DestacadoSan Sebastián 2021

CRÓNICA SECCIÓN OFICIAL – SAN SEBASTIÁN 2021

CRÓNICA SECCIÓN OFICIAL – SAN SEBASTIÁN 2021

SSIFF 2021. Revista Mutaciones


«Cara A«, por Juanma Barbero Fornet

Detrás de la pompa y la trompeta, de la alfombra roja y los flashes, del “famoseo” y el “boyerismo”, en la 69ª edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián se han podido proyectar películas. Incluso hay gente que ha podido verlas. Algo casi milagroso teniendo en cuenta que la compra y/o adquisición de entradas ha sido, para la mayoría de acreditados, una desventura diaria digna de una película de los hermanos Safdie. No es que la Sección Oficial de este, nuestro festival de cine más mediático, sea un faro de cine del más alto nivel, pero la anticipación y el concurso atrae al cinéfilo y periodista como si de la llamada a filas se tratase. Uno no redescubre la rueda al decir que las secciones Perlak y Tabakalera son las que mantienen en buena salud al festival – y a sus espectadores–. “Secciones-oasis” que salvan el día después de un par o más de encontronazos con las películas de la Sección Oficial.

Entre las ficciones, las obras de género y los biopics de corte clásico (y no tan clásico), una película se alza como la rara avis de la sección, y quizás del festival. El madrileño Jonás Trueba presentó con mucha expectación Quién lo impide, sin símbolos de interrogación. Un macroproyecto de casi cuatro horas de duración para el que realiza un nuevo montaje con el material grabado para sus películas de 2018: Tú también lo has vivido, Principiantes, Sólo somos y Si vamos 28, volvemos 28. Trueba extrañó a muchos por el efímero paso de estas cuatro películas por la plataforma Filmin, y es de suponer que su respuesta no ha sido otra que Quién lo impide. Película que juguetea cálidamente con la ficción en el retrato de un grupo de estudiantes sobre los que Trueba proyecta vivencias e inquietudes de su propia juventud, manteniéndose relativamente alejado de una estructura de guion cerrada y dando espacio para la improvisación y la tormenta de ideas con los miembros del reparto. Un remontaje que intercala y solapa metraje de las cuatro películas y añade casi una hora más grabada durante el confinamiento en plena pandemia de COVID-19. De la entrevista clásica al drama romántico “rohmeriano” (que también se pudo ver en la notable La virgen de agosto), pasando por uno de los tratamientos de la no-ficción más fascinantes que se ha dado en el cine reciente de nuestro país. Todo, para alegría de muchos, sin caer en lo cerebral, y centrando sus energías en crear un lazo invisible de complicidad (inter)generacional entre el espectador y el entrañable grupo que se alzó al concluir el festival con el premio a Mejor interpretación de reparto.

Maixabel. Revista Mutaciones
Maixabel, de Icíar Bollaín

Maixabel, de Icíar Bollaín abre de forma procedural. “Esta es una historia real. Algunos de los eventos que se cuentan han sido dramatizados”. La ficción sobre el conflicto vasco con la banda terrorista ETA lleva dos años ofreciendo al público de San Sebastián una buena ración de revisionismo dramático, donde se habla del conflicto en pasado y se tratan más las cicatrices que las heridas supurantes en tiempo presente. En la pasada edición del festival se proyectó la primera serie española producida por la cadena norteamericana HBO: Patria, serial que adaptó la novela bestseller de Fernando Aramburu. La tesis de ambas: enterrar el hacha de guerra desde la mayor de las correcciones políticas y sin entrar en demasiados grises ideológicos. Maixabel, el personaje (y persona) que da título a la película, es prácticamente canonizado por las formas de Bollaín y la solemne actuación de la actriz Blanca Portillo. Rostro pétreo y expresión argéntea, que ofrece la mano en ayuda de los presos etarras, retratados como sombras de culpa y arrepentimiento. Poco hay que discutirle en cuanto a puesta en escena a la directora vasca, de corte tan clásico como la mencionada serie de HBO. Ahora bien, ¿necesita realmente una película (¡de ficción!) validarse ante el espectador con un intertítulo al comienzo de los créditos? Es en esa suspensión de la incredulidad donde las razones de una película terminan por devorarse a sí mismas. Donde la forma, la imagen, el cine, se ve final y tristemente apartado por el discurso político.

Los ojos de Tammy Faye, más que una película, da la impresión de ser el síntoma de un mal que atormenta a la película biográfica de estudio. La importancia que se le puede dar a la vida de una persona, o más bien, a la representación dramática que se le da en la gran pantalla, es algo absolutamente relativo. Depende enteramente del enfoque que el cineasta decida darle a la historia de la película, tanto en su propósito final como en su escala. En este caso, el director Michael Showalter decide homenajear por todo lo alto a una de las telepredicadoras más reconocibles de la historia de Estados Unidos: Tammy Faye. Ver los primeros minutos de Los ojos de Tammy Faye es una experiencia interesante. Cuesta discernir si lo que se está viendo es solo el preludio más amable de una historia dramática o si es directamente una parodia. El maquillaje invade los rostros de Jessica Chastain y Andrew Garfield, con mofletes similares a los de la chica del radiador que aparecía en los sueños de Jack Nance en Cabeza borradora (1977). El sobreactuado acento sureño de ambos (buenos actores), comparable con un sketch de la peor temporada de Saturday Night Live. Y, sin embargo, Los ojos de Tammy Faye insiste en predicarnos la palabra de su protagonista, celebrando una vida por el simple hecho de seguir la senda de las baldosas amarillas: la del sueño americano. Una mujer hecha a sí misma, y que fue ligeramente más liberal que sus compañeros predicadores. Los ojos de Tammy Faye representa la escasez que de personajes históricos insulsos a los que alabar mediante una película biográfica de poco presupuesto en la Hollywood del blockbuster. ¿Y su presencia en la Sección Oficial? Cuestionable, pero lógica, teniendo en cuenta lo mucho que agradece la dirección del festival el paseo de Jessica Chastain por la alfombra roja del Kursaal.

Benediction. Revista Mutaciones
Benediction, de Terence Davies

Terence Davies, por su parte, es un autor que gusta de mostrar tanto los claros como los oscuros de sus personajes protagonistas. En 2016 presentaba su biopic de la poeta estadounidense Emily Dickinson, Historia de una pasión. La exploración de una vida en confinamiento, de una difícil personalidad y una soledad que solo esclarecía en compañía de sus padres y hermanos. Del incontrolable deseo de ser amada y de pertenecer a alguien de forma amorosa. Sacrificó Emily su vida por su obra, con el poemario de la póstumamente celebrada autora recorriendo en off las cada vez más vacías y oscuras salas de la finca de los Dickinson. Cinco años más tarde, Davies regresa a San Sebastián, uno de sus festivales más hogareños, con Benediction. Nueva película, nuevo poeta. Esta vez llevando a la carne y el hueso fílmico al poeta británico Siegfried Sassoon, el hijo de buena familia que fue relevado en el frente al tomar la vía de objeción de conciencia durante la I Guerra Mundial. Sería apartado, vilipendiado e ingresado en un hospital psiquiátrico, donde desarrollaría su sensibilidad como poeta. Una vida que, de alguna forma u otra, era dificultada y obstaculizada por él mismo, pues en todo su talento e inteligencia se hallaba el ánimo de un hombre frágil cuyas relaciones amorosas con otros hombres difíciles terminarían por agriar su perspectiva de las cosas. Es aquí donde Davies pisa terreno conocido, pues su fascinación por el tiempo toma forma a partir de insertos e imágenes de archivo de la I Guerra Mundial. Ghost Riders on the Storm acompaña a una de estas secuencias de recuerdo, solapando el contorno de Sassoon a fondos de soldados malogrados en el campo de batalla y de tanques atravesando fango y valla de espino. Finalmente, Sassoon, esta vez interpretado en su versión anciana por Peter Capaldi, mira con profunda melancolía por la ventana, y el espectador se conforma con verle a él mientras es atravesado por las gotas de lluvia y del rocío que desciende por el cristal. Secuencia perteneciente a la imaginería cinematográfica habitual de Davies y que se remonta a su primera obra: The Terence Davies Trilogy (1984).

Abandonando el terreno de lo biográfico y el hecho real, se encuentra la sorpresiva presencia de La abuela, de Paco Plaza. Una obra de género puro, si bien respaldada en guion por uno de los hijos pródigos del festival: Carlos Vermut. Cualquiera podría pensar, viendo el resto de la programación tanto de la Oficial como de las otras secciones, que el terror y la fantasía/ciencia ficción solo verá justificada su presencia al contar con el visto bueno de otros (y más grandes) festivales, véase Titane, de Julia Ducournau, ganadora de la Palma de Oro en el Festival de Cannes. La abuela, podría considerarse una depuración del estilo y estética que adoptó Plaza en su anterior película, Verónica, donde lo pop y lo juvenil (lo coming of age, incluso) se traspapelaba con ciertas notas habituales del género. Plaza trata lo terrorífico de la decadencia física y mental de una anciana desde los ojos de su nieta, interpretada por Almudena Amor. Las caricias y los recuerdos de la infancia se tornan en una pesadilla en vigilia, de asfixias y eventos sobrenaturales. El terror auténtico no viene de apariciones y de la fantasmagoría habitual, ni de puertas que se cierran solas. Viene de una escena, en la que el personaje de Almudena Amor, ya en su límite físico y emocional, deja que su abuela se atragante con la comida. La cámara la sigue -y la persigue-, intentando huir de su propia inacción, y entre sollozos la vemos regresar al comedor, donde el cadáver de la anciana descansa. Otras películas como Relic (2020, Natalie Erika James) o incluso El padre (2020, Florian Zeller), hacían de los espacios domésticos un escenario de pesadilla, de laberintos de la memoria y repetición. Paco Plaza pierde al espectador en súbitos movimientos de cámara, y centra buena parte de su atención, más que en los espacios, en los rostros. Del deseo y la envidia de los poros suaves y limpios de una modelo, al miedo y lo decrépito de las arrugas de una octogenaria en estado catatónico.

Earwig. Revista Mutaciones
Earwig, de Lucile Hadzihalilovic

¿Cómo describir Earwig, de Lucile Hadzihalilovic? Una película que cede tan poco ante el espectador y que habla constantemente para sus adentros. Que se abraza a las sombras y a los húmedos adoquines de un supuesto escenario británico. De envoltorio visual envidiable, una fotografía de claroscuro y tenebrismo no solo compositivo, sino argumental. El guion de Earwig, que adapta la novela homónima de Brian Catling Geoff Cox, hace caso omiso a cualquier tipo de boya que asista a la comprensión -narrativa- del espectador. Vemos a un hombre, lo más parecido a un protagonista, trabajar con la saliva y la dentadura postiza de una niña pequeña. Vemos un bar, a un mefistofélico personaje que pregunta con inquina al protagonista: ¿Querrías vivir la vida de otra persona?, y vemos al protagonista apuñalar con una botella rota a la camarera del lugar. David Lynch hacía de Mulholland Drive (2001) y, en especial, de Inland Empire (2006), unos rompecabezas de recuerdos, doppelgängers y vidas (inter)cambiadas. Lynch facilitaba las piezas, desordenadas e incluso transfiguradas con onirismos y surrealismos, pero el mapeado de la obra era posible, si bien un desafío en sí mismo. La obra de Lucile Hadzihalilovic es frustrante, incluso agónica en toda su evasión, pero completamente tangible, y alude a la necesidad del espectador de comprender, o más bien configurar, lo que ocultan las imágenes y las acciones de los personajes. Earwig es también un puzle, un puzle, en definitiva, con solo piezas de color negro.


«Cara B «, por Ángela Rodríguez García

One Second. Revista Mutaciones
One Second, de Zhang Yimou

Todavía con la resaca de la primera mañana lidiando con el Janto y su caprichoso sistema de adquisición de entradas, arrancábamos la edición 69 del Festival de San Sebastián con la nueva película de Zhang Yimou, One Second. Película perteneciente a una Sección Oficial de lo más variopinta, que abarca desde el cine social europeo, hasta el cine de género; pasando por los títulos de grandes autores internacionales, como el ya mencionado Yimou o Terence Davies.

Controlando la emoción del primer pase en el Zinemaldia en sintonía con las palmas del jurado joven en la cabecera, arranca el cortometraje de Carlos Saura: Rosa Rosae. La guerra civil. Una breve estampa que mira hacia los niños de la guerra a través de un archivo de imágenes del propio Saura y la canción homónima de Labordeta que acompaña todo el corto. Acaba siendo la música la que mantiene el tono y el peso dramático de la pieza.

Desde la guerra civil española, en cuestión de minutos nos adentramos en un contexto muy distinto, pero igualmente de truculento: la Revolución Cultural China. Zhang Yimou establece su acción en una pequeña aldea, en la china rural. Allá por el año 1975, una niña y un fugado de un campo de trabajo comparten un mismo interés: una bobina de película. Ambos quieren robarla por diferentes motivos. La niña quiere fabricar una lámpara con el celuloide para saldar una deuda, mientras que el fugitivo quiere ver a su hija, quien aparece por unos segundos en la película. La primera parte de la cinta es una persecución entre estos personajes, la bobina va cambiando de manos y hay espacio para el humor y el divertimento sin pretensiones. Más adelante, Yimou comienza a reflexionar sobre el cine, el poder de las imágenes y la memoria. Por momentos, quizás los mejores, se convierte en una carta de amor al cine y es una magnífica forma de comenzar un festival centrado en el séptimo arte. Ni siquiera un desafortunado epílogo es capaz de arruinar la primera toma de contacto que nos proponen.

One Second no es la única película China en la Sección Oficial. Fire on the Plain, la ópera prima de Zhang Ji también competía por la Concha de oro. Un thriller policíaco con tintes románticos. La película está producida por Diao Yinan (director de El lago del Ganso salvaje o Black Coal, entre otras), sin embargo, a pesar de tratarse de un film oscuro, con asesinatos y policías, no parece deudora de la inconfundible puesta en escena de Diao Yinan. Sin embargo, Fire on the Plain sí que encaja dentro del marco de lo que vienen haciendo los nuevos directores chinos, retratando una sociedad sumida en la miseria, individualizada, que pasea los males del capitalismo en una burbuja de apatía que suele estallar de algún modo (normalmente mediante la violencia).

La película que sí parece deudora de la estética de Yinan es Are you Lonesome Tonight?, presentada en Perlak, donde la atmósfera, cargada de luces de neón y sanguinolentos tiroteos, se asemeja más a las construidas por el reputado director chino. Aunque a Fire on the Plain le falta algo de definición y en momentos es caprichosa narrativamente, es un neo-noir digno de la Sección Oficial.

As in Heaven. Revista Mutaciones
As in Heaven, de Tea Lindeburg

Otra ópera prima, que competía en Sección Oficial, era As in heaven. Película danesa dirigida por Tea Lindeburg. Como viene ocurriendo

en el último año, las propuestas realizadas por mujeres están siendo observadas, atendidas, y discutidas con el respeto que se merecen. En esta ocasión, la nueva directora, ganadora la concha a la mejor dirección, sigue completando un panorama de premios conquistado por las mujeres. As in Heaven es una película que se apoya fundamentalmente en la emoción. Todo el dispositivo fílmico busca una emoción abordando la idiosincrasia femenina, por lo cual podemos elucubrar los motivos de la división de opiniones entre la crítica realizada por mujeres y la crítica masculina.

La película expone un relato que transcurre en un día, sobre la maternidad, la voluntad de Dios, la responsabilidad femenina (los cuidados) y la falsa madurez que se nos asigna y la cual abrazamos como deber y como tesoro envenenado. La premisa es clásica: una joven debe convertirse en adulta abruptamente ante la posible muerte de su madre. Sin embargo, la puesta en escena preciosista de Lindeburg, sumada a los destellos de cine de género que se cuelan dotan a la película de una cierta singularidad. Sin embargo, uno de los mayores aciertos de As in Heaven es la elección de la actriz principal Flora Ofelia Hofman Lindahl, que rebosa de una verdad e inocencia que el jurado terminó premiando al concluir el festival.

Para continuar con el cine dirigido por mujeres, tenemos dos películas centradas en la etapa previa a la adultez de personajes femeninos que quieren escapar de la opresión patriarcal. A pesar de esto, son dos propuestas radicalmente distintas.

Por un lado, la rumana Blue Moon, la polémica y pesimista ganadora de la Concha de Oro, y por otro lado, la argentina Camila saldrá esta noche, cuya voluntad es mucho más positiva.

Blue Moon, de Alina Grigore, es una película abiertamente violenta, pero que decide mostrar una mínima parte de esa violencia en pantalla. Para comenzar, una violación encajada en una elipsis decidirá el rumbo de la trama y de la construcción de Irina, el personaje principal. Irina ayuda con la contabilidad del negocio familiar, pero su intención es comenzar unos estudios universitarios en Bucarest y huir de su disfuncional familia. Todo el recorrido por la violencia intrafamiliar y la prisión que supone para Irina y su hermana está filmado con cámara en mano y con planos secuencia. En momentos la cámara encuadra a la protagonista sin dejar aire, creando una sensación claustrofóbica que se extiende durante toda la película y parece no llegar a ningún puerto.

Camila saldrá esta noche. Revista Mutaciones
Camila saldrá esta noche, de Inés Barrionuevo

En cuanto a la película de Inés Barrionuevo, Camila saldrá esta noche, el contexto más revolucionario de las mujeres argentinas define a su protagonista, como decíamos antes, dentro de una atmósfera algo más positiva.

Camila es una chica que, por motivos familiares, tiene que cambiar de ciudad. Lo que implica dejar atrás su instituto y sus amigos a una edad decisiva. No solo ha de adaptarse a esta nueva situación sino que también pasa de estudiar en una escuela pública a estudiar en una institución privada y conservadora, donde le obligan a esconder su pañuelo verde el primer día de clase.

La película transcurre de la mano de la protagonista, quien va adaptándose (o imponiéndose) a su nueva realidad; al mismo tiempo que se descubre y se conoce a sí misma. El carácter libre de Camila, sumado al de algunes de sus compañeres, incluso la relación que mantiene con su madre, otorgan ese respiro dentro de tanto conservadurismo. Camila saldrá esta noche consigue plasmar la cotidianeidad de su joven protagonista y rompe el tono con un final poderoso y algo naif.

De nuevo, el jurado de San Sebastián premia lo cercano a lo abyecto, lo polémico, el cine que denuncia la violencia que sufren las mujeres. Mientras que, por otra parte, el premio Donostia se le otorga a un actor que tiene una sentencia firme de maltrato. Aunque la calidad de las películas ha sido buena, sobre todo en categorías como Perlak o Zabaltegui-Tabakalera, la congruencia, desde luego, no ha sido el fuerte de la 69 edición del Zinemaldia.


 

3 comentarios en «CRÓNICA SECCIÓN OFICIAL – SAN SEBASTIÁN 2021»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.