso por la luna del astronauta Charles Duke, miembro de la tripulación del Apolo 16 encargado de tomar fotografías de la superficie lunar. Destaca la habilidad de Molina para fusionar su investigación con imágenes de archivo con una visita a la luna y al viaje de Duke a través de Google Earth. Con esta superposición de capas logra trabajar con la inmensidad de la nada y el vacío que puede dejar en ocasiones el recuerdo. Por todo ello, el jurado decidió que el trabajo de Molina fuese el premiado de la sección Radar de esta 16º Edición de Curtocircuito.